PUNTO DE OBSERVACIÓN | OPINIÓN

Impasible Europa

Europa no hará lo mismo que Estados Unidos. Las medidas de salvamento y reactivación económica puestas en marcha por el Gobierno de Bush no encontrarán eco en los organismos competentes de la Unión Europea. Por lo menos, esto es lo que anunció esta semana el primer ministro luxemburgués. Lo que dice el socialcristiano Jean-Claude Junkers no importaría mucho si se tratara sólo del máximo dirigente del mínimo Gran Ducado, pero la cosa es que Junkers lleva tres mandatos al frente del llamado Eurogrupo (los países de la UE que participan de la moneda única), ha sido reelegido hace muy poco y todo ...

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Europa no hará lo mismo que Estados Unidos. Las medidas de salvamento y reactivación económica puestas en marcha por el Gobierno de Bush no encontrarán eco en los organismos competentes de la Unión Europea. Por lo menos, esto es lo que anunció esta semana el primer ministro luxemburgués. Lo que dice el socialcristiano Jean-Claude Junkers no importaría mucho si se tratara sólo del máximo dirigente del mínimo Gran Ducado, pero la cosa es que Junkers lleva tres mandatos al frente del llamado Eurogrupo (los países de la UE que participan de la moneda única), ha sido reelegido hace muy poco y todo el mundo sabe que tiene detrás, imponente, a Alemania.

A Junkers no le temblaba la voz cuando el pasado miércoles, en un coloquio organizado por el European Policy Center, dijo, de forma muy clara: "No habrá cambio de política; no cederemos al pánico". Descartaba así de un plumazo la idea de un paquete fiscal de reactivación de la coyuntura "a la americana" o de una pequeña relajación de la vigilancia contra la inflación. De eso, nada. (Por lo menos hasta que el mundo se vuelva a derrumbar, lo que nadie, ni Junkers, se atreve a descartar). El presidente del Eurogrupo aludió expresamente a la crisis de los años setenta, en los que, dijo, se tomaron medidas equivocadas que a la larga profundizaron los problemas de las economías europeas en lugar de aliviarlos.

Los responsables del Banco Central Europeo y, en términos generales, de la Unión Europea deben estar tan desconcertados como todo el mundo por la duración y el alcance de esta crisis financiera, pero, sobre el papel, se muestran encantados de sus propias decisiones. Europa, dijo Junkers, no está en recesión (Alemania crece al 1,6% o al 1,8%), todavía no existe una destrucción masiva de empleo (aunque España lleva mal camino) y el sistema financiero, bancos y otro tipo de entidades de crédito se comportan, al menos aparentemente, con más solidez que su contraparte norteamericana. Nuestra red de bancos centrales, con sus competencias a nivel nacional de control y supervisión de entidades bancarias o de crédito, ha sido más eficaz que el norteamericano, menos activo. Los bancos centrales (como el Banco de España o el Bundesbank alemán), que perdieron casi todas sus competencias a manos del Banco Central Europeo (BCE), han surgido ahora como nuevas estrellas en el firmamento europeo, aseguran muchos especialistas financieros.

Todo suena bien, pero la realidad es que la UE no tiene muchas cosas hoy día de las que vanagloriarse. Las reglas de funcionamiento de la Unión siguen siendo confusas, y sus instituciones, inestables: mientras que Irlanda no desbloquee el Tratado de Lisboa, está obligada a funcionar con las llamadas reglas de Niza, y nada parece indicar que Dublín sea capaz de salir de ese enredo antes de 2010 o 2012. Mucho tiempo para la incertidumbre institucional. El marasmo seguirá pesando como un enorme lastre, reconocen en Bruselas.

Por otro lado, y aunque todo el mundo parezca seguro de la solvencia de los bancos y los organismos de crédito europeos, la verdad es que nadie suelta prenda dentro de la UE sobre su propio sistema financiero. Muy al contrario, cada banco central se hace bastante el loco a la hora de pasar información y datos concretos, se lamentan en la Comisión.

En el mejor de los casos, lo que está claro es que muchas instituciones financieras europeas desarrollan actividades transfronterizas y todavía no hay reglas comunes que permitan extender las garantías para los usuarios de un país a los de otro. Se supone que el comisario encargado del Mercado Interior, el ex ministro de Finanzas irlandés Charlie McCreevy, está estudiando la manera de progresar en ese terreno. En teoría, él y la ministra francesa de Economía, Christine Lagarde, son partidarios de llegar a un acuerdo llamado Solvabilité II, para supervisar a los grupos de seguros transfronterizos. Pero, en la práctica, nadie confía mucho en que la Comisión presente rápidamente el ansiado Libro Blanco sobre instrumentos precoces de intervención en caso de dificultades de bancos también transfronterizos, que tiene encargado para 2009, o, que llegado el caso, ese libro sea capaz realmente de provocar un debate y unas conclusiones eficaces dentro de la UE.

Mientras tanto, Junkers insiste en la urgencia de conseguir que la UE tenga una representación única en el Fondo Monetario Internacional, tal y como Nicolas Sarkozy se comprometió en su día a negociar. Claro que el presidente del Eurogrupo es un hombre jovial y animoso: en su misma intervención del miércoles advirtió a Europa sobre su declive demográfico y recordó que la UE sigue necesitando inmigrantes. Muchos, aunque nadie quiera decirlo ahora.

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