Crítica:palabras de madrid | críticas

Prestigio y grandeza

Si el paseante transita por la parte oriental del Retiro, muy cerca de la avenida de Menéndez Pelayo y frente al barrio de Ibiza, cruzará ante dos grandes jaulas hechas con rocalla y mampuesto. Se asemejan a grutas oscuras y misteriosas. Son vestigios de un primigenio parque zoológico existente en el Buen Retiro mediado el siglo XVIII, muy unido a la historia de la ciudad y heredero de las colecciones que, desde antaño, reunieron en Madrid reyes españoles desde tiempos de Enrique IV de Trastamara hasta Carlos IV de Borbón. Procedían de caprichosas adquisiciones regias o bien de regalos de Es...

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Si el paseante transita por la parte oriental del Retiro, muy cerca de la avenida de Menéndez Pelayo y frente al barrio de Ibiza, cruzará ante dos grandes jaulas hechas con rocalla y mampuesto. Se asemejan a grutas oscuras y misteriosas. Son vestigios de un primigenio parque zoológico existente en el Buen Retiro mediado el siglo XVIII, muy unido a la historia de la ciudad y heredero de las colecciones que, desde antaño, reunieron en Madrid reyes españoles desde tiempos de Enrique IV de Trastamara hasta Carlos IV de Borbón. Procedían de caprichosas adquisiciones regias o bien de regalos de Estado tan voluminosos como el de un elefante indio traído de Filipinas como obsequio a Carlos III, un nabab indio de Missore, o bien una partida de renos enviada por Gustavo III Vassa de Suecia. De su historia da documentada noticia Carlos Gómez-Centurión, profesor de Historia Moderna en la Universidad Complutense, que ha investigado la azarosa vida de aquellas especies que figuraron en los ajuares regios de la Corona española, obligada a prestigiarse así por su entidad imperial, según la moda secular al uso. Gómez-Centurión ha espigado numerosos archivos para extraer los sustanciosos datos como el que indica que la cabaña real llegó a consumir más de 14.000 libras de carne al año para alimento de cuadrúpedos y de aves.

Desde los robos de plumas de regios avestruces, para nutrir los tocados de algunas damas de alcurnia, hasta el hurto popular de carne de caballerías muertas destinada a los animales, para ser consumida en míseros hogares plebeyos durante las reiteradas pestes que atribularon la ciudad, Gómez-Centurión traza un retablo conmovedor de la época y de los avatares también sufridos por aquellas infortunadas especies. El libro recrea con precisión y desenvuelta prosa un fragmento relevante de la vida madrileña de aquella época.

Alhajas para soberanos. Los animales reales en el siglo XVIII: de las leoneras a las mascotas de cámara. Editorial Junta de Castilla y León. Consejería de Cultura y Turismo. 447 páginas. 40 euros.

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