El Eurogrupo vuelve a manos de los populares
El ascenso del irlandés Paschal Donohoe al frente del organismo supone el regreso del mando del Partido Popular Europeo
El ascenso del irlandés Paschal Donohoe, elegido este jueves para estar al frente del Eurogrupo, supone el regreso del organismo a manos del Partido Popular Europeo (PPE). Tras el conservador luxemburgués Jean-Claude Juncker, dos socialdemócratas –el holandés Jeroen Dijsselbloem y el portugués Mário Centeno— estuvieron al frente del organismo.
Jean-Claude Juncker (2005-2013)
La imagen más célebre de Jean-Claude Juncker en España es...
El ascenso del irlandés Paschal Donohoe, elegido este jueves para estar al frente del Eurogrupo, supone el regreso del organismo a manos del Partido Popular Europeo (PPE). Tras el conservador luxemburgués Jean-Claude Juncker, dos socialdemócratas –el holandés Jeroen Dijsselbloem y el portugués Mário Centeno— estuvieron al frente del organismo.
Jean-Claude Juncker (2005-2013)
La imagen más célebre de Jean-Claude Juncker en España es sin duda una de marzo de 2012 en la que estrangula con ambas manos al entonces ministro de Economía, Luis de Guindos. La fotografía resume el carácter bromista, incluso irreverente, de Juncker. Pero en ese momento en España también era el símbolo de la asfixia a la que se estaba sometiendo a los países del sur. Y a pesar de no ahorrarse las críticas a la UE, Juncker lideró un Eurogrupo que no dudó en exigir más recortes a Grecia, España o Portugal –”gobierne quien gobierne”, dijo en una ocasión—.
Juncker es uno de los principales rostros de la política europea desde los años noventa de la década pasada. Durante 18 años fue primer ministro de su país. Incluso compatibilizó ese cargo con el de ministro de Economía. La confianza que tenían Alemania y Francia en este político ya de prestigio le convirtieron en 2005 en el primer presidente del Eurogrupo.
Al frente de ese órgano informal estuvo ocho años. Tuvo que capear la Gran Recesión y la crisis de la deuda soberana, en la que se llevaron a cabo los grandes rescates y los enormes recortes. No fue hasta casi una década después del inicio de la crisis griega cuando pidió perdón a Atenas por haber aplicado una “austeridad irreflexiva” y haber dado “demasiada importancia” al Fondo Monetario Internacional. “Hemos sido insuficientemente solidarios con Grecia, hemos insultado a Grecia”, afirmó.
A ese mea culpa lo entonó ya cuando enfilaba el final de su mandato como presidente de la Comisión Europea. El Eurogrupo no fue la estación de llegada. Juncker no repitió como primer ministro en 2013 y vio cómo una coalición de liberales, socialdemócratas y verdes se hacía cargo de Luxemburgo. También entonces puso punto final a su mandato al frente del Eurogrupo. Pero en 2014 tomaba las riendas del Ejecutivo comunitario. Fue en noviembre cuando dejó la vida política para dedicarse a escribir sus memorias.
Jeroen Dijsselbloem (2013-2018)
Al laborista holandés Jeroen Dijsselbloem le perseguirá siempre una frase que dijo en una entrevista al Frankfurter Allgemeine Zeitung sobre los países del sur. “En la crisis del euro, los países del euro del Norte han mostrado su solidaridad con los países en crisis. Como socialdemócrata considero la solidaridad extremadamente importante. Pero quien la exige también tiene obligaciones. No puedo gastarme todo mi dinero en licor y mujeres y a continuación pedir ayuda”, sostuvo el holandés.
Tal fue el impacto de esa frase que algunos países del sur de la UE rechazaron apoyarle cuando se presentó a la carrera por la dirección del Fondo Monetario Internacional (FMI). No fue el caso de España, que decidió apoyarle una vez Nadia Calviño se apeó de la carrera. Pero seguramente no solo el sur tenía cuentas pendientes con este ingeniero agrónomo, cuyo lenguaje demasiado directo le costó tener que dar varias explicaciones. A la exprimera ministra británica, Theresa May, le dijo que el Reino Unido amenazaba en convertirse en “un paria y en un paraíso fiscal”, mientras que de su antecesor, Jean-Claude Juncker, dijo que “bebía y fumaba demasiado” en las reuniones.
Dijsselbloem llegó a la jefatura del Eurogrupo por una doble carambola. Según cuenta en su libro The euro crisis, Juncker quería dar la vicepresidencia de la Comisión Europea al socialdemócrata alemán Martin Schulz y Alemania había prometido en 2013 la presidencia del Eurogrupo a Luis de Guindos. La Haya arriesgó y ganó. Merkel, según relata, vetó a Schulz y Juncker dio la vicepresidencia al laborista Frans Timmermans. Por su parte, Dijsselbloem se escudó en que el Partido Popular Europeo (PPE) tenía ya en sus manos la Comisión y el Consejo para reclamar para los socialdemócratas esa silla en ese complejo tablero del reparto de cargos en Bruselas.
El holandés no dudó en seguir la estela de Juncker y pedir más ajustes y reformas, tanto a Grecia como a España. Si no fuera por la presencia del alemán Wolfgang Schäuble, podría haber sido el gran antagonista del griego Yannis Varoufakis en los peores momentos de la crisis griega, aunque tal vez en un signo de desprecio el exministro de izquierdas repite en varias ocasiones en su libro Adults in the room que la persona más poderosa de Bruselas era el número dos del holandés, el austriaco Thomas Wieser.
Sus detractores le achacan sus malos modos y su obsesión por que los países en apuros aplicaran reformas. Bajo su presidencia, se vivieron momentos de máxima tensión, como los corralitos de Chipre y Grecia. Y a su vez, se evitó el Grexit, cuyas consecuencias hubieras sido impredecibles. Pero también tiene partidarios. Algunos analistas creen que su fuerte personalidad dio un importante perfil a la presidencia el Eurogrupo, capaz de mover los mercados financieros. Recuerdan, además, que fue uno de los autores del Informe de los cinco presidentes, en el que proponía dar un empuje a la integración fiscal y bancaria a la zona euro.
Mário Centeno (2018-2020)
Tras cinco años de presidencia en el Norte, los miembros de la zona euro decidieron entregar la presidencia a la zona euro al Sur. Y lo hicieron a un economista, Mário Centeno, que fue capaz de enderezar las cuentas de Portugal desde un déficit del 4,4% hasta un superávit fiscal. Bajo su mando, el país salió de la tutela de Bruselas, del programa de rescate y devolvió los préstamos al FMI. El propio Schäuble lo calificó del “Ronaldo de las finanzas”.
Pero seguramente Centeno ha apreciado más que haya sido el ministro más popular de todo el gobierno de António Costa. Algo muy poco frecuente en un responsable de las Finanzas de un país. Su entorno recuerda que nunca se ha considerado un político de raza, sino más bien un economista que decidió emprender una aventura temporal en política. Ahora ha decidido poner punto final a ese periodo y aceptar el cargo de gobernador del Banco de Portugal después de que, al igual que Dijsselbloem o Calviño, fracasara en su intento de dirigir el FMI.
Los detractores de Centeno sostienen que ha rebajado el perfil del Eurogrupo. Sus partidarios creen, no obstante, que una vez superada la crisis muchos países no han querido avanzar en las reformas del euro que puso en la agenda de Bruselas. Aun así, en su carrera resalta el haber sido el primer presidente del Eurogrupo en dejar atrás las políticas de austeridad y abogar por los estímulos o haber puesto el foco en cuestiones como las desigualdades sociales. También logró avances en la reforma del fondo de rescate (Mede) o del fondo de garantía de depósitos, aunque acabaron igualmente empantanados por las pocas ganas de los ministros de progresar.
Sin embargo, Centeno se va con la satisfacción de haber cerrado un paquete de emergencia de 540.000 millones de euros para proteger empresas, trabajadores y finanzas públicas ante la peor crisis que ha atravesado Europa en tres cuartos de siglo. Y en un tiempo, además, impensable en otras épocas. Se marcha haciendo su aportación sobre la reforma de las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que a su juicio es momento de revisar.