Europa zanja su invierno más difícil con las reservas de gas en máximos históricos
Las provisiones echan el cierre a la temporada de calefacciones en el 56%, más del doble que a estas alturas de 2021
La primavera ha entrado a lo grande y la Unión Europea va apagando las calefacciones con sus valiosos remanentes de gas natural prácticamente intactos. El Viejo Continente ha dado carpetazo al invierno con los depósitos subterráneos de este combustible al 56% de su capacidad, 20 puntos porcentuales más que en la media histórica para estas fechas y más del doble que hace justo un año, cuando no llegaban ni siquiera al 26%. El objetivo de Bruselas es que los Veintisiete ...
La primavera ha entrado a lo grande y la Unión Europea va apagando las calefacciones con sus valiosos remanentes de gas natural prácticamente intactos. El Viejo Continente ha dado carpetazo al invierno con los depósitos subterráneos de este combustible al 56% de su capacidad, 20 puntos porcentuales más que en la media histórica para estas fechas y más del doble que hace justo un año, cuando no llegaban ni siquiera al 26%. El objetivo de Bruselas es que los Veintisiete lleguen al próximo 1 de noviembre —es decir, al presumible inicio de la temporada de frío— con las reservas al menos al 90% de su capacidad.
Salvo en el muy anómalo 2020 —el año del confinamiento, que hundió la cotización de este combustible e hizo del almacenamiento la alternativa más rentable—, las reservas nunca habían estado tan llenas a estas alturas de marzo. Con el grifo del gas ruso prácticamente cerrado y una guerra que va para larga, ese ingente volumen de gas bajo tierra es un colchón muy importante para lo que pueda estar venir: un próximo invierno mucho más frío o, quien sabe, un problema en la hoy engrasada maquinaria exportadora en Estados Unidos o Noruega, los dos países sin cuyo concurso la UE no habría superado su mayor papeleta energética hasta la fecha.
“Son unas circunstancias estupendas de aprovisionamiento de gas”, ha afirmado este martes la secretaria de Estado de Energía, Sara Aagesen, en un acto organizado por el Club Español de la Energía (Enerclub). “Tanto España como Europa están muy bien aprovisionadas, también de cara al próximo invierno”.
El buen tono actual de los depósitos responde a un amplio abanico de factores. El más importante de ellos, el drástico recorte de la demanda, que en 2022 cayó un inédito 13% en el conjunto de la UE. Las temperaturas, más suaves de lo habitual para estas fechas, han contribuido en gran medida a este descenso, pero hay más: “Las adiciones récord de capacidad solar y eólica han sido vitales, y los altos precios han desempeñado un papel importante a la hora de reducir la demanda, en especial la de los sectores más intensivos en gas”, apuntan los técnicos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en un estudio recién publicado.
“La caída de demanda industrial, que es preponderante en varias zonas de Europa, ha sido muy importante”, agrega Javier Revuelta, de la consultora energética Afry. “Son factores que, a priori, no se van a mantener una vez que los precios están volviendo a niveles más asumibles. Aun así, hay que recordar que en Europa seguimos teniendo un faltante estructural. Y que el próximo invierno volverá a ser tenso”.
El gráfico de evolución de los depósitos de gas es, año tras año, una continua sucesión de picos y valles: los primeros, en los albores del otoño, cuando empieza la etapa de alto consumo; los segundos, al principio de la primavera, tras los meses de frío. Ahí es donde Europa está ahora y ahí, ya fuera del foco informativo, es donde a los Veintisiete les toca hacer la parte más difícil de la tarea: reponer el gas consumido y llevar los depósitos, de nuevo, hasta los topes para hacer frente al segundo invierno de la crisis.
En los próximos meses, la empresa será incluso más complicada que un año atrás: por aquel entonces, el gas ruso todavía fluía con alegría hacia sus clientes en la UE y el cierre del icónico Nord Stream 1 no llegaría hasta septiembre, con los depósitos ya casi colmatados. Hoy, lo hace por cuentagotas y solo por dos de los cuatro construidos: a través de Ucrania y a través de Turquía, pero no por el citado Nord Stream (posteriormente saboteado) ni por el Yamal (el que cruza Bielorrusia antes de entrar a la UE por Polonia).
España, al 78%
El acopio de gas en Europa ha sido una tarea prodigiosa, pero a un alto precio. Buena parte de las inyecciones se hicieron la primavera y el verano pasados, cuando el gas cotizaba en máximos históricos, hasta 15 veces mayores de lo habitual antes de la guerra. En el caso específico de España, uno de los países mejor dotados de plantas regasificadoras —con hasta seis—, buena parte de ese sobrecoste para la seguridad de suministro se asumió en los años —y en las décadas— anteriores, cuando se sufragó la construcción de toda esa red de infraestructuras que ha posibilitado la llegada de gas natural licuado (GNL) por mar desde medio mundo.
Si la situación europea es mucho más holgada de lo que cabía pensar hace unos meses, la de la península Ibérica lo es aún más. Aunque más pequeños que sus pares europeos, los cuatro depósitos subterráneos de gas que hay en España —tres reservorios ya agotados (Gaviota, frente a la costa de Bizkaia; Marismas, en Huelva; Serrablo, en Aragón) y un antiguo acuífero (Yela, en Guadalajara)— están hoy al 78% de su capacidad total. “En España seguiremos sin tener problemas de suministro de gas, pero los precios serán otra cosa: hay que ver cómo de caluroso es el verano y, por tanto, cuánto aire acondicionado será necesario. También cuánto gas natural importará China, que sigue siendo el mayor comprador del mundo”, cierra Revuelta, de Afry. “No podemos confiarnos”.
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