Análisis:EL ACENTO

El garabato es la solución

Ha bastado un estudio publicado en el Journal of Human Evolution para acabar con una arraigada certidumbre y suscitar una duda insoportable. La certidumbre era que los neandertales sucumbieron a la inteligencia del homo sapiens, víctimas de la incapacidad para adaptarse como ellos

a un medio hostil. Comparando las herramientas de unos

y de otros, el autor del estudio, Metin Eres, no observa, sin embargo, diferencias sustanciales o, al menos, tan definitivas como para seguir sosteniendo que el homo sapiens fuera más hábil que los neandertales. Si éstos desapar...

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Ha bastado un estudio publicado en el Journal of Human Evolution para acabar con una arraigada certidumbre y suscitar una duda insoportable. La certidumbre era que los neandertales sucumbieron a la inteligencia del homo sapiens, víctimas de la incapacidad para adaptarse como ellos

a un medio hostil. Comparando las herramientas de unos

y de otros, el autor del estudio, Metin Eres, no observa, sin embargo, diferencias sustanciales o, al menos, tan definitivas como para seguir sosteniendo que el homo sapiens fuera más hábil que los neandertales. Si éstos desaparecieron de la haz de la Tierra tuvo que ser por otras razones, no sólo ni principalmente por su competencia con una especie que, hasta ahora, la ciencia ha venido considerando como la más evolucionada. Pero aquí es donde, destruida la certidumbre, el estudio hace surgir la duda, colocándonos ante una versión renovada del pecado original. ¿Pudo la rivalidad entre los neandertales y el homo sapiens resolverse a favor de los más fuertes, no de los más inteligentes, según se pensaba? Porque si los ejemplos de la historia sirvieran para ilustrar la prehistoria, todo invita a pensar que esta nueva imagen del homo sapiens se ajusta a la exhibición de fuerza que hemos realizado sus sucesores a lo largo de los siglos. Y, así, según la moda de estos años, no bastará con pedirnos perdón entre nosotros por las cosas del pasado, sino que habría que pedírselo, además, a los neandertales.

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La única diferencia contrastada entre los neandertales y el homo sapiens es que éste pintaba y aquéllos, no. De aquí deducen los expertos que la capacidad simbólica separó a unos de otros, hasta el punto de que, por algún insondable vericueto, pudo influir en el diferente destino que tuvieron.

A la vista de cómo están las cosas, tal vez habría que tomarse en serio los efectos benéficos de la capacidad simbólica: en la pintura podría estar la solución. En realidad, no perderíamos nada por dedicar a los garabatos un rato por día y ver qué pasa. No es seguro que detuviéramos el cambio climático, la proliferación nuclear

o la crisis energética. Pero si le funcionó al homo sapiens, tal vez acabe funcionándonos

a nosotros. Al fin y al cabo, somos sus sucesores.

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