Rusia echará mano de las reservas en yuanes y oro para tratar de burlar las sanciones de Occidente
El presidente ruso redujo su exposición al dólar, recortó gastos y buscó nuevos socios comerciales tras la anexión ilegal de Crimea para afrontar futuros conflictos
Vladímir Putin privó a los rusos de la mozzarella, el brie o el parmesano tras la guerra de Crimea en 2014, cuando prohibió las importaciones de queso europeo como respuesta a las sanciones impuestas por la UE por su agresión a Ucrania. La hasta entonces precaria industria del queso de ese país empezó a desarrollarse, copiando incluso variedades para ofrecer gorgonzola o emmental rusos. Esa anecdótica transformación que recorrió medio mundo ...
Vladímir Putin privó a los rusos de la mozzarella, el brie o el parmesano tras la guerra de Crimea en 2014, cuando prohibió las importaciones de queso europeo como respuesta a las sanciones impuestas por la UE por su agresión a Ucrania. La hasta entonces precaria industria del queso de ese país empezó a desarrollarse, copiando incluso variedades para ofrecer gorgonzola o emmental rusos. Esa anecdótica transformación que recorrió medio mundo esconde un viraje más profundo del Kremlin para crear un escudo que permitiera afrontar, e incluso burlar, futuras sanciones. La receta pasaba por aumentar las reservas del Banco Central de Rusia, mantener a raya las cuentas públicas, reducir la exposición al dólar, desarrollar sectores sujetos a sanciones e intensificar sus lazos con China. El viento de cara de las ventas de gas y petróleo a Europa permitieron ir construyendo ese colchón con el que Putin pensaba poder aguantar otro conflicto y un posible aislamiento, pero las sanciones anunciadas por la UE y EE UU amenazan con hacer añicos esos planes.
Dos han sido las máximas que han guiado a Rusia desde que en 2014 se anexionara ilegalmente Crimea: ahorro y desdolarización. Moscú ha llegado a esta guerra con las reservas del Banco Central de Rusia llenas. A finales de enero, atesoraba 630.000 millones de dólares (unos 560.000 millones de euros), lo cual equivale al 40% de su Producto Interior Bruto (PIB) y cubre más de dos años de importaciones. Para ver la magnitud de esa hucha, basta con compararla con la zona euro. Según una publicación del think tank Bruegel, los bancos centrales de la zona euro disponen el equivalente al 9% del PIB. Es decir, Rusia tiene cuatro veces más.
Dado el creciente uso de las sanciones como arma diplomática por parte de Washington, además, Putin redujo sus reservas denominadas en dólares, de modo que en un lustro su peso pasó del 40% al 21,2%, según estima el Financial Times. A la vez, aumentó su cartera en euros, yuanes y oro. Moscú dispone de 2.300 toneladas de oro (el 23% de su balance). Y, a diferencia de la mayoría de los Estados, lo tiene todo en su territorio. “Putin era consciente de lo que podía venir tras los conflictos de Crimea y el Donbás. Había visto ya los ejemplos de Corea del Norte, Irán, Cuba o Afganistán, que no pueden disponer de las reservas de su banco central. Y decidió diversificar e ir depositando sus reservas en otras plazas financieras, como China”, afirma el economista Juan Ignacio Crespo. El oro y las reservas en yuanes suman 211.000 millones de dólares. Pero los analistas coinciden en que ni está claro que sea fácil vender el oro ni que la banca china quiera arriesgarse a recibir represalias por romper el régimen de sanciones impuesto por Occidente.
El segundo pilar de los planes de Moscú consistió en poner en práctica la austeridad presupuestaria. Los ataques a Ucrania y la caída del precio del petróleo conllevaron un aumento del déficit hasta el 3,4% en 2015 (del 11,4% excluyendo los ingresos que le reporta el crudo), según el Fondo Monetario Internacional (FMI). A pesar de su crecimiento raquítico, el Kremlin puso en marcha un plan de ajuste equivalente al 1% del PIB anual para volver al reequilibrio. Además, Rusia mantiene una deuda pública muy baja (del 17,9%), sobre todo en rublos y cierra cada año con superávit comercial gracias a las ventas de gas y petróleo.
