Opinión

Una sorpresa positiva e inesperada

Podríamos estar ante un ‘efecto rebote’ como el que se produjo en otras salidas de recesión

La economía española ha salido técnicamente de la recesión. Ahora tendría que venir una fase de recuperación del crecimiento y del empleo.

De hecho, en las crisis que vivimos a lo largo de las últimas décadas, las de los años noventa, ochenta o setenta, una vez acababa la fase de recesión, la economía acostumbraba a dar un brinco que hacía que se recuperase relativamente rápido el crecimiento y el empleo. El impulso para ese rebote acostumbra a venir a través del aumento de la inversión empresarial, que a su vez tira de la producción y del empleo.

En esta ocasión, sin embargo, lo...

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La economía española ha salido técnicamente de la recesión. Ahora tendría que venir una fase de recuperación del crecimiento y del empleo.

De hecho, en las crisis que vivimos a lo largo de las últimas décadas, las de los años noventa, ochenta o setenta, una vez acababa la fase de recesión, la economía acostumbraba a dar un brinco que hacía que se recuperase relativamente rápido el crecimiento y el empleo. El impulso para ese rebote acostumbra a venir a través del aumento de la inversión empresarial, que a su vez tira de la producción y del empleo.

En esta ocasión, sin embargo, los pronósticos de los expertos no apuntan a un efecto rebote. A pesar de los datos esperanzadores que se van conociendo (comportamiento de las exportaciones, caída de la prima de riesgo, recuperación de la Bolsa, el retorno de la inversión extranjera, etcétera), el consenso entre analistas es que la recuperación se hará esperar y será lenta.

¿Por qué, a pesar de esas señales esperanzadoras, los expertos no confían en una recuperación rápida y sostenida de nuestra economía? Fundamentalmente por una razón. Piensan que el elevado endeudamiento privado español es una pesada losa sobre las espaldas de las empresas que les impedirá aumentar su inversión para dar prioridad a desendeudarse.

Sin embargo, pienso que hay margen para sorpresas positivas. De hecho, la economía española nos ha estado ofreciendo una de esas sorpresas durante los últimos años, una sorpresa que es motivo para la autoestima: el extraordinario comportamiento exportador de bienes. Wolfgang Münchau, un analista del influyente Financial Times, ha dicho que lo poco de positivo que ha ofrecido la economía europea en los años de crisis es el extraordinario comportamiento exportador español. Pero hay que tener en cuenta que esa capacidad competitiva no surge a partir de la crisis, sino que viene desde inicios de este siglo.

¿Hay motivos para otro tipo de sorpresas positivas? Los hay. Mi impresión es que si las cosas no se vuelven a torcer en Europa y se mantiene el crecimiento de EE UU y de los países emergentes, la recuperación española puede ser más rápida e intensa de lo que se pronostica.

Vamos a ver. ¿Cuál es la principal razón para dudar de la solidez de la recuperación? Como he dicho, la contracción del crédito asociada al excesivo endeudamiento del sector privado, especialmente del sector empresarial. Para los analistas e instituciones como el Fondo Monetario Internacional, este endeudamiento excesivo es el principal obstáculo para la recuperación española.

Sin embargo, el buen comportamiento exportador me ha llevado a preguntarme si no habrá en la economía española otras sorpresas escondidas que el consenso de los expertos no captan.

La respuesta a mi pregunta la he encontrado leyendo un documento de trabajo del Departamento de Estudios Económicos de la Cámara de Comercio de Barcelona, dirigido por el economista Joan Ramón Rovira. Utilizando la base de datos AMECO de la Comisión Europea, analiza la evolución, antes y después de la crisis, de la capitalización, la deuda, el excedente bruto, los márgenes y los beneficios de las empresas no financieras españolas, y los compara con los de EE UU, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y Japón.

El estudio muestra una mejora notable de todas las variables mencionadas. En particular, una evolución alcista de los beneficios que es totalmente atípica en comparación con las otras economías mencionadas.

Con buen criterio, los autores advierten, sin embargo, que estos resultados pueden estar sujetos a una elevada dispersión, en el sentido de que se concentren en determinados sectores y empresas. Pero, en cualquier caso, están diciendo que en conjunto el sector empresarial español está evolucionando rápidamente hacia una mejora importante de su capitalización y de la sostenibilidad de su endeudamiento.

Este comportamiento alcista de los beneficios permite concluir a los autores que el sistema empresarial español genera recursos internos suficientes como para, por un lado, financiar las inversiones necesarias y, por otro, desendeudarse. En estas circunstancias, la restricción crediticia bancaria podría no ser un obstáculo tan importante para la recuperación como señala el consenso actual entre los expertos. Podríamos estar ante un escenario en el que es posible desendeudarse y crecer.

Estos resultados son una sorpresa positiva e inesperada. El corolario es que hay una probabilidad significativa de que la inversión empresarial, y a continuación la economía en su conjunto, repunten con más fuerza de la que ahora pronostican los analistas. Por tanto, permiten anticipar una recuperación de la economía española sobre bases más sólidas que las que señalan los expertos. Si las autoridades europeas y nuestros Gobiernos no lo estropean, como hicieron en 2010, podríamos estar ante un efecto rebote como el que se produjo en otras salidas de recesión.

Naturalmente, se pueden poner objeciones a este aumento de los beneficios. Como es sabido, los márgenes empresariales son la inversa de los costes laborales reales unitarios. Por tanto, detrás de la evolución alcista de los márgenes está la caída salarial de los últimos años y la destrucción de empleos. Esa es una realidad innegable. Pero quizá se pueda aliviar recordando que los beneficios de hoy son la inversión de mañana y el empleo de pasado mañana. Esperemos que así sea.

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