El hombre que susurra a los consejeros delegados
Manfred Kets de Vries, el psicoanalista que intenta corregir los desvíos narcisistas de los directivos empresariales mejor pagados del mundo
Un poco de narcisismo no solo es bueno, sino inevitable. Para Manfred Kets de Vries, en cantidades moderadas es “el motor que a todos nos mueve” y una cualidad enteramente humana. El problema, según el psicoanalista al que consultan los consejeros delegados mejor pagados del mundo, está en pasarse y abandonar el razonable amor propio para adentrarse en la autoveneración. Sobre todo, cuando el líder que comete el exceso incurre en lo que este neerlandés de 78 años llama un narcisismo no constructivo “por haber sido herido en la infancia y querer demostrarle al mundo que estaba equivocado”.
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Un poco de narcisismo no solo es bueno, sino inevitable. Para Manfred Kets de Vries, en cantidades moderadas es “el motor que a todos nos mueve” y una cualidad enteramente humana. El problema, según el psicoanalista al que consultan los consejeros delegados mejor pagados del mundo, está en pasarse y abandonar el razonable amor propio para adentrarse en la autoveneración. Sobre todo, cuando el líder que comete el exceso incurre en lo que este neerlandés de 78 años llama un narcisismo no constructivo “por haber sido herido en la infancia y querer demostrarle al mundo que estaba equivocado”.
Con medio centenar de libros sobre el tema, Kets de Vries es el responsable del Centro de Liderazgo Global en la escuela de negocios INSEAD y uno de los fundadores de la Sociedad Internacional para el Estudio Psicoanalítico de las Organizaciones, además de dirigir su propia consultora. Demasiado conocido como para adoptar el nombre de coach con el que muchos colegas vencen los prejuicios contra la disciplina fundada por Sigmund Freud hace más de 100 años. Como dice el propio Kets de Vries a EL PAÍS durante una entrevista por Skype desde su casa de Grasse, en el departamento francés de los Alpes Marítimos, “sigue vigente esa idea de que alguien que acude a la psicoterapia es alguien al que no le funciona bien la cabeza”.
Pero la misma fama que le impide ocultar su condición de psicoanalista con MBA de Harvard es también la que le permite acceder al selecto grupo de los directivos mejor pagados del mundo. Un grupo formado por gente capaz de logros tan gigantescos como sus meteduras de pata. Baste recordar a Elon Musk haciendo perder miles de millones a los accionistas de Tesla cuando tuiteó que la valoración de la empresa era “demasiado alta”, o a Michael O’Leary hablando de imponer una tasa “para gordos” en los aviones de Ryanair. Deslices absolutamente evitables que podrían estar relacionados con la omnipotencia de líderes demasiado a gusto con sus propias genialidades.
¿El líder narciso nace o se hace? Según Kets de Vries, que en diciembre publicó su último libro sobre el tema (The CEO Whisperer), la fe en la propia capacidad se le supone a la mayoría y no tiene por qué ser siempre negativa. Como ejemplo de narcisismo constructivo pone a Richard Branson, fundador de Virgin, al que hace muchos años usó como caso de estudio con sus alumnos del INSEAD. “Cuando redacté el caso tuve la suerte de que Branson todavía no era famoso y pude hablar con su madre, que siempre tuvo muchas ambiciones para su hijo”, recuerda. “Y Freud ya habló de lo que significa ser el favorito de tu madre, algo que te da un montón de confianza en ti mismo, la sensación de que no puedes perder”.
El riesgo de la soberbia
Pero, aunque se empiece con buen pie, sobran los ejemplos de directivos que terminan instalados en la soberbia. Un fenómeno que, según Kets de Vries, tiene que ver con la psicología evolucionaria: “La gente admira a la figura de autoridad que representa el líder, una figura sobre la que ya se sabe que hay un montón de fantasías, empezando con los padres”. Esa admiración es una sensación placentera que muchos líderes buscan ampliar más y más, con casos extremos como el de Donald Trump: “Un ejemplo fantástico de desorden narcisista de la personalidad, con una combinación terrible de psicopatía que le hace extremadamente rencoroso”.
Para encontrar pistas de narcisismo desmedido, dice, nada como los edificios majestuosos, los jets privados y los aparcamientos exclusivos: “Poco a poco se va formando esa idea de privilegio, de que las reglas son para los demás, no para uno”. Hasta que el orgullo desmedido les lleva a “volar demasiado cerca del Sol y hacer que se les derritan las alas, como leemos una y otra vez en la prensa”.
Su solución ideal es una cultura de empresa con una saludable falta de respeto por el jefe y donde sea posible cantarle las verdades cuando mete la pata o dice estupideces. No es así en la mayoría de los casos, por lo que la función termina recayendo en consultoras externas de coaching. Hasta ellas, dice, caen en la tentación de dorarles la píldora a sus clientes. “He capacitado a miles de especialistas en coaching y he detectado que el problema está en los consultores demasiado hambrientos que les dicen a los directivos lo que quieren oír sin tomar un poco de distancia”. Según él, es un mal que aqueja incluso a las más prestigiosas consultoras, “que tienen clientes para toda la vida cuando lo que deberían hacer es autodestruirse”.
La autodestrucción, en cualquier caso, no puede darse antes de una terapia. “Nunca, nunca hay que ir de frente, porque entonces lo único que pasa es que se atrincheran. La terapia es una especie de yudo en el que cuando ellos empujan, tú te retiras; antes de cantarles las verdades, hay que desarrollar la relación; si no, se escapan y dicen que no te entienden, solo cuando has construido esta relación puedes mostrarles poco a poco algunas cosas, ir explorando escenarios con ellos”.
¿Hay algún caso de líder que rectificó tras sus consejos? Kets de Vries se ríe y menciona el caso de dos ejecutivos que pasaron por el INSEAD. La primera, una alumna a la que le gustaba escucharse, le sorprendió un día en el que no abrió la boca durante toda la clase. Cuando le preguntó qué ocurría, ella le explicó que en el almuerzo los compañeros le habían dicho que hablaba demasiado. “Los otros narcisistas le dijeron a esta narcisista que se callara”, recuerda divertido.
El otro caso es el de un exalumno a cargo de un gran imperio mediático que “no es Murdoch” (“Murdoch es un psicópata”, aclara). “Había sido estudiante mío hacía muchos años y el año pasado me llamó durante la pandemia para decirme: ‘Manfred, gracias a tu seminario tengo más coraje y he decidido que no voy a despedir a nadie, los altos cargos van a tener una reducción significativa de salario y vamos a donar dinero a los hospitales para adquirir EPI’. Me enorgullecí por él, una persona bastante ansiosa que estaba dispuesta a jugarse el cuello”.
Oficial de la Orden de Orange-Nassau, primer no estadounidense en recibir el International Leadership Award, doctor honoris causa de la IEDC Bled School of Management… La página de Kets de Vries en Wikipedia tiene material de sobra como para caer en la tentación del narcisismo. ¿Cuál ha sido su fórmula para evitarlo? “Tengo una mujer muy sabia y lo suficientemente inteligente como para cantarme las verdades sin decirme las cosas directamente”.