Análisis:ANÁLISIS | Catástrofe aérea en Madrid | La identificación de las víctimas

Trabajo, serenidad y experiencia

La tragedia causada por el accidente del vuelo JK5022, que se ha saldado con la muerte de 153 personas y que ha sobresaltado a este país en pleno letargo económico-vacacional, ha vuelto a poner de manifiesto la profesionalidad de cientos de personas de muy diversos estamentos. Estamos ahora inmersos en el proceso de identificación de las víctimas mortales, tarea dura y penosa para familiares y profesionales.

Identificar es comparar, y en estas comparaciones, todos los datos son válidos. La misión de los expertos no es "identificar lo antes posible a las víctimas"; el cometido es "identi...

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La tragedia causada por el accidente del vuelo JK5022, que se ha saldado con la muerte de 153 personas y que ha sobresaltado a este país en pleno letargo económico-vacacional, ha vuelto a poner de manifiesto la profesionalidad de cientos de personas de muy diversos estamentos. Estamos ahora inmersos en el proceso de identificación de las víctimas mortales, tarea dura y penosa para familiares y profesionales.

Identificar es comparar, y en estas comparaciones, todos los datos son válidos. La misión de los expertos no es "identificar lo antes posible a las víctimas"; el cometido es "identificar adecuadamente a las víctimas". La velocidad, eso de "lo antes posible", es algo lógico y evidente, que se siente y comprende por todos.

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En la fase actual, las tareas de identificación se centran en los casos más difíciles. Las víctimas cuya identificación era más fácil (por reconocimientos visuales, por huellas dactilares) están en la mayoría de los casos junto a sus familiares, en sus lugares de origen o camino de ellos.

Ahora bien, la velocidad a la que puedan ser hechas las identificaciones no depende sólo del trabajo de los expertos, sino que está muy condicionado por las circunstancias. Recuerden que les dije que "identificar es comparar", y lo primero que necesitamos son datos para realizar esa comparación; podemos encontrarnos con fichas dactilares o fichas odontológicas que no se encuentran, o que no existen o que están muy lejos de España, o que llegan incompletas o defectuosas, no siendo por tanto fiables.

Los análisis genéticos (ADN), que tienen enorme capacidad de identificación y gran fiabilidad, tienen dos requisitos importantes. En primer lugar, que se pueda obtener ADN de las víctimas con la calidad suficiente; en segundo lugar, que haya muestras de familiares con las que comparar.

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El obtener ADN de calidad de las víctimas es algo que no es fácil en accidentes con fuego, ya que éste degrada mucho el material genético. Hay que buscar fragmentos de músculo o de huesos intactos, y estos procesos, trabajando sin parar, pueden demorar desde 12 hasta 72 horas, y eso en cada intento.

Por otro lado, como un perfil genético no nos dice nada por sí mismo, es necesario compararlo. Teniendo en cuenta que el ADN de una persona procede de su padre y de su madre, uno puede pensar que esto es fácil. El problema es que no siempre viven (o están cercanos o disponibles) el padre y la madre, y hay que acudir a hermanos, hijos, primos, incluso familiares más lejanos, que aunque compartan el ADN con la víctima, la comparación de resultados y la probabilidad final de identificación necesita de análisis amplios y complejos (ADN mitocondrial, cromosoma Y, SNPs).

Estos casos se complican más con víctimas que vienen de muy lejos, o cuando hay entre los fallecidos menores adoptados; el hijo adoptado tiene el ADN de sus padres biológicos, no de sus padres adoptivos. Este potencial problema es grave para las identificaciones, y sería misión de los padres adoptivos el asegurarse el perfil genético o muestras de los menores adoptados.

Vemos pues cómo las labores de identificación se pueden lentificar por circunstancias totalmente ajenas a la profesionalidad y celo de los expertos. Debemos sentirnos orgullosos de todos los profesionales y las instituciones que han intervenido e intervienen en casos de grandes catástrofes en nuestro país y, a la par que rogar porque trabajen sólo muy de vez en cuando, hemos de tener -como sociedad- la madurez de dejarles actuar profesionalmente, como sabemos que lo han hecho y lo hacen, encomiablemente, sin horarios, sin pausa, y sin que les metamos prisa.

Y es que todos sabemos de otras historias, de largas noches de lluvia y niebla en Turquía, donde el interés no profesional primó sobre el técnico, con las consecuencias que todos sabemos: que no sea este el caso.

José Antonio Lorente Acosta es director del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada

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