España no recuperará el nivel de PIB anterior a la pandemia hasta principios de 2024, según el FMI
El organismo rebaja hasta el 4% y el 2% su previsión de crecimiento para 2022 y 2023. España, sin embargo, será el país en el que más aumentará la actividad de entre los grandes del euro
España tardará al menos cuatro años en regresar al nivel de PIB anterior a la pandemia. La última tanda de previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) reducen el crecimiento de la economía española hasta el 4% este año y el 2% el que viene —ocho décimas y 1,3 puntos menos, respectivamente, que en su última proyección, en abril— y retrasan la recuperación c...
España tardará al menos cuatro años en regresar al nivel de PIB anterior a la pandemia. La última tanda de previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) reducen el crecimiento de la economía española hasta el 4% este año y el 2% el que viene —ocho décimas y 1,3 puntos menos, respectivamente, que en su última proyección, en abril— y retrasan la recuperación completa del zarpazo sobre la actividad de la crisis sanitaria de 2020 hasta el primer trimestre de 2024. Esto es, después que el resto de los grandes países europeos y de lo previsto hasta ahora. Para el ejercicio en curso, el recorte en la previsión de crecimiento española es mayor que en la media de la eurozona (dos décimas), aunque partiendo de un nivel superior (4,8%, frente a 2,8%). El tajo para 2023, cuando España crecerá casi el doble que la media de los países de la moneda única, sí va en consonancia: 1,3 frente a 1,1 puntos porcentuales.
El empeoramiento de la previsión de crecimiento para 2022 es acorde con el ensombrecimiento generalizado en los pronósticos de crecimiento, con la inflación y la subida de los tipos de interés empezando a hacer mella y ante un invierno en el que el suministro de gas natural no está garantizado en buena parte del continente. España es una excepción en ese ámbito, gracias a su potente red de regasificadoras y el amplio abanico de suministradores. Pero el frenazo industrial y de actividad en el resto del bloque acabaría pasando factura.
Antes de que el FMI hiciese pública su rebaja en la previsión de crecimiento había llegado el turno del Banco de España y la Comisión Europea. En junio, el primero dejó en el 4,1% su pronóstico de PIB para 2022 y en el 2,8% el de 2023, cuatro y una décima menos, respectivamente, de lo vaticinado en abril. Hace menos de dos semanas, el Ejecutivo comunitario también hizo lo propio con el cuadro macroeconómico de 2023 —aplicando un severo tajo, del 3,4% al 2,1%—, si bien mantuvo intacto su augurio para el año en curso: un 4%, igual que el Fondo Monetario. El Gobierno español, por su parte, sostiene que la economía crecerá un 4,3% en 2022 y un 2,7% en 2023.
Al tratarse de una mera actualización de previsiones y no de un pase de revista detallado a la situación en la que se encuentra la economía mundial, en la zona euro el organismo dirigido por Kristalina Georgieva solo publica cifras para los cuatro mayores países del área: Alemania e Italia —que recuperarán el nivel de PIB precrisis en la segunda mitad de 2023—, Francia—que lo hará a finales de 2022— y España.
Como cabía esperar, el mayor recorte en la previsión para el año que viene se produce en Alemania, gran locomotora industrial y —de largo— el más expuesto a la energía rusa, que ve reducida su expansión en nueve décimas este año (hasta el 1,2%) y en 1,9 puntos el que viene (hasta un magro 0,8%). En Berlín, la probabilidad de recesión —dos trimestres consecutivos en negativo— ya ronda el 25%, según los técnicos del FMI.
La excepción italiana
Francia, por su parte, ve reducido su crecimiento en seis y cuatro décimas este año y el que viene, respectivamente, hasta el 2,3% y el 1%. Y la gran sorpresa es Italia: aunque aplicando un recorte sustancial en 2023 (un punto menos, hasta un escasísimo 0,7%), el Fondo cree que su economía crecerá este año notablemente más (siete décimas) de lo previsto hasta ahora, anotándose una expansión del 3%. ¿El motivo? Una “perspectiva mejorada” tanto para el sector turístico como para la industria. Esta última no deja de ser paradójica: es un país muy dependiente del gas ruso y es poco probable que el frenazo en seco de los principales socios comerciales italianos pase desapercibido. Hace una semana, el propio FMI situaba a Italia como la cuarta nación de la UE en la que más mella económica haría un corte de gas ruso —tras Hungría, Eslovaquia y la República Checa—, incluso por encima de Alemania.
En clave comunitaria, sin embargo, la mejora de la actividad en el país transalpino se ve “más que [negativamente] compensada por las rebajas significativas” en el resto de las potencias de la moneda única, “que reflejan tanto el impacto de la guerra en Ucrania como la asunción de que las condiciones financieras serán más ajustadas” tras la retirada de las compras netas de deuda por parte del Banco Central Europeo y la reciente subida de los tipos de interés. En el lado opuesto, los economistas del Fondo consideran que los fondos europeos seguirán apoyando la actividad económica “en un buen número de economías” del Viejo Continente. Esa es, hoy por hoy, su principal bala frente a unos tambores de recesión que cada vez suenan con más fuerza.