Espionaje a políticos en la Comunidad de Madrid

La contravigilancia sólo puede ser realizada por la policía nacional tras comunicarla a la escolta

La ley es clara al respecto: la protección de los altos cargos corresponde al Ministerio del Interior, que no sólo les proporciona escoltas, sino, eventualmente, una contravigilancia. ¿Qué es una contravigilancia? Comprobar que cuando el alto cargo sale de alguno de sus lugares habituales, despacho o domicilio, no le sigue nadie.

Esta labor la realiza una unidad especial de la policía -en argot, los contras-, que siempre avisa de su tarea al equipo de escolta del alto cargo. El aviso no es una gentileza: es una norma de obligado cumplimiento para no acabar en una ensalada de tiro...

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La ley es clara al respecto: la protección de los altos cargos corresponde al Ministerio del Interior, que no sólo les proporciona escoltas, sino, eventualmente, una contravigilancia. ¿Qué es una contravigilancia? Comprobar que cuando el alto cargo sale de alguno de sus lugares habituales, despacho o domicilio, no le sigue nadie.

Esta labor la realiza una unidad especial de la policía -en argot, los contras-, que siempre avisa de su tarea al equipo de escolta del alto cargo. El aviso no es una gentileza: es una norma de obligado cumplimiento para no acabar en una ensalada de tiros si los escoltas confunden a sus compañeros con terroristas.

Pero, además, hay un segundo elemento básico en esas misiones: el contravigilante nunca sigue en movimiento al alto cargo, ni a su escolta. Su labor es estática y concluye en observar si alguien extraño sigue al protegido y a su escolta. Si se uniera a la caravana, el terrorista sospecharía que forma parte del dispositivo de seguridad y, en jerga policial, lo mordería. Y su tarea es la contraria, siempre previo aviso a la escolta: que nadie sepa que ese motorista o coche estacionado junto al punto de salida del alto cargo pertenece a las Fuerzas de Seguridad.

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Por tanto, ninguna contravigilancia legal incurriría en el estilo aplicado por los hombres de Sergio Gamón, entonces director general de Seguridad de Esperanza Aguirre: seguir al alto cargo desde que inicia su jornada hasta que la finaliza, pasando por todos los hoteles donde bebe, come o cena, identificar a sus comensales, fotografiarlos, marcarlo en cada acto al que acude.

Pero hay algo más elocuente que la ley y la comparación con la práctica normal de una contravigilancia para discernir si lo que hicieron los agentes a sueldo de la Comunidad de Madrid fue puro espionaje: los partes. "Sale P acompañado de su mujer y ambos suben oficialmente al vehículo oficial e inician la marcha desconociendo la dirección que toman por falta de medios". Gamón y sus hombres no quieren saber si un etarra sigue a Prada, lo que quieren saber es adónde va, e incluso anotan si "carga dos maletas". Y buscan despistar al escolta: "Observamos un fuerte dispositivo policial en las inmediaciones del puesto de trabajo (...) por ello después de permanecer un tiempo prudencial, decidimos retomar el primer objetivo". Y revelan la frustración cuando lo pierden: "Sale por una calle descubierta por el dispositivo"; "siendo infructuosa la misma" [la espera junto a la salida]; "no se vuelve a localizar el objetivo en toda la tarde".

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