Las medidas anunciadas por la UE y EE UU parecen ir encaminadas a desbaratar esas dos piezas de la hoja de ruta económica de Rusia. A pesar del enorme volumen de reservas del banco central, Bruselas estima que las sanciones suponen congelar prácticamente la mitad de sus activos. “Las reservas de divisas no suelen estar en el mismo banco central, sino en entidades financieras en el exterior para facilitar las transacciones”, afirma Crespo. Es decir, las sanciones de Washington y Bruselas implican que si el Banco Central de Rusia pide que se liquiden sus bonos de Nueva York o Fráncfort, no podrá hacerlo. “La capacidad del banco central para intervenir y abordar la situación del rublo será precaria. Es una medida drástica que afectará al poder adquisitivo de la población rusa. Y es difícil saber el grado de apoyo interno a Putin”, advierte Miguel Otero, investigador principal en el Real Instituto Elcano.
Golpe a la banca
También la desconexión de varios bancos de la plataforma de mensajería SWIFT amenaza con romper la estabilidad que buscaba Putin. “En los años recientes, el Banco Central de Rusia ha establecido SFPS [otro sistema de mensajería] como una alternativa a SWIFT, pero es un sistema mayoritariamente centrado en Rusia, con algo más de 20 instituciones extranjeras, la mayoría en antiguos Estados soviéticos”, afirma Jason Tuvey, economista de Capital Economics.
A pesar de que el queso europeo está prohibido en Rusia, a lo largo de estos años algunas tiendas y restaurantes se las han ingeniado para ofrecer brie auténtico a sus clientes. En algunas ocasiones, mediante internet. Otras, de contrabando. Las autoridades rusas han hecho varias redadas. Una de las mayores fue en 2015, cuando se incautaron de 470 toneladas de queso procedente de Europa que destruyeron de inmediato. Pues bien, los analistas ven todavía algún agujero dentro de ese queso gruyère de las sanciones. Y está en el comercio exterior. La tercera gran pata de la estrategia económica de Putin, de hecho, consistía en orientar su maquinaria exportadora hacia otras áreas del mundo, en particular China. Según Naciones Unidas, las exportaciones de Rusia a China entre 2015 y 2020 subieron un 73,6%, hasta los 49.140 millones de euros gracias a las ventas de petróleo y trigo. A la inversa, las importaciones desde el gigante asiático crecieron un 56%, hasta los 54.900 millones.
Sobre el futuro de esa alianza hay grandes interrogantes. China ya compró en diciembre más petróleo a Rusia que a Arabia Saudí y acaba de firmar acuerdos para adquirir trigo y carbón. Pekín vende sobre todo productos de tecnología y automoción a Moscú en un momento en el que la seguridad de sus productos genera grandes dudas en EE UU y la UE. Sin embargo, Europa aún supone el 45% del mercado ruso. La agencia de calificación de riesgos S&P es tajante al respecto en un informe: “China, que representa el 14% de sus ventas exteriores, no puede reemplazar, bajo nuestro punto de vista, a Europa como mercado clave de Rusia. Al menos no de un día para el otro”, apunta.
Precisamente, la UE estudia la fórmula para que se puedan mantener los flujos de dólares a Rusia para adquirir gas y petróleo, dada la extrema dependencia energética de sus economías, entre ellas Alemania e Italia. Eso podría constituir una válvula de escape para Rusia, que podría seguir obteniendo divisas internacionales a través de la energía y financiar el gasto de su presupuesto. Este, según Bruegel, puede seguir financiándose siempre que el precio del barril de Brent esté en 44 dólares. Y ahora rebasa los 100. “Con esa decisión, la UE ha expuesto la debilidad que tiene y que Putin conoce, la de la dependencia energética”, asegura Crespo.