Columna

Entre nosotros está el asesino, dijo Poirot

El PP ha ganado, de momento, la guerra de encuadres o frames, que son explicaciones de las cosas a gusto de cada uno, y en particular, en este caso que me ocupa, explicaciones e inculpaciones sobre la crisis económica internacional y/o local. Esa es la cuestión principal que funda la pregunta ¿quién es el culpable de la crisis? Pues bien, el culpable es Zapatero, of course (hay que ir metiendo inglés en todo, por cierto, que el español no tiene futuro y el gallego es cosa de fanáticos radicales como Rosalía y Castelao). Bien, y dicho esto para entrar en calor y materia, si el cul...

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El PP ha ganado, de momento, la guerra de encuadres o frames, que son explicaciones de las cosas a gusto de cada uno, y en particular, en este caso que me ocupa, explicaciones e inculpaciones sobre la crisis económica internacional y/o local. Esa es la cuestión principal que funda la pregunta ¿quién es el culpable de la crisis? Pues bien, el culpable es Zapatero, of course (hay que ir metiendo inglés en todo, por cierto, que el español no tiene futuro y el gallego es cosa de fanáticos radicales como Rosalía y Castelao). Bien, y dicho esto para entrar en calor y materia, si el culpable de la crisis mundial en el caso del Reino de España es el presidente del Gobierno, ¿quién es el culpable del incremento del paro en el antiguo Reino de Galicia?

Hay que ir metiendo inglés, que el español no tiene futuro y el gallego es cosa de fanáticos radicales

Si el francés estuviera de moda diríamos cherchez la femme, y esto nos llevaría quién sabe a dónde, al machismo, probablemente, o quizá le echaríamos la culpa a la misma y citada Rosalía, que no puede contestar. O iríamos galopando hacia la xenofobia sobre el caballo (blanco) de Santiago Matamoros a la busca o caza del inmigrante culpable: la inmigración se vuelve a disparar al tercer puesto o rango de la Agenda Pública del último barómetro del CIS.

Iríamos a por el inmigrante, decía, como hizo el simpático Berlusconi, que siempre me recuerda a aquellos condotieri que desfilaban ante el no menos simpático Duce. Un culpable siempre es necesario, y lo de menos es que lo sea o no: cumple una función social tranquilizadora y eso ya es suficiente. Propongo que Feijóo sea declarado culpable del incremento constante del paro en Galicia, al menos hasta que reconozca que la crisis no la creó Zapatero y que tiene mucho más que ver con los más turbios negocios de los más turbios e improductivos negociantes que el mundo haya conocido, emboscados bajo la denominación de liberales, etiqueta ésta que me tiene obsesionado por la cantidad de cosas pésimas que encubre o no deja ver y por la cantidad de cosas hermosas que parece evidenciar. Parece que llamarse así ya nos arregla la vida y evita cualquier explicación. Pero ese no era el problema, aunque para mi sea un tema recurrente. El problema es la culpa. Y en concreto la culpa de la crisis, de Soros a Feijóo pasando por Zapatero.

Se dice que el llamado judeocristianismo nos trajo ese tremendo sentimiento de culpa que nos inmoviliza, pues nos colocó ante una víctima de nuestra maldad (Jesucristo), sobre todo a los que tienen cierto fondo bondadoso bien o mal encarrilado y se conmueven fácilmente ante la desgracia ajena. Es posible que algo de eso haya. Pero también es cierto que los mayores delincuentes de alto rango que yo he conocido y que ustedes pueden reconocer en las crónicas económicas y mundanas no eran/son precisamente budistas. Y no parecían ni parecen sentirse culpables de nada. Y si se sentían culpables no se les notaba. Y lo más grave: reinciden constantemente. No hablaré de Nietzsche, el filósofo de la culpa, aunque éste sería el momento. Voy a ignorarlo desde el púlpito, como los viejos párrocos formados en la disputatio pedagógica de los seminarios. Pero debe haber culpables. A veces incluso son fácilmente reconocibles por un juez como objetivamente culpables, más allá de Nietzsche y del judeocristianismo.

¿Si Zapatero es culpable Feijóo también lo es? Parece racional que si se aplica similar baremo ambos sean culpables. ¿O quizá sólo se trate de una inmensa crisis causada por el desorden regulatorio de los fondos financieros y la amoralidad de las salvajes rutinas inversoras, que ahora pagamos todos, y todo ello a modo de nueva y nunca última escaramuza de ese sistema del que somos incapaces de salir y que hemos dado en llamar capitalismo?

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-Pero ¿y el asesino?

-¿Cree que Hércules Poirot se dedica a la caza de vagabundos? -replicó con acento grandilocuente el detective.

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