Mediar entre tambores de guerra

Líderes iraníes tratan de rebajar la tensión con EE UU con mensajes conciliadores

La escalada verbal en la que se encuentran embarcados Irán y Estados Unidos parece tener el mismo objetivo que los tambores de guerra de los almorávides. Lo que no está claro es quién va a conseguir espantar primero al enemigo. Tras la subida de tono de esta semana, los observadores creen advertir un lenguaje más conciliador de los altos cargos iraníes en lo que se refiere a la crisis nuclear, aunque la realidad es que no se dispone de elementos tangibles que vislumbren un cambio de política.

Diplomáticos y analistas sospechan que Teherán está tratando de ganar tiempo. A estas alturas d...

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La escalada verbal en la que se encuentran embarcados Irán y Estados Unidos parece tener el mismo objetivo que los tambores de guerra de los almorávides. Lo que no está claro es quién va a conseguir espantar primero al enemigo. Tras la subida de tono de esta semana, los observadores creen advertir un lenguaje más conciliador de los altos cargos iraníes en lo que se refiere a la crisis nuclear, aunque la realidad es que no se dispone de elementos tangibles que vislumbren un cambio de política.

Diplomáticos y analistas sospechan que Teherán está tratando de ganar tiempo. A estas alturas de la partida, su programa nuclear ya no se encuentra sobre la mesa de negociación.

"Han creado un ambiente positivo" para negociar, opina Javier Solana
Otros diplomáticos consideran que Ahmadineyad sólo quiere ganar tiempo

Washington filtra que unas recientes maniobras militares israelíes eran un ensayo para un eventual ataque contra la República Islámica. El jefe de los Pasdarán responde que en ese caso cerrarán el estrecho de Ormuz. Desde la cúpula de la Armada estadounidense se advierte que sus barcos están en la zona para impedirlo. Los generales iraníes vuelven a la carga señalando que están reforzando sus defensas y que planean cavar 320.000 tumbas para dar sepultura a enemigos.

Es la guerra verbal. Y también psicológica. Pero mientras esas amenazas recíprocas se abren paso en los titulares de medio mundo, algunos gestos parecen indicar que ningún contendiente quiere ser señalado como el que cierre la puerta a la diplomacia. Horas después de que varios altos cargos iraníes suavizaran su verborrea, el jefe del Estado Mayor norteamericano advertía de los riesgos de abrir un tercer frente en Irán, disipando la amenaza de un ataque inminente. Tal vez, como advierte el diario Iran News, el tira y afloja haya entrado en una nueva fase.

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Un editorial de ese periódico oficialista llamaba la atención sobre las recientes declaraciones del general Mohamed Ali Yafarí, comandante en jefe de los Guardianes Revolucionarios (Pasdarán). Mientras la prensa internacional se fijó en su amenaza de cerrar el estrecho de Ormuz en caso de agresión, el editorialista subrayaba que el alto cargo militar pedía que "se tome más en serio que nunca la posibilidad de un eventual ataque de Estados Unidos". Sus palabras, concluía el articulista, son "motivo para una pausa y tal vez una reevaluación de suposiciones pasadas".

El mensaje no deja de ser atrevido en un país donde se minimizan las amenazas exteriores y no pasa día sin que se anuncien una nueva arma de fabricación nacional. Poco parece importar que muchos de sus avances sean remodelaciones de aparatos extranjeros, como en el caso del caza Saegheh, un viejo F-5 estadounidense. Los grandilocuentes anuncios quedan sin contrastar en unos medios a los que se les ha prohibido debatir el coste del empeño nuclear o las consecuencias de las sanciones.

Es en ese contexto en el que hay que interpretar el tono conciliador que analistas han visto en ciertas declaraciones iraníes esta semana. El miércoles, el ministro de Exteriores, Manuchehr Mottaki, evitó repetir el mantra oficial de que su país nunca renunciará al derecho a enriquecer uranio durante una reunión con periodistas en Nueva York, a pesar de que le preguntaron directamente en cuatro ocasiones.

Mottaki prefirió subrayar que está en marcha un "nuevo proceso" en la disputa y que su Gobierno responderá al paquete de incentivos que Javier Solana llevó a Teherán a mediados de mayo en nombre de las seis grandes potencias. "Vimos potencial para empezar una nueva ronda de negociaciones", señaló.

El día anterior, en una entrevista publicada en el diario conservador Yumhuri Eslami, Ali Akbar Velayati, consejero de política exterior del líder supremo y ex titular de Exteriores, afirmaba que a Irán "le convendría" aceptar esa oferta. Aunque con posterioridad el veterano político matizó sus palabras -"hablaba de aceptar las negociaciones, no de aceptar la oferta"-, no se retractó de su advertencia contra los "eslóganes provocativos". "Ciertas declaraciones pueden causarnos problemas, debemos tener cuidado de no hacerlas", dijo Velayati, en una frase que muchos leyeron como crítica a la agresividad del presidente, Mahmud Ahmadineyad.

El inusual debate público sobre cómo responder a la comunidad internacional parece indicar un cambio. "Han creado un ambiente positivo", señala desde Bruselas Cristina Gallach, la portavoz de Solana. Washington se ha mostrado más escéptico. La realidad es que no ha habido ninguna indicación de que Teherán esté dispuesto a suspender su programa de enriquecimiento de uranio tal como exigen las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. De ahí que muