El Banco de España advierte de que las exportaciones de bienes mantienen “un pulso débil”
El supervisor apunta que la subida de la energía ha dañado la competitividad de la industria en la zona euro, España incluida, más que en el resto del mundo
Las exportaciones son una de las patas del crecimiento de la economía. Y su evolución, en el caso del comercio de bienes, no es todo lo buena que debería, según apunta el Banco de España en un estudio publicado este martes. El supervisor detecta un deterioro de la competitividad de las manufacturas más intensivas en energía, caso de las metalúrgicas por ejemplo, debido al encarecimiento de la electricidad, el petróleo y el gas por la guerra en Ucrania. En su d...
Las exportaciones son una de las patas del crecimiento de la economía. Y su evolución, en el caso del comercio de bienes, no es todo lo buena que debería, según apunta el Banco de España en un estudio publicado este martes. El supervisor detecta un deterioro de la competitividad de las manufacturas más intensivas en energía, caso de las metalúrgicas por ejemplo, debido al encarecimiento de la electricidad, el petróleo y el gas por la guerra en Ucrania. En su diagnóstico, señala que esta crisis “ha afectado a los productores de la zona euro, incluida España, más que a los del resto del mundo”.
La entidad recuerda que la pandemia fue un tiempo de fuerte volatilidad para estas exportaciones, con caídas del 6,8% en 2020 y una recuperación del 10,6% en 2021. Pero desde entonces su comportamiento es más bien discreto: en 2022 creció un 2,7%, y en el primer semestre de este año “ha mantenido un pulso débil, con un retroceso en términos intertrimestrales particularmente acusado en el segundo trimestre”, señala.
Los problemas para España son más bien indirectos. Coral García Esteban, César Martín Machuca y Ana Gómez Loscos, los miembros del departamento de análisis autores del texto, reconocen que Rusia y Ucrania representan una proporción muy reducida de las exportaciones españolas. Pero en una economía hiperconectada, la repercusión de la invasión sobre los precios en los mercados internacionales evitaron que España se mantuviera inmune a esas turbulencias. “El hecho de que la dependencia energética respecto de Rusia fuera más reducida en España que en otros países de la UE no impidió que la escalada de los precios de la energía perjudicara la competitividad de las empresas españolas frente a otros países no europeos”, explica.
Y se apoya en cifras: los precios mayoristas del gas en la zona del euro fueron de media 13 veces más altos que en 2020, mientras que los de EE UU solo se multiplicaron por 3,5 y los de Asia por 9. ¿La conclusión? “En comparación con otras áreas geográficas, la subida de los precios de la energía afectó con más intensidad a la zona del euro, que, como resultado, perdió competitividad frente al resto del mundo”.
En el lado positivo, España aprovechó sus ventajas competitivas para reexportar energía a los países de la UE más dependientes de Rusia, ávidos de fuentes alternativas de suministro. Y finalmente, el daño a la actividad de los principales socios europeos fue finalmente menor de lo anticipado. No hubo desabastecimiento de gas natural por los cortes en el suministro ruso, lo cual, de haberse producido, habría desencadenado una crisis de dimensiones mucho mayores. Ambos factores no han sido sin embargo suficientes para alentar las exportaciones. “En el transcurso de 2023 los mercados exteriores españoles han experimentado una ralentización adicional, que ha afectado a la evolución de las exportaciones de bienes”, contrapone.
El Banco de España cita otros factores como culpables. Las disrupciones de oferta globales han afectado particularmente a las exportaciones de automóviles, ya de por sí tocados por los cambios tecnológicas y normativos que se están viendo obligados a realizar a marchas forzadas para adaptarse a los requisitos ambientales. Y ahí España, segunda exportadora europea de automóviles tras Alemania, está muy expuesta.
Aguanta mejor el golpe
Aun así, determina que España ha resistido mejor el golpe que la media de los mercados mundiales. Por la citada escasa exposición a Rusia y Ucrania en intercambios directos, y por el pequeño peso de China, que supone solo el 2% de las exportaciones de bienes españolas —frente al 8% de Alemania—, algo favorable dado el momento delicado del gigante asiático. Si ya en 2022 rebajó su demanda de importaciones “por la severidad de las medidas de contención para frenar la pandemia”, en este comienzo de año Pekín no ha conseguido volver a un ritmo de crucero favorable: este mismo martes se conoció que en julio ha sufrido la mayor caída de sus exportaciones (-14,5%) e importaciones (-12,4%) desde los inicios de la pandemia en febrero de 2020.
El dato ha pillado por sorpresa al mercado, que aguardaba un retroceso mucho más ligero, pese a las voces que vienen pronosticando un escenario peor. Entre ellas, la de uno de los actores que mejor conoce las entrañas de los intercambios mundiales, la firma danesa Maersk, la segunda mayor naviera del planeta, dueña de miles de portacontenedores que cada día mueven mercancías de un punto a otro planeta, lleva semanas alertando de que la contracción del comercio global “será más larga y profunda” de lo esperado.
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