Cartas al director

Perder el tiempo

En una escuela primaria de Gijón, los alumnos que no van a la clase de la religión ni a la clase del bable, materias que tienen horas lectivas varios días de la semana, tienen obligación de perder el tiempo, de aburrirse, porque les está prohibido en estas horas hacer deberes, leer libros, ir a la biblioteca, hacer matemáticas. Lo único que pueden hacer es dibujar. Se aburren y odian estas horas, trasladando, sin querer, su animosidad a la escuela misma.

Las dos asignaturas, la religión y el bable, no son obligatorias. En la escuela en cuestión, no hay ni un solo alumno matriculado en b...

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En una escuela primaria de Gijón, los alumnos que no van a la clase de la religión ni a la clase del bable, materias que tienen horas lectivas varios días de la semana, tienen obligación de perder el tiempo, de aburrirse, porque les está prohibido en estas horas hacer deberes, leer libros, ir a la biblioteca, hacer matemáticas. Lo único que pueden hacer es dibujar. Se aburren y odian estas horas, trasladando, sin querer, su animosidad a la escuela misma.

Las dos asignaturas, la religión y el bable, no son obligatorias. En la escuela en cuestión, no hay ni un solo alumno matriculado en bable, pero la profesora viene a su hora y cobra por no hacer nada. Basta este detalle para indicar que la raíz de la ineficacia viene desde la legislación y la política. El Informe PISA, tan desfavorable para España, no molesta ni a la clase política ni a la clase media alta de la ciudadanía, porque sus hijos estudian en escuelas de pago, eficaces, buenas, disciplinadas y cuyo profesorado no tiene quejas. ¿No será que se trata de un corporativismo, para decirlo con suavidad, al que le agrada que la juventud que estudia en las escuelas públicas no llegue a ser competitiva.

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