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No, gracias

El Gobierno español no debería, por ahora, entrar en el capital de los bancos

España es uno de los pocos países europeos que no ha proporcionado todavía ayuda pública a sus bancos. Ha dicho que lo hará como último recurso. Pero mientras la presión se acumula en países como Irlanda e Italia, hay buenas razones para creer que Madrid no debería tener que convertirse en accionista de sus bancos comerciales que cotizan en Bolsa. Aun así, podría acabar comprando participaciones en algunas de las cajas de ahorros, que no cotizan.

Es cierto que los bancos españoles que cotizan en Bolsa tal vez necesiten más capital. Su coeficiente de core capital (porcentaje de ca...

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España es uno de los pocos países europeos que no ha proporcionado todavía ayuda pública a sus bancos. Ha dicho que lo hará como último recurso. Pero mientras la presión se acumula en países como Irlanda e Italia, hay buenas razones para creer que Madrid no debería tener que convertirse en accionista de sus bancos comerciales que cotizan en Bolsa. Aun así, podría acabar comprando participaciones en algunas de las cajas de ahorros, que no cotizan.

Es cierto que los bancos españoles que cotizan en Bolsa tal vez necesiten más capital. Su coeficiente de core capital (porcentaje de capital propio para hacer frente a los riesgos) ronda el 6,5%, ahora considerado demasiado bajo. El Banco Santander subía el listón al efectuar una ampliación de capital para superar el 7%, la cual ha hecho descender enormemente el valor de sus acciones. Los bancos españoles tienen ciertamente un grueso colchón de reservas, pero éste se perdería si la tasa de morosidad supera el 5%, algo que ahora parece muy probable. Nuevas amortizaciones de préstamos afectarían negativamente a los beneficios y al capital.

Aun así, la intervención pública debería ser un último recurso por dos razones. En primer lugar, la autoayuda es una alternativa verosímil. La mayoría de los bancos españoles sigue siendo rentable, de modo que podría aumentar sus coeficientes de core capital sencillamente reteniendo las cantidades que en la actualidad paga a modo de dividendos. A no ser que el próximo año se desplomen los beneficios, una suspensión temporal de los dividendos podría añadir 50 centésimas de punto porcentual al coeficiente de capital medio, de acuerdo con cálculos de Credit Suisse.

Como último recurso, los bancos pueden intentar vender activos, si bien, como es sabido, en un mercado poco receptivo. Y, en el peor de los casos, otros podrían seguir el ejemplo del Santander y ampliar capital en Bolsa. Puede ser duro, pero, con el descuento adecuado, debería ser factible.

En segundo lugar, Madrid debería evitar intervenir, porque los políticos españoles ya son los mayores operadores en el sistema financiero. Los Gobiernos regionales controlan las 45 cajas de ahorros del país. Aumentar la influencia de los políticos en el sistema sería un error.

Pero aunque los bancos comerciales del país deberían ser capaces de eludir la intervención estatal, a algunas cajas tal vez les resulte difícil evitarla. Están más expuestas a los promotores inmobiliarios y tienen mucho menos margen de maniobra. A diferencia de los bancos, no pagan dividendos, sino que aportan fondos a proyectos sociales. Reducir el presupuesto de estos proyectos quizá no sea factible. Y no pueden ampliar capital por sí solas. Parecen inevitables las fusiones, pero tal vez no basten.

Si el Gobierno nacional sustituye a los intereses locales en estas cajas, tal vez haya un rayo de esperanza. En teoría, Madrid vendería las acciones en el mercado cuando volviesen los buenos tiempos. Hasta ahora, sólo Caja Mediterráneo se ha aventurado a entrar en Bolsa. El aumento del número de cajas que cotizan en Bolsa sería un buen cambio.

En primer plano, el presidente ruso, Dimitri Mdvedev, y detrás el primer ministro, Vladimir Putin.EFE

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