Opinión

Los de la austeridad pelearán duro

Los halcones demuestran otra vez ignorar en qué consiste la equidad, el enfoque igualitario: en tratar de modo igual a los iguales; y desigualmente a los desiguales

El ministro alemán de Finanzas, Christian Lindner, a principios de julio en Berlín.LISI NIESNER (REUTERS)

En el último Ecofin, Nadia Calviño puso “una pica en Flandes”, por emplear la expresión con que titula su imprescindible libro europeo el embajador Javier Elorza. Consiguió ordenar la férrea discusión sobre la reforma del Pacto de Estabilidad. Es decir, si resucitamos la ruinosa austeridad (una amenaza), nos enfocamos...

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En el último Ecofin, Nadia Calviño puso “una pica en Flandes”, por emplear la expresión con que titula su imprescindible libro europeo el embajador Javier Elorza. Consiguió ordenar la férrea discusión sobre la reforma del Pacto de Estabilidad. Es decir, si resucitamos la ruinosa austeridad (una amenaza), nos enfocamos hacia la seriedad fiscal (lo deseable) o nos relajamos en la laxitud (improbable).

Ordenar la agenda en la UE es clave, porque permite modularla. Y el mapa de cuatro prioridades acordado por unanimidad es sensato: 1) clarificar el reparto de tareas en la toma de decisiones de forma reglada (excluye el arbitrismo) pero con “flexibilidad” (favorece el arbitraje de la Comisión); 2) recurrir la deuda de forma suficiente, según baremos (“salvaguardas”) comunes; 3) preservar el espacio fiscal para inversiones, con incentivos a las reformas; y 4) implicar a los miembros en los procesos de ajuste, que debiera ser fino.

El lenguaje de esa agenda no es aún determinante, pero de entrada se evita el deslizamiento que pretendían los halcones. Sobre todo en el asunto de las “salvaguardas comunes”. Fíjense en el tono utilizado por el jefe del ala dura, el liberal alemán Christian Lindner, que encabezó el manifiesto (15 de junio) de los 11 gobiernos (7 de ellos del Este) partidarios del retorno al austeritarismo causante de la catástrofe social posterior a la Gran Recesión de 2008.

En ese texto, abrupto pero menos hiriente que sus declaraciones, los halcones no aludían a las “salvaguardas comunes” genéricas. Proponían a la brava “reglas claras y comprensibles” (seudónimo de numéricas) “igualmente aplicables a todos” los socios.

La traducción aritmética de esa propuesta es la rebaja de un 1% anual en el nivel de deuda de todos los países endeudados. Un corsé implacablemente uniforme para situaciones distintas, generadas de forma diferente, manejadas de modos diversos y que exigen esfuerzos disímiles.

Esta propuesta es bastante adolescente: ya demasiados corsés numéricos tienen los Veintisiete con el primitivo tope del 3% al déficit sobre el PIB y del 60% a la deuda. Pero además es muy ruda, pues pretende exactamente lo contrario de lo que en apariencia defiende, un trato equitativo, igualitario, para cada uno de los Veintisiete.

Los halcones demuestran otra vez ignorar en qué consiste la equidad, el enfoque igualitario: en tratar de modo igual a los iguales; y desigualmente a los desiguales.

Es mucho más solvente un sistema de “salvaguardas comunes”, como menciona el acuerdo de la agenda: pero de cuantías anuales diversas (en vez de idénticas o “igualmente aplicables a todos”), pactadas entre la Comisión y cada Gobierno, al modo en que se gestionan los fondos Next Generation-EU, según propone Bruselas. El ministro alemán seguirá peleando por el restriñimiento fiscal. Pero solo le apoyan países-liliput. Y ni siquiera Holanda.

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