Rebajar impuestos, fantasía peligrosa

El PP vuelve a la curva de Laffer, que ficcionó que reducir los tributos recauda mucho más que subirlos

Una estación de servicio en Sevilla, el pasado miércoles.PACO PUENTES (EL PAÍS)

El nuevo PP se inclina por la vieja y fantasiosa receta fiscal de Ronald Reagan: bajar impuestos. Con carácter general, como defiende su portavoz Cuca Gamarra al postular que su primer pacto con el Gobierno sea “el de bajar los impuestos porque es bueno, no para el PP sino para España y los españoles” (en la COPE, 7 de abril).

O con carácter generalizado, como pespuntea su nuevo líder, Alberto Núñez Feijóo, al propugnar rebajas en dos de las tres grandes figuras: el IVA (para carburantes) y el IRPF, de forma “inmediata” y “retroactiva”. Amén de dejar al mínimo el especial ...

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El nuevo PP se inclina por la vieja y fantasiosa receta fiscal de Ronald Reagan: bajar impuestos. Con carácter general, como defiende su portavoz Cuca Gamarra al postular que su primer pacto con el Gobierno sea “el de bajar los impuestos porque es bueno, no para el PP sino para España y los españoles” (en la COPE, 7 de abril).

O con carácter generalizado, como pespuntea su nuevo líder, Alberto Núñez Feijóo, al propugnar rebajas en dos de las tres grandes figuras: el IVA (para carburantes) y el IRPF, de forma “inmediata” y “retroactiva”. Amén de dejar al mínimo el especial de hidrocarburos y eliminar el de matriculación... de momento.

Va contra el consejo de BBVA Research: “Hay que evitar una reducción general de impuestos que compensen el aumento de los costes energéticos” (Situación España, segundo trimestre 2022, 7 de abril). Y de lo que ya alertó hace un mes el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos: “Debe evitarse un impulso fiscal generalizado” (en Hill & Knowlton, 15 de marzo). El apoyo debe tener “carácter selectivo” con medidas “temporales, para no aumentar más el déficit estructural”, argumentaba.

También el FMI advertirá esta semana contra la carrera bajista con intención de aumentar la competitividad. Sugerirá reforzar los impuestos a la renta y la riqueza. En el caso español hay que ser especialmente cauteloso, sostiene el Gobierno. Rebajar impuestos aumentaría el dinero en circulación, lo que dispararía más la inflación; incrementaría la deuda; y nos alejaría más de la mayor presión fiscal europea.

¿A qué viene pues resucitar la vieja receta? A que aliviar la carga fiscal siempre cosecha ecos. Y a que el lobby conservador incrementa su ruido al compás de la inflación y de la guerra.

La rebaja en la renta que ventea el PP se inspira en concreto en una publicación del profesor de Economía de la Complutense José Félix Sanz para la Fundación Disenso, cuyo patronato lo encabeza el líder de Vox, Santiago Abascal (”Cuánto pagarán de más los contribuyentes españoles en el IRPF por la inflación durante 2021″, 21 de febrero).

Sanz estima que los contribuyentes sufrirán, sobre el ejercicio de 2021, un sobrecoste de 4.100 millones de euros, y un descenso de poder adquisitivo de igual cuantía debido a que no se han deflactado las tarifas actualizando los tramos del impuesto. Y es que al subir los sueldos y otros ingresos para compensar el alza de precios, algunas rentas saltan de tramo y pierden fiscalmente parte o todo lo que habían ganado. Es la “progresividad en frío”.

Curiosamente, esa protesta se plantea cuando la inflación media interanual en España ascendió en 2021 al 3,1%. Una cima inferior a las de 2008 (4,1%) o de 2011 (3,2%), cuando no se deflactaron las tarifas. Entonces nadie lo pidió en serio. Ahora, la campaña académica y política arrecia.

Hasta el punto de que Sanz ha lanzado una adenda a su texto, cifrando en 14.379 millones la “rémora” del sobrecoste para los contribuyentes, 2008 a 2020: pues los salarios nominales subían y los tramos del IRPF se estancaban.

Claro que ni él ni nadie especifica cómo compensar la eventual “devolución” de esas cuantías al contribuyente: si por la vía del gasto social, con el retorno a los recortes austeritarios del Estado del bienestar. O mediante alzas en algún otro gran impuesto.

Un candidato sería el IVA, pero subirlo sentaría mal entre las clases populares, quienes más lo soportan, pues dedican al consumo mayor parte de sus ingresos que el resto. Y además, chocaría con la campaña del PP para reducirlo en carburantes.

Queda otro: el Impuesto de Sociedades, algo que repatea al orbe conservador. Aunque las cifras de recaudación decreciente sí parecen ofrecer margen para su aumento, que compensaría con creces hasta los 14.379 millones a “devolver” por el IRPF. En efecto, en el mismo período 2008-2020, Sociedades ha perdido 312.412 millones de euros de capacidad recaudatoria potencial: 21,7 veces lo que el Estado perdería con la rebaja de la renta.

Esta cantidad surge de calcular lo que se habría recaudado en los mismos trece ejercicios (2008/2020), si en todos ellos se hubiese igualado el producto del impuesto cosechado en 2007: 44.823 millones. O sea, un total de 582.699 millones. Y de restarle los 312.412 realmente ingresados por Hacienda, dada su curva decreciente. Claro que estas son cifras meramente ilustrativas, para dar contraste a cierta obsesión por tocar IRPF e IVA, pero jamás Sociedades. Pues de hecho, buena parte del declive de este se debe a la correcta eliminación de la doble imposición (por la internacionalización de las empresas). Aunque no solo a ella, sino también al abuso de exenciones y desgravaciones (los agujeros del emmental), o a la centrifugación de filiales en paraísos fiscales.

En realidad, el PP vuelve adonde siempre. Rebajar impuestos “es económicamente rentable, se recauda más ampliando bases imponibles y, por tanto, atrayendo empresas”, sostenía en 2018, en plena burbuja trumpista, el autor del programa económico de Pablo Casado, el ultra Daniel Lacalle. En síntesis, bajar impuestos procuraría recaudar mucho más que subirlos, como ficcionó la curva de Laffer. Abundaba así en el entusiasmo que el mismo Sanz patentizaba sobre ese invento, tildándolo de “una realidad indiscutible” (Papeles, 154, 2017).

Lacalle no solo disfrazaba que los mandatos de Ronald Reagan y George Bush II multiplicaron el déficit y la deuda pública de EE UU, aduciendo que eso era culpa del mayor gasto “por guerra”. Afirmaba en las redes que en esos períodos “los ingresos se dispararon”. También falso.

Cualquiera que no sea un vago puede cifrar esa falsedad, con datos de la OCDE, o los similares de la Tax Foundation. En el paradigmático doble mandato de Reagan, el impuesto sobre la renta —cuyo tipo marginal rebajó del 50% al 28%—, pasó de recaudar 274.051 millones de dólares (en 1981) a 368.647 (en 1988): aumentó solo en 1,34 veces. Una enorme desaceleración respecto a los ocho años anteriores (Richard Nixon, Gerald Ford y Jimmy Carter), en que pasó de 97.846 millones a 233.269: esto es un aumento de casi el doble, 2,38 veces.

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