Impuestos para igualar
Desde la democracia el sistema impositivo dio un salto de gigante. Pero sigue siendo deficiente
Los impuestos en España son regresivos en relación con Europa. Son menos progresivos que la media de los 27. Algo clave para discutir sobre aumentarlos o reducirlos. Y cómo.
El sistema impositivo sirve para dos cosas. Para recaudar recursos con los que financiar gastos públicos (sociales, infraestructuras, defensa…), de forma que, si se reducen, hay que efectuar recortes: claro, para mantener igual déficit. Y para redistribuir el ingreso: pues el sistema debe ser progresivo. Cobrar más a quienes más tienen o más ingresan.
Desde la democracia el sistema dio un salto de gigante. Pe...
Los impuestos en España son regresivos en relación con Europa. Son menos progresivos que la media de los 27. Algo clave para discutir sobre aumentarlos o reducirlos. Y cómo.
El sistema impositivo sirve para dos cosas. Para recaudar recursos con los que financiar gastos públicos (sociales, infraestructuras, defensa…), de forma que, si se reducen, hay que efectuar recortes: claro, para mantener igual déficit. Y para redistribuir el ingreso: pues el sistema debe ser progresivo. Cobrar más a quienes más tienen o más ingresan.
Desde la democracia el sistema dio un salto de gigante. Pero sigue siendo deficiente. Recauda unos seis puntos menos que la media de los 27: o sea, de lo recolectado en relación con el PIB. Y es menos progresivo (o más regresivo) que el resto: trata mejor la renta y riqueza de los mejor situados que la de los de menos posibles. Así, fracasa (parcialmente) en ambos objetivos.
La Gran Recesión provocó un aumento sustantivo de la desigualdad: de “un 6,9% entre 2007 y 2017″, según el famoso índice de Gini, recogían los técnicos de Hacienda (Diagnóstico y propuestas sobre ingresos tributarios, GESTHA, 2021). El aumento, de 2,2 puntos, cuatriplicaba el europeo.
Lo evidente, y alucinante, es que, antes de aplicar los impuestos, éramos menos desiguales que nuestros vecinos. Escrito en más solemne, la desigualdad, antes de someter las rentas y la riqueza al cedazo de los correspondientes impuestos y transferencias (desempleo, jubilación) se situaba “durante todo el período 2004-2017 por debajo de la media” de los 28; y en cambio, después de la intervención pública, se registraba “un incremento en la desigualdad de la renta disponible”, de casi un 8% (Desigualdad y pacto social, Fundación La Caixa, informe dirigido por Luis Ayala, 2022).
De modo que para igualar algo más hay que recaudar más. Y en mayor medida a los más favorecidos. “Para conseguir una distribución de la renta más igualitaria a través de los instrumentos impositivos sería necesario fortalecer los impuestos sobre la renta y la riqueza”, concluye el Libro Blanco sobre la reforma tributaria del comité dirigido por el profesor Jesús Ruiz-Huerta (2022).
Ahora bien, esos datos se refieren a la prepandemia. ¿Ha aumentado desde entonces la desigualdad? La salida de esa crisis fue distinta a la de las anteriores: la protección del empleo (ERTE) desembocó en un paro en torno al 13% (la mitad que en 2013), la protección social aumentó (ingreso mínimo vital), la mortalidad de empresas se contuvo (mecanismo ICO).
De lo que se infiere una erosión menos devastadora de las rentas bajas. Pero al tiempo aumentaron mucho más las altas. Y el crecimiento de la desigualdad es el saldo dinámico entre la velocidad de unas y otras. España fue el país donde más subió, de 2008 a otoño de 2022. Se consagró como quinto socio más desigual de la UE a 27. Como botón de muestra, los beneficios del Ibex crecieron al tercer trimestre de 2022 un 60% respecto a 2020, ocho veces más que los sueldos (un 7,4%), según el INE.
Así que cabe discutir sobre pobres y ricos. Con calma. Sin acritud. Para igualar. Un poco.