Opinión

La hora de la modernización del mercado de trabajo

La recuperación no se refleja en una mejora de la calidad del empleo

El presidente Pedro Sánchez junto a otros miembros del Gobierno y los agentes sociales en la presentación de la Mesa del Diálogo Social para la Recuperación.Pool Moncloa/Fernando Calvo

Los datos arrojados por la EPA del tercer trimestre y el paro registrado de octubre acreditan la senda positiva del mercado de trabajo español como resultado de la trayectoria de recuperación económica iniciada con el fin del estado de alarma, la elevada incidencia de la vacunación y la puesta en marcha del plan de recuperación de la Comisión Europea, unido a la política expansiva del BCE a partir del Programa de Compra...

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Los datos arrojados por la EPA del tercer trimestre y el paro registrado de octubre acreditan la senda positiva del mercado de trabajo español como resultado de la trayectoria de recuperación económica iniciada con el fin del estado de alarma, la elevada incidencia de la vacunación y la puesta en marcha del plan de recuperación de la Comisión Europea, unido a la política expansiva del BCE a partir del Programa de Compras Contra la Pandemia, que ha inyectado liquidez al sistema del euro.

Esta recuperación del mercado de trabajo no es ajena a los seis acuerdos sociales por la defensa del empleo, ASDE, que los agentes sociales (UGT ,CC OO, CEOE y Cepyme) hemos negociado y firmado con el Gobierno. En ellos hemos adaptado los ERTE, figura recogida en nuestra legislación laboral desde 1980, a las extraordinarias circunstancias sufridas durante la pandemia para salvar millones de puestos de trabajo y cientos de miles de empresas.

Sin embargo, esa recuperación del empleo no se refleja en una mejora de la calidad del mercado de trabajo español. La tasa de temporalidad sigue elevada e incrementándose, alcanzando en el tercer trimestre el 26,66% de los asalariados (casi 4,5 millones con contrato temporal). Ese empleo de baja calidad que se está generando afecta sobre todo a las mujeres y los jóvenes, y compromete la calidad sociolaboral de la recuperación económica y su sostenibilidad.

Todo ello pone de manifiesto los elevados grados de flexibilidad existente en nuestro sistema de relaciones laborales, que es el más volátil y flexible de la Unión Europea. La precariedad de la recuperación del empleo también se observa en la duración de la jornada laboral. Los contratos a tiempo parcial alcanzaron el 13,46% del total en el tercer trimestre (2,6 millones de contratos a tiempo parcial). Esa parcialidad incide sobre todo en las mujeres, dado que el 74,46% están firmados por ellas. Por lo tanto, la recuperación del mercado laboral se está basando en la generación de empleos de baja calidad, temporales y parciales. Atajar la excesiva temporalidad y la precariedad debe ser un objetivo fundamental de la nueva regulación laboral española.

Tenemos ante nosotros la oportunidad de superar la reforma laboral de 2012, que posibilitó la degradación de las condiciones de trabajo y de los salarios a través, fundamentalmente, de tres vehículos. La prevalencia del convenio de empresa sobre el sectorial, lo que permitió que las empresas menos comprometidas socialmente pudieran competir practicando el dumping social y degradando las condiciones salariales que garantizaba la negociación superior. El fin de la ultraactividad también supuso abrir la puerta a la degradación salarial en empresas con baja implantación sindical. Además, se permitió disminuir salarios a través de los mal llamados mecanismos de flexibilidad interna

A pesar de este deterioro de los salarios fruto fundamentalmente de la devaluación de la negociación colectiva, la reforma laboral de 2012 también fracasó en su objetivo de frenar la temporalidad del mercado laboral español. Los índices de contratación temporal han aumentado en estos diez años y nuestro diferencial con Europa se ha visto incrementado. La tasa de temporalidad española supera en más de 10 puntos la media de la Unión Europea.

Este deterioro de salarios y condiciones laborales ha supuesto que la revisión del salario mínimo interprofesional (SMI) afecte a más de dos millones de personas, cuando en el momento de la reforma de 2012 afectaba solo unos pocos cientos de miles. Aquella reforma trajo al mercado laboral una figura desconocida hasta entonces en España: los trabajadores pobres. Así, no es de extrañar que, según las condiciones de vida publicadas por el INE el pasado 15 de julio, la tasa de población en riesgo de pobreza y exclusión social haya llegado hasta el 26,4% del total, que España sea el tercer país de la UE con mayor riesgo de pobreza infantil, del que el 40% proceden de familias con empleo, o que cuatro de cada diez familias españolas no puedan disfrutar ni siquiera de una semana de vacaciones.

La recuperación económica y del empleo no se consolidará mientras no mejore la calidad de las relaciones laborales en nuestro país. Es necesario promover una mayor creación del empleo de calidad, modernizando las políticas activas del mercado de trabajo y favoreciendo la creación de puestos de trabajo estables; mantener la trayectoria de incremento del SMI y derogar la reforma laboral, reequilibrando las partes de la negociación colectiva para preservar los derechos de los trabajadores.

La recuperación no será sostenida sin un cambio de modelo productivo en España, y dicho cambio no se hará sin una mejora significativa de la calidad del empleo y de las relaciones laborales. Una estructura productiva tecnológicamente avanzada y competitiva internacionalmente no se construye sobre unas relaciones laborales precarias y unos salarios bajos. Ese es realmente el gran riesgo que la economía española debe enfrentar.

Construir una recuperación sobre la base de empleos de baja calidad, temporales, de bajos salarios, volátiles y sin la participación de los sindicatos a través de la efectiva negociación colectiva en términos de igualdad de partes, recuperando la prevalencia del convenio del sector y la supervivencia de lo acodado y pactado hasta que sea sustituido por un pacto posterior, solo perpetuará el modelo productivo existente, dejando la economía española vulnerable a la volatilidad de los mercados y poco preparada para los desafíos que las transformaciones tecno-productivas exigen (digitalización, inteligencia artificial, robotización, internet de las cosas, etcétera).

España tiene una oportunidad para superar las deficiencias del pasado. Al interés general, a la dignificación de las condiciones de trabajo, a la creación de empleo estable y de calidad nos debemos emplear todos los que participamos en la mesa de modernización del mercado de trabajo. Las mujeres, los jóvenes y el conjunto de la ciudadanía llevan demasiado tiempo esperando.

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