La inflación de la eurozona cumple las previsiones y se mantiene en el 0,9% en febrero

Los precios encadenan dos meses en positivo tras cinco caídas consecutivas en lo más duro de la pandemia

Varios compradores, en un mercado al aire libre en Berlín (Alemania) en octubre pasado.FABRIZIO BENSCH (Reuters)

La inflación se ha convertido, en cuestión de semanas, en el termómetro que los mercados y los economistas más pegados a la coyuntura miran con fruición para tratar de adivinar lo que está por venir: cualquier subida brusca pondría en aprietos a los bancos centrales, que se verían presionados para bajar el pistón a unos estímulos monetarios que siguen siendo vitales para una recuperación todavía a medio camino. El dato de la eurozona publicado este mart...

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La inflación se ha convertido, en cuestión de semanas, en el termómetro que los mercados y los economistas más pegados a la coyuntura miran con fruición para tratar de adivinar lo que está por venir: cualquier subida brusca pondría en aprietos a los bancos centrales, que se verían presionados para bajar el pistón a unos estímulos monetarios que siguen siendo vitales para una recuperación todavía a medio camino. El dato de la eurozona publicado este martes por la oficina estadística comunitaria (Eurostat) no mueve, sin embargo, ni un punto ni una coma sobre lo previsto: en febrero los precios subieron un 0,9% en los países de la moneda única, exactamente lo que tenían las casas de análisis en su hoja de ruta. Los precios encadenan así dos meses seguidos al alza, tras cinco caídas consecutivas en lo más duro de los confinamientos para evitar la expansión del coronavirus.

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Como viene siendo una constante en los últimos tiempos, las mayores subidas se dieron en los países del centro y el norte de la zona euro, donde el desplome económico del año pasado fue menor, su dependencia del sector servicios —el más golpeado por los cerrojazos— es más bajo y donde los niveles medios de prosperidad son notablemente más elevados: Países Bajos (+1,9% interanual) y Alemania (+1,6%) se situaron, una vez más, por encima de la media del club de la moneda única a pesar de las estrictas medidas de control dispuestas para contener la tercera ola del patógeno.

En el lado contrario, los mayores descensos se registraron en el sur de la eurozona: en Grecia, una economía devastada por la segunda gran crisis en menos de una década, el IPC se hundió un 1,9% interanual; en Eslovenia la caída fue del 1,1% y en Chipre, del 0,9%. España se situó en el rango medio, con una mínima caída del 0,1% que, sin embargo, devuelve el indicador a los números rojos que había abandonado en enero, cuando la magnitud de la inflación sorprendió a propios y extraños en todo el bloque del euro. Se trata, en todos los casos, de una primera estimación sujeta a posible revisión futura.

Por componentes, los precios de la energía registraron en febrero una bajada interanual del 1,7%, frente al retroceso del 4,2% de enero, mientras que los alimentos frescos se encarecieron un 1,4%, seis décimas menos que el mes anterior. Por su parte, los servicios subieron un 1,2%, frente al 1,4% de enero, y los bienes industriales no energéticos un 1%, medio punto porcentual menos.

Al excluir los componentes energéticos, por definición mucho más volátiles y expuestos en gran medida a las vicisitudes del petróleo y el gas natural en los mercados internacionales, la inflación de la eurozona en febrero fue del 1,2%, frente al 1,5% de enero. Dejando fuera también los alimentos, el alcohol y el tabaco, los precios subieron un 1,1%, tres décimas menos que en enero.

En este punto, el debate está entre quienes creen que el alza de precios será coyuntural y los que lo ven más permanente. En el primer bando están los analistas del banco neerlandés ABN Amro, que en una nota para clientes publicada poco antes de que Eurostat publicase la cifra de febrero descontaba una “subida mayor, hasta el entorno del 2% en los próximos meses por el encarecimiento de los alimentos y la energía, aunque en un movimiento que muy probablemente será de una sola vez, dando paso a una acusada caída en la inflación a medida que las presiones desinflacionistas del choque económico lleguen a su fin”.

En el lado contrario se encuentran quienes creen que se extenderá en el tiempo, al calor de un cierto recalentamiento de la economía por el levantamiento de las restricciones y el consumo derivado del ahorro embalsado. Eso añadiría un peso adicional sobre la ya cargada mochila de preocupaciones del Banco Central Europeo (BCE), de nuevo el mayor actor en primera línea de combate contra la crisis derivada de la covid-19.

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