Los derrotados de las criptomonedas ven esfumarse sus ahorros: “Se te queda cara de tonto”

El derrumbe de la plataforma FTX deja más de un millón de afectados en todo el mundo, muchos de ellos en España

Sam Bankman-Fried, fundador de la plataforma FTX, ahora en bancarrota, interviene en el Senado de EE UU en una sesión sobre activos digitales, el pasado febrero.SAUL LOEB (AFP)
Madrid -

Madruga. Toma el metro, el autobús, el cercanías o quédate atrapado en el atasco. Trabaja ocho horas (como mínimo). Ahorra durante meses o años. Invierte en criptomonedas. Piérdelo. El último episodio de esa secuencia lo sufrieron hace solo unos días más de un millón de particulares en todo el mundo por la bancarrota de la plataforma FTX, con sede en Bahamas. La quiebra de uno de los portales más populares entre los usua...

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Madruga. Toma el metro, el autobús, el cercanías o quédate atrapado en el atasco. Trabaja ocho horas (como mínimo). Ahorra durante meses o años. Invierte en criptomonedas. Piérdelo. El último episodio de esa secuencia lo sufrieron hace solo unos días más de un millón de particulares en todo el mundo por la bancarrota de la plataforma FTX, con sede en Bahamas. La quiebra de uno de los portales más populares entre los usuarios para comprar y vender activos digitales convierte 2022 en un año negro para el sector, ya azotado por el derrumbe de la criptodivisa Luna y el fondo Three Arrows Capital, entre otros. La avalancha de malas noticias alimenta el desencanto entre muchos de los que hasta ahora eran sus fieles defensores, que ven con impotencia esfumarse su dinero de un día para otro.

“Siempre ha habido grandes estafas, ahora nos ha tocado a nosotros”, dice David, uno de los afectados por el crash de FTX. Se ha unido a un grupo de Telegram donde 600 españoles y latinoamericanos comparten información sobre sus remotas posibilidades de recuperar algo, analizan demandas judiciales, y en general, hablan de cualquier cosa relacionada con la implosión de la firma fundada por el treintañero californiano Sam Bankman-Fried, probablemente uno de los hombres más odiados del planeta ahora mismo, cuyo paradero se desconoce tras poner a la venta por 39,5 millones de dólares la mansión de Bahamas en la que vivía con nueve colegas de FTX.

En la conversación también hay lamentos y duelo. No es sencillo asimilar que esos números que antes poblaban sus cuentas llenándoles de tranquilidad han sido sustituidos por un cero. “Cuando ahorras durante meses y ves que te han robado se te queda cara de tonto. El mundo es más cabrón de lo que parece”, dice David, que prefiere no concretar cuánto ha perdido.

Como otros de los golpeados, separa el hundimiento de FTX, el intermediario a través del que operaban, de la propia evolución en las criptomonedas, en las que pese a lo sucedido sigue creyendo. “Este caso me hace perder la confianza en las personas más que en las criptos. La tecnología no ha fallado. Han fallado Sam Bankman-Fried y su equipo”, concluye.

El fundador de FTX, Sam Bankman-Fried

En términos parecidos se expresa R. L., un bilbaíno también damnificado. “Es como si Telefónica entra en quiebra. Internet seguiría funcionando”, compara. Lleva invirtiendo desde 2016, y estudia tomar acciones legales. “No era una cantidad que me suponga pasar dificultades financieras a corto plazo, pero obviamente preferiría no haberla perdido”, señala. En su entorno, el impacto ha sido mucho más crudo: conoce a gente que se ha dejado cientos de miles de dólares en el pufo de FTX.

Las secuelas psicológicas de un shock así, tan rápido e inesperado, son difíciles de superar para algunos. “En estos momentos estoy mal, no sé qué hacer con mi vida, tenía una gran parte de mis ahorros en FTX. Cuando me enteré de la noticia empecé a llorar. Trabajo y gano el salario mínimo. Tengo un hijo, estoy jodido y estoy separado. Estaba pensando en el suicidio. No es justo esto”, dice un afectado que prefiere permanecer en el anonimato.

Las cantidades perdidas distan mucho de un cliente a otro, y lo que para unos puede parecer un montante pequeño, para otros son años de ahorros a base de trabajo duro. “He perdido 12.000 euros. Esto es un infierno. Es una pesadilla. Voy a tratar de hacer deporte y centrarme en mi salud”, comenta otro afectado consultado por este diario.

La mayoría no quiere exponerse públicamente. En redes sociales hay quien asegura alegrarse de los desastres financieros ligados a las criptomonedas porque exhiben lo que consideran una burbuja inflada, sin valor real, que nutre la avaricia desmedida de unos cuántos. Pero la realidad es que tengan o no éxito futuro, por el camino han dejado ya ríos de angustia en personas a las que no siempre les sobran los recursos, expuestas además al reproche familiar y la vergüenza de haber tomado la decisión equivocada.

Desconfianza

El primer análisis de FTX tras la bancarrota, efectuado por el nuevo administrador, el experimentado John Ray III, proporciona a los perjudicados pocas razones para el optimismo. En un demoledor documento de 30 páginas explica que nunca había visto un descontrol tan grande en el modo de gestionar una empresa. Y el que fuera liquidador de Enron ha sido testigo de mucho en sus 40 años de carrera.

En su escrito, describe prácticas corporativas cuanto menos llamativas: los gastos de los empleados se aprobaban con emojis en un grupo de mensajería; se pusieron a nombre de asesores y trabajadores casas compradas con fondos de la plataforma; se concedió un préstamo de 1.000 millones a Bankman-Fried, y la contabilidad era prácticamente inexistente, hasta el punto de que aún se sigue el rastro para encontrar todas las criptomonedas propiedad de los clientes de FTX.

En ese escenario de caos administrativo, muchos dan por perdidas sus inversiones. En todo caso, José Antonio Bravo, responsable de fiscalidad de criptomonedas en Àgora, augura que el proceso para determinar si puede extraerse valor para dedicarlo a compensaciones será largo. “El ejemplo más claro lo tenemos en la quiebra de MtGox, que se inició en Japón en 2014 y se espera que se produzca el reintegro parcial a los depositantes durante 2023″, apunta.

El desplome de FTX, que llegó a estar valorada en 40.000 millones de dólares —similar a la capitalización en Bolsa hoy del Banco Santander—, no solo ha acabado de un plumazo con la mayor parte de la fortuna de su multimillonario fundador, cifrada en unos 16.000 millones de dólares (una cantidad parecida en euros). También ha extendido la desconfianza sobre todo lo que lleve el apellido criptomonedas.

El bitcoin acumula nuevas caídas —pierde más de un 60% en lo que va de año—. Y muchos usuarios están optando por trasladar sus criptomonedas a las llamadas billeteras frías, dispositivos en los que pueden almacenarlas fuera de internet, sin el riesgo de que plataformas intermediarias como FTX quiebren —“si no son tus claves no son tus criptomonedas”, dice un dicho muy popular entre los inversores—. Tampoco así están del todo exentos de peligros: si se pierden las claves o el disco duro donde las guardan, también desaparecen las criptomonedas.

En esa atmósfera enrarecida, preocupa el efecto contagio. La interconexión es patente: horas después del colapso de FTX, la firma de criptomonedas Genesis congeló las retiradas de fondos y la concesión de nuevos préstamos. Y eso afectó, a su vez, a Gemini, la plataforma de los gemelos Winklevoss, célebres por haber disputado en los tribunales a Mark Zuckerberg la autoría intelectual de Facebook.

A muchos de los arruinados por la crisis de FTX poco les importa ya si la onda expansiva alcanza o no al resto. Su dinero se ha evaporado y lidian en los grupos de Telegram con una montaña rusa emocional alimentada por rumores y noticias falsas que tan pronto hacen crecer sus esperanzas de recuperar algo de lo perdido como les arrojan un jarro de agua fría.

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