Editorial:

Temores confirmados

La rama de Al Qaeda en el Magreb y el Sahel reivindica el secuestro de los tres españoles

La reivindicación del secuestro de tres cooperantes españoles por parte de la rama magrebí de Al Qaeda no ha sido una sorpresa. Por el contrario, ha confirmado los temores que los investigadores albergaban desde el primer momento, tanto en el caso de los miembros de la ONG barcelonesa como en el de un botánico francés secuestrado apenas una semana antes en una zona próxima a la frontera entre Malí y Mauritania.

Los terroristas anuncian en el comunicado de reivindicación -una grabación de audio remitida a la televisión Al Jazeera- que próximamente harán llegar a los Gobiernos de Madrid y...

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La reivindicación del secuestro de tres cooperantes españoles por parte de la rama magrebí de Al Qaeda no ha sido una sorpresa. Por el contrario, ha confirmado los temores que los investigadores albergaban desde el primer momento, tanto en el caso de los miembros de la ONG barcelonesa como en el de un botánico francés secuestrado apenas una semana antes en una zona próxima a la frontera entre Malí y Mauritania.

Los terroristas anuncian en el comunicado de reivindicación -una grabación de audio remitida a la televisión Al Jazeera- que próximamente harán llegar a los Gobiernos de Madrid y París sus exigencias para liberar a los rehenes. Especular sobre cuáles podrían ser únicamente contribuiría a entorpecer el clima de responsabilidad con el que se ha tratado hasta ahora este secuestro, y que frustra, al menos, uno de los objetivos más persistentes de los terroristas: ser reconocidos como actores políticos capaces de monopolizar la atención internacional.

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El incremento de la actividad yihadista en las regiones del Magreb y del Sahel revela los riesgos que entraña la existencia de Estados débiles e, incluso, fallidos, en la vecindad de una de las regiones más prósperas del mundo como es Europa. Los terroristas aprovechan la incapacidad de las autoridades locales para controlar eficazmente su territorio, como está ocurriendo en Mauritania y Malí, para establecer sus campos de adiestramiento, sus guaridas y lo que es tal vez más importante para ellos: la ficción de un territorio liberado donde llevar a la práctica sus ensoñaciones ideológicas.

Estos elementos deberían tomarse en consideración a la hora de proseguir o no con iniciativas humanitarias y de cooperación en la zona, puesto que se podría favorecer la paradoja de que el secuestro de cooperantes, convertido en estrategia, acabe alimentando a los grupos que atemorizan y pugnan por sojuzgar bajo su proyecto autoritario a las poblaciones a las que se presta ayuda. Es comprensible que la caravana solidaria en la que participaban los secuestrados terminase su recorrido, pero habría que estudiar con detenimiento los proyectos en curso.

Como otros episodios internacionales que han afectado a ciudadanos e intereses españoles -el ejemplo de la piratería en el Índico es el más evidente-, el grave deterioro de la situación en el norte de África exige una respuesta multilateral en la que se combinen iniciativas destinadas a garantizar la seguridad inmediata y otras que fomenten la estabilidad. Se ha perdido un tiempo precioso desde que los principales servicios de inteligencia y los expertos comenzaron a advertir del peligro que se cernía sobre la región. Hoy ese peligro está aquí, materializado no sólo en forma de brutales atentados como los que han padecido Marruecos o Argelia en los últimos años, sino también de secuestros de europeos y, en general, occidentales, como el que hoy afecta a tres españoles y un francés.

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