Editorial:

Límites a las agencias

Las agencias de calificación crediticia son instituciones centrales en el funcionamiento de los mercados financieros. Permiten a los inversores valorar la relación rentabilidad-riesgo en aquellos instrumentos financieros de emisión de valores con proyección global. Pero la crisis financiera ha revelado tres limitaciones en el comportamiento de las tres agencias que dominan el mercado del rating: Standard & Poor's, Moody's y Fitch. La primera es la insolvencia técnica. Los modelos en que estas compañías han basado sus veredictos han fallado grave y persistentemente. Fueron incapaces de a...

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Las agencias de calificación crediticia son instituciones centrales en el funcionamiento de los mercados financieros. Permiten a los inversores valorar la relación rentabilidad-riesgo en aquellos instrumentos financieros de emisión de valores con proyección global. Pero la crisis financiera ha revelado tres limitaciones en el comportamiento de las tres agencias que dominan el mercado del rating: Standard & Poor's, Moody's y Fitch. La primera es la insolvencia técnica. Los modelos en que estas compañías han basado sus veredictos han fallado grave y persistentemente. Fueron incapaces de advertir de la dudosa calidad de los instrumentos que vehiculaban hipotecas de alto riesgo, el germen inicial de la infección que desencadenó la actual crisis.

Es probable que esos fallos fueran debidos, además de a insuficiencia técnica, al conflicto de intereses que se produce en las agencias al concurrir en ellas tareas de evaluación junto con las de asesoramiento o consultoría a los emisores, destinadas precisamente a optimizar la obtención del rating. Esta anomalía se llama trato de favor a los principales clientes.

La última anomalía, que debe corregirse con regulación, es el dominio del mercado que ejercen Moody's, Fitch y S&P. En países como China o Brasil, otras firmas han conseguido cuotas de mercado, pero globalmente son las tres citadas quienes copan el mercado. Dominio tanto más cuestionable en cuanto, en el mejor de los casos, han ido detrás de los acontecimientos.

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Hará bien la Comisión Europea en eludir a los grupos de presión específicos y regular a fondo esta actividad. No debe limitarse a exigir el aviso previo a los Gobiernos, a permitir denuncias por errores o a poner coto a las calificaciones de países en fase de rescate. Ha de procurar sobre todo que aumente la oferta de agencias, que se levanten las barreras de hecho que existen en esa actividad. Así se garantizará mejor el funcionamiento de los mercados financieros basado en el juego limpio.

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