Análisis:

Adopciones sin control

Hace un año y medio, una carta de una mujer sacó a la luz las sombras existentes sobre la clínica San Ramón, de Madrid. Esa mujer -y decenas más- se habían ido enterando de que sus padres eran solo sus padres adoptivos. Y es que numerosos recién nacidos fueron dados en adopción al poco de haber sido alumbrados en ese centro médico en los años setenta y ochenta del siglo pasado. La publicación del caso en EL PAÍS reveló la existencia de cientos de personas obsesionadas con descubrir quiénes eran sus madres biológicas. En vano: no hay ningún rastro documental que aclare su turbio proceso ...

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Hace un año y medio, una carta de una mujer sacó a la luz las sombras existentes sobre la clínica San Ramón, de Madrid. Esa mujer -y decenas más- se habían ido enterando de que sus padres eran solo sus padres adoptivos. Y es que numerosos recién nacidos fueron dados en adopción al poco de haber sido alumbrados en ese centro médico en los años setenta y ochenta del siglo pasado. La publicación del caso en EL PAÍS reveló la existencia de cientos de personas obsesionadas con descubrir quiénes eran sus madres biológicas. En vano: no hay ningún rastro documental que aclare su turbio proceso de adopción.

La clínica San Ramón se vio salpicada en 1981 por una operación policial que culminó con la detención de cinco mujeres y un hombre por venta de bebés. Las investigaciones se iniciaron al saber la policía que una prostituta madrileña había dado a luz a un niño y que este había sido entregado, previo pago, a un matrimonio valenciano. No era el único caso.

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Según informó entonces la policía, "el centro en el que fueron asistidas las parturientas fue la clínica San Ramón, donde obtenían toda clase de facilidades para ocultar su identidad". "En las certificaciones presentadas ante el registro civil constaba que el recién nacido era hijo de madre desconocida".

La Ley de Adopción de 11 de noviembre de 1987, promulgada para poner orden en esta cuestión, admitía en su preámbulo que "en la legislación anterior [había] una falta casi absoluta de control de las actuaciones que preceden a la adopción". Eso "permitía en ocasiones el odioso tráfico de niños" y "daba lugar, otras veces, a una inadecuada selección de los adoptantes". La nueva ley recortó el inmenso poder del tocólogo que certificaba el parto y, además, le obligaba a comunicar a las autoridades cada caso de adopción. Pero antes de eso, ¿cuántas tropelías hubo? Imposible saberlo.

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