Inflación, desempleo e informalidad: la herencia económica para el próximo presidente de Guatemala
Su nivel de deuda es bajo y su tasa de crecimiento alta, pero la primera economía de Centroamérica arrastra problemas a nivel micro que el próximo presidente deberá abordar
Hartos de que la vida está cada día más cara y de lo difícil que es encontrar un empleo formal, los guatemaltecos acudirán a las urnas este domingo a votar por un nuevo presidente (o presidenta). La principal economía de Centroamérica tiene el ni...
Hartos de que la vida está cada día más cara y de lo difícil que es encontrar un empleo formal, los guatemaltecos acudirán a las urnas este domingo a votar por un nuevo presidente (o presidenta). La principal economía de Centroamérica tiene el nivel de deuda más bajo de América Latina y una tasa de crecimiento que países pares envidiarían, pero su imposibilidad por recaudar más impuestos limita el poder del Gobierno para abordar sus temas más urgentes, como la precariedad laboral y la desnutrición.
El Producto Interno Bruto (PIB) de Guatemala creció 4,1% el año pasado y 8% en 2021 en una expansión de la actividad económica que va más allá del rebote estadístico postpandemia. Su deuda equivale al 30,8% del PIB —el nivel más bajo de la región— ya que su política fiscal ha sido históricamente conservadora. A pesar de no gozar de grado de inversión crediticio, sus bonos cotizan en el mercado internacional a tasas menores que los de México, por ejemplo, una economía mucho más grande que sí goza del grado de inversión. Tal es la confianza por parte de inversores de que Guatemala es capaz y está dispuesto a cumplir con su pago de la deuda.
“El próximo presidente no tendrá que enfrentar problemas macroeconómicos”, dice el economista Paulo De León, de la firma Central American Business Intelligence (CABI) en la ciudad capital de Guatemala. “Problemas microeconómicos, algunos que siempre ha tenido Guatemala pendiente, esos sí. Como la competitividad, educación, salud, indicadores sociales e infraestructura deficiente”.
Una mirada a detalle a los indicadores muestran el lado oculto de dicha solidez fiscal. La falta de inversión pública en educación, salud e infraestructuras críticas ha estancado la tasa de pobreza cerca del 55% en los últimos años. Según el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), el 74% de los jóvenes ocupados de 15 a 24 años trabajan en la informalidad (el porcentaje es de 77% para las mujeres y 80% para quienes habitan áreas rurales). El dato más alarmante es el de la desnutrición aguda en menores de 5 años, el cual ronda el 50% —similar a países en la África subsahariana y la más alta en Latinoamérica—. Guatemala es, todavía, un país en el que cada año hay niños que mueren de hambre.
“La condición se agrava, pues pareciera que la precariedad laboral ha existido desde siempre, y ha sido parte y consecuencia de un círculo vicioso que lo complementa la pobreza, la migración y el hambre, entre tantos otros”, escribió la economista del ICEFI Sucely Donis en un texto reciente. “Es momento que las entidades encargadas evalúen en qué condiciones trabajamos los y las guatemaltecas, y qué, en realidad, nos ofrece el mercado laboral”, opina.
La inflación y el desempleo son dos de las cuatro preocupaciones más grandes de los electores guatemaltecos, según arrojaron datos de una encuesta del diario Prensa Libre en mayo. La inflación (la cual alcanzó 6,9% anual el año pasado), la inseguridad, la corrupción y el desempleo fueron los cuatro temas sensibles más reportados por ciudadanos, en ese orden. Para abordar los problemas microeconómicos, el candidato puntero Bernardo Arévalo, el partido progresista Movimiento Semilla, asegura tener un plan.
El Gobierno de Guatemala gasta poco porque recauda poco. El año pasado recaudó el equivalente del 12% del PIB en impuestos, un nivel muy bajo en comparación con el promedio de países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), cercano al 35%. El tema genera tal resistencia en el Congreso, que varias Administraciones federales han intentado, y fallado, pasar una reforma fiscal. Arévalo no propone una reforma, sino terminar con el desvío de recursos por corrupción. Según el candidato, de cada quetzal que recauda el Gobierno y que debería destinarse a invertir en la población, 40 centavos se terminan en las cuentas bancarias de corruptos. Para Arévalo, préstamos de multilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional pudieran ser una fuente de financiamiento para atacar estas problemáticas.
De León considera que, encima de su rezago en materia de desarrollo social, el país sufre barreras en la creación de empresas y una falta de visión integral de país. “Guatemala ni siquiera tiene una oficina de promoción de exportaciones, como tiene cualquier país de América Latina, ni una oficina de atracción de inversiones. Esa no se ha creado nunca”, dice. “Hacer negocios es muy caro, es poco competitivo en esa parte. Hay algunos estudios que dicen que tenemos la tramitología más complicada y creo que eso es muy importante. Creo también el país no tiene una dirección clara, no hay una estrategia país como la ha hecho otros países.
“Mi impresión es que en Guatemala es estamos repitiendo el camino de los países latinoamericanos, solo que vamos atrasados en el tiempo en todo sentido”, sentenció el economista.
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