Análisis:EL ACENTO

Equívocos clásicos

Nada mejor que conocer las entrañas de la burocracia para evitar su flagelo. Eso, o algo parecido, es lo que debió de pensar el número dos del departamento de Asuntos Internos de la Ertzaintza, Antonio Fontaina. Sorprendido circulando a una velocidad superior a la permitida por un radar del propio cuerpo en el que trabajaba, Fontaina trató de falsificar documentos para demostrar que no era él quien conducía su coche en el momento de cometer la infracción, sino un ciudadano del Este. La maniobra fue descubierta por sus superiores, y Fontaina tendrá que pagar con

su destituc...

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Nada mejor que conocer las entrañas de la burocracia para evitar su flagelo. Eso, o algo parecido, es lo que debió de pensar el número dos del departamento de Asuntos Internos de la Ertzaintza, Antonio Fontaina. Sorprendido circulando a una velocidad superior a la permitida por un radar del propio cuerpo en el que trabajaba, Fontaina trató de falsificar documentos para demostrar que no era él quien conducía su coche en el momento de cometer la infracción, sino un ciudadano del Este. La maniobra fue descubierta por sus superiores, y Fontaina tendrá que pagar con

su destitución, pese a haber sido durante años un agente que las publicaciones internas de la Ertzaintza ponían como ejemplo

de probidad y transparencia. Seguramente, esa reputación es la que le llevó hasta Asuntos Internos, el departamento desde

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el que la policía autonómica se controla a sí misma.

Pero es que ni Asuntos Internos es un departamento sin mácula ni el parque móvil de la Consejería de Interior, de la que depende la Ertzaintza, se ha caracterizado por respetar las normas de tráfico. Los jueces han considerado en más de una ocasión que las pruebas presentadas contra algunos agentes estaban alteradas, por lo que fueron absueltos. Y en cuanto a los excesos con el acelerador, la Consejería de Interior acumula más de 500 denuncias, lo que supone la mitad de las interpuestas contra vehículos del Gobierno vasco por los agentes que dependen, eso sí, del propio Gobierno vasco.

Con estos antecedentes, debió de resultar difícil para Fontaina aceptar con resignación la multa, como habría hecho cualquier otro en su lugar. No iba a ser el cabeza de turco de la consejería y recurrió

a lo que los jueces señalaron otras veces: alterar las pruebas del caso o, por mejor decir, de su caso. Así, el número dos de

la policía que investiga a la policía incurrió en el equívoco clásico de creer que Asuntos Internos era lo mismo que Asuntos Privados. Y si se necesitaba un cabeza de turco, nada mejor que tomar ejemplo de las películas y buscarlo en un ciudadano del Este. Es decir, otro clásico.

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