Las secuelas del temporal

"Parece que vivamos en la Edad de Piedra"

Dos jerséis polares, la bata, dos pantalones y dos calcetines. Todo es poco para abrigarse cuando cae la noche en un municipio sin electricidad como Sant Feliu de Guíxols (Baix Empordà). "¡Estamos helados! ¡Parece que vivamos en la Edad de Piedra!", se lamentaba Isabel Garrido, de 54 años. Ella y su marido llevaban ayer 24 horas valiéndose de velas y de un hornillo que les dejó un familiar para cocinar. "Si tuviésemos una estufa de butano...". La vida a oscuras no es vida: sin calefacción, sin agua caliente, sin televisión, sin ordenadores... "Sin nada", resume ella.

La situación se rep...

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Dos jerséis polares, la bata, dos pantalones y dos calcetines. Todo es poco para abrigarse cuando cae la noche en un municipio sin electricidad como Sant Feliu de Guíxols (Baix Empordà). "¡Estamos helados! ¡Parece que vivamos en la Edad de Piedra!", se lamentaba Isabel Garrido, de 54 años. Ella y su marido llevaban ayer 24 horas valiéndose de velas y de un hornillo que les dejó un familiar para cocinar. "Si tuviésemos una estufa de butano...". La vida a oscuras no es vida: sin calefacción, sin agua caliente, sin televisión, sin ordenadores... "Sin nada", resume ella.

La situación se repetía en distintas zonas de Girona. La solución para quitarse el frío era variopinta. Desde meterse en la cama a las 21.30 para entrar en calor, como hizo Carlos, de 55 años, hasta dirigirse a primera hora de la tarde, con mucho cuidado, a comprar una estufa a 34 kilómetros, en Girona, el lugar más cercano con vida.

Muchas familias no se han podido duchar ni tomar un plato caliente de comida. Eva Sanz, de 34 años, optó por la imaginación y encendió la barbacoa. "¿Cuándo vamos a saber algo? ¡Es que nadie nos va a decir nada!", se preguntaba exasperada. Endesa mantuvo hasta última hora de ayer que el 70% de los abonados iban a recuperar la luz a las nueve de la noche.

En algunas zonas la incomunicación era total. Ni teléfono, ni calefacción, ni nada. Fue el caso de Montse, que vive en el núcleo de Sant Mateu de Montnegre, cerca de Girona. La nieve le llegaba a la cintura, pero a media mañana se armó de valor y llegó hasta casa de sus vecinos, situada a unos 400 metros. Les pidió el teléfono fijo para poder hablar con su familia. "Estaban preocupados, no sabían nada de nosotros desde el lunes por la tarde", explicó la mujer, que vive con su marido y sus dos hijos pequeños.

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