En abril de 2007, el influyente semanario The Economist retrató a Sarkozy como un rutilante Napoleón victorioso a caballo; en mayo de 2009, en plena crisis, subido al primer cajón del pódium, por delante de Angela Merkel, simbolizaba el buen pulso económico de Francia frente a la recesión mundial.En el último número, publicado esta semana, aparece convertido en un enano, oculto dentro del gorro de Napoleón, caminando detrás de una esplendorosa Carla Bruni.
A Sarkozy le critican algunos de sus fieles no guardar cierta altura presidencial, esto es, no comportarse como un auténtico presidente de la República. Le achacan el enredarse en demasiadas guerras, el exponerse mucho y recibir bofetadas que debería evitar.
"Ratko Mladic está en Serbia. No tenemos razones para pensar que no se encuentre allí". La fiscalía del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) contesta sin rodeos a la pregunta sobre el paradero del ex general serbobosnio, acusado del genocidio de Srebrenica.
En la céntrica calle Drottninggatan de Estocolmo se montó un pequeño escenario sobre el que representantes de los partidos se alternan para dar discursos. Con disciplina escandinava, los oradores se suceden ante el intenso flujo peatonal de la calle, repleta de tiendas y cafés.
Aunque desconocida en el campo de la política, Christine O'Donnell, cuya victoria esta semana en las primarias de Delaware ha estremecido a EE UU, cuenta con una larga e intensa actividad en la lucha por restaurar la estricta moral calvinista en esta sociedad, aparentemente conquistada por la perversión y la lascivia.