Análisis:EL ACENTO

Honores comprados

Primera cuestión: los honores ¿se merecen o se compran? José María Aznar cree que se pueden comprar. Segunda cuestión: ¿con qué dinero hay que pagar los honores y las medallas? Aznar cree que con dinero público. Las respuestas pueden ser tan tajantes porque el Gobierno español contrató en 2003 al bufete estadounidense Piper Rudnick para "reforzar sus relaciones con la Casa Blanca" a cambio de una retribución de 2,3 millones de dólares; y, como parte de esa ayuda, Piper Rudnick tenía el encargo de presionar para que al (entonces) presidente Aznar se le concediera la Medalla de Oro del Congreso ...

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Primera cuestión: los honores ¿se merecen o se compran? José María Aznar cree que se pueden comprar. Segunda cuestión: ¿con qué dinero hay que pagar los honores y las medallas? Aznar cree que con dinero público. Las respuestas pueden ser tan tajantes porque el Gobierno español contrató en 2003 al bufete estadounidense Piper Rudnick para "reforzar sus relaciones con la Casa Blanca" a cambio de una retribución de 2,3 millones de dólares; y, como parte de esa ayuda, Piper Rudnick tenía el encargo de presionar para que al (entonces) presidente Aznar se le concediera la Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos. Conclusión provisional: la elegancia y el respeto a la opinión de sus conciudadanos no parecen ser el fuerte de Aznar. El Tribunal de Cuentas acaba de abrir un expediente para investigar las circunstancias contables y administrativas de aquel contrato. Al margen del feo gesto de Aznar y su Gobierno, al tribunal todavía le corroen algunas dudas.

No es lo mismo aprovechar un acuerdo vigente con un lobby para encargarle que, además de las tareas de relación entre Gobiernos, se ocupe de favorecer la imposición de una medalla al presidente del Gobierno, que disfrazar la busca y captura de esa medalla, objetivo principal, con la adición de otras tareas, estas sí de interés público. Ese rastro inverso es el que busca el instructor del expediente del tribunal. A la vista de los indicios que encuentre, la Fiscalía y la Abogacía del Estado podrán pronunciarse de nuevo sobre el archivo del expediente.

El expediente del Tribunal de Cuentas debe leerse como una causa de nobleza. Mal puede merecerse una medalla quien tiene que buscar favores para conseguirla. Las explicaciones del PP (la medalla, dicen, hubiera beneficiado a toda la sociedad española) trazan una doble grieta en la perfección del cinismo. Desciende el partido a tergiversar lo inexplicable (el silencio hubiera sido lo mejor) y lo hace con una razón pueril. "¡Qué diferencia con el temple del auténtico mentiroso, con sus afirmaciones francas y valientes, su soberbia irresponsabilidad, su desdén natural y saludable por cualquier clase de pruebas!". Tal parece que Oscar Wilde estuviera describiendo a los protagonistas del caso de la medalla.

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