Mickey Mouse lleva mal la distancia social
Disney atraviesa uno de los momentos más delicados de su historia debido a su apuesta por cruceros y parques temáticos
La Fuerza ya no está con Walt Disney. Desde luego, el virus ha sido destructivo. La firma de entretenimiento ha cerrado 14 parques temáticos (con 157 millones de visitantes), cancelado sus cuatro cruceros (con capacidad para 13.400 personas) y detenido la construcción de tres más (a un coste cercano a los 1.000 millones de dólares la embarcación), ...
La Fuerza ya no está con Walt Disney. Desde luego, el virus ha sido destructivo. La firma de entretenimiento ha cerrado 14 parques temáticos (con 157 millones de visitantes), cancelado sus cuatro cruceros (con capacidad para 13.400 personas) y detenido la construcción de tres más (a un coste cercano a los 1.000 millones de dólares la embarcación), frenado la edificación de una segunda isla privada (Eleuthera) en las Bahamas, parado 29 producciones teatrales en cuatro continentes, cerrado 42.000 habitaciones de hotel y detenida la producción (sus guionistas siguen tecleando) de sus cuatro estudios de televisión que preparan 70 shows. Hay que tomar aire… ¿La Fuerza ya no está con Disney? Quizá parte se diluyó el 14 de diciembre de 2017. Muchísimo antes del coronavirus y su despertar.
Ese día, Disney anunció la adquisición por 52.400 millones de dólares de los estudios 20th Century Fox (unos 47.800 millones de euros al cambio actual). Pero seis meses después irrumpió Comcast y forzó a la empresa a pagar un porcentaje que Bob Iger, su presidente ejecutivo y una leyenda en la firma, nunca imaginó. El 34% más. Disney desembolsó 71.300 millones de dólares. Unos números que contrastan con los 4.100 millones de dólares que pagó en 2012 por la productora Lucasfilm, dueña del multimillonario universo Star Wars. Desde entonces, aunque la compañía ha mejorado en varias áreas del negocio, esa cifra pesa en una empresa que es la mayor licenciataria de merchandising del planeta, con 51.000 millones de euros de facturación.
Pero cómo llevar la contraria a un ejecutivo que quintuplicó el valor de la acción en 14 años, en 2019 tuvo 7 de los 10 mayores éxitos de taquilla y lanzó un servicio de streaming (Disney+) que planta cara a Netflix y que algunos analistas creen que podría generar en cinco años 30.000 millones de dólares. De hecho, solo seis meses después de su presentación ya suma 54,4 millones de suscriptores. Casi el objetivo de 2024.
Sin embargo, irrumpió la covid-19. Las cifras del primer trimestre muestran una caída de los ingresos de 1.400 millones de dólares; un desplome de los beneficios del 91% frente al año anterior por el cierre de parques, cancelaciones de cruceros y producciones de cine y televisión, y la anulación del reparto (algo que no sucedía desde 1962) de 1.600 millones de dólares en dividendos semestrales. Además 120.000 personas —más de la mitad en parques— han sido suspendidas de empleo.
Visiones contrapuestas
John Hodulik, de UBS, asegura en una nota que los “inversores están preparándose para un segundo trimestre brutal”. Otros, en cambio, ven el reverso de la trama. Ivan Feinseth —bróker de Tigress Financial— defiende que este golpe de abril es “una oportunidad de compra [de acciones] a corto plazo”. Mientras, Morgan Stanley alumbra las “posibilidades [que tiene] la distribución de películas”. Ahí, el verano puede calentar el negocio. “Disney tiene varios lanzamientos importantes planeados para abrir los cines a finales de julio y durante el resto del año, lo que debería ayudar a proporcionar un rebote sólido al estudio”, reflexiona Shawn Robbins, especialista de la revista centrada en la industria del cine Boxoffice Pro. Como adelanto, en diciembre, Steven Spielberg estrenará con 20th Century West Side Story. Un contrapeso que ayudará a la compañía a compensar que Bob Iger haya dirigido el crecimiento durante años (en 2019 invirtió 4.100 millones) hacia los parques y alojamientos. Sin duda, los peores destinos en una pandemia.
Pese a todo hay, como en tantas otras actividades, esa persecución de la urgencia por volver a la normalidad. Los parques temáticos en Orlando (Florida), Magic Kingdom, Animal Kingdom, Hollywood Studios y Epcot planean, acorde con EFE, abrir gradualmente a mediados de julio. Un mes antes, también en Florida, podrían abrirse SeaWorld y Busch Gardens. Aunque la Administración estadounidense tira los dados y, quizá, a pesar de las medidas de seguridad, se juega vidas. “Todo puede cambiar si los contagios y las muertes empiezan a subir otra vez”, alerta Jim Nail, analista de la consultora Forrester Research. Y añade: “Bob Chapek, nuevo consejero delegado de Disney [Iger abandonó el cargo el pasado 26 de febrero, aunque sigue de presidente], ha sugerido que el parque puede operar a un nivel más bajo de capacidad si siente que va en favor de la salud y la seguridad de sus huéspedes y trabajadores”.
¿Pero resulta Disneyland rentable por debajo del 30% de su aforo? Ese es el porcentaje que permite el parque de Shanghái, reabierto el pasado 11 de mayo. Parece difícil. Los visitantes deberán llevar mascarillas y mantener la distancia social con Mickey Mouse, Pluto y los demás personajes. Una separación que será también inevitable en los números. “No esperamos que los ingresos vuelvan a los niveles anteriores [a la pandemia] hasta el año fiscal [cierra el ejercicio en septiembre] de 2022”, prevé Bernie McTernan, de Rosenblatt Securities. Y apunta: “Es un lastre para la rentabilidad de la compañía, pero también puede ser un catalizador pensando en examinar la estructura de costes y limitar el impacto”.
Sin embargo, es una lógica muy estadounidense saber manejarse con los vientos en contra. Si este trimestre los parques permanecen cerrados dos meses, supondrá —acorde con Goldman Sachs— 280 millones de dólares de pérdidas, concentradas sobre todo en los espacios asiáticos. Pero algunas de las 312 tiendas en Estados Unidos, Europa, Japón y China están listas para volver a abrir y el establecimiento online de la empresa crece en nuevos clientes. Evidentemente, nadie duda de que la fantasía atraviesa un mal momento. “Todos los deportes en vivo (lo que afectará a su cadena ESPN) permanecerán cerrados en junio y también la mayoría de las salas de proyección; por tanto, Disney no tendrá ingresos de las películas”, calcula Laura Martin, analista de Needham. De hecho, se ha pospuesto la finalización de Black Widow de Marvel y Soul (Pixar). Pero antes del virus la acción estaba en máximos históricos, y el ser humano necesita el cine, el ocio y el teatro. Incluso lo sabe el Banco Central Suizo, que gestiona 887.000 millones de dólares en activos. Durante el primer trimestre del año —en plena crisis— acaparó títulos de Apple, General Electric y Disney.
Los herederos critican las altas remuneraciones de los ejecutivos
Disney no es una empresa como las demás. Pertenece a la esencia estadounidense como los Padres Fundadores a la creación de los valores del país. Es Walt Disney. Pero también es Alva Edison, Henry Ford, Steve Jobs. La innovación y la libertad de crear. Lo mejor —con sus esquinas oscuras— de una nación. Y en esa oscuridad, los responsables de Disney disfrutan de unos salarios enormes. Bob Iger, presidente ejecutivo, ganó 65,6 millones de dólares en 2018 y 47 millones el año pasado. Su último paquete de retribuciones supera en más de 900 veces el salario medio (52.000 dólares, unos 48.000 euros) de un trabajador de Disney. Mientras, por culpa de la crisis, 120.000 asalariados están suspendidos de empleo. Esta inequidad representa un profundo riesgo de imagen en una empresa que defiende la esencia de una tierra. “No tengo ningún papel en la compañía”, ha tuiteado Abigail Disney, cineasta, ganadora de un Emmy y nieta del cofundador de la firma, Roy Disney. “Solo soy una ciudadana preocupada. Pero también soy heredera. Y llevo ese nombre conmigo a todas partes. Y tengo una conciencia con la que me resulta muy difícil sentarme cuando veo que se comenten abusos que portan ese apellido”, denunció hace poco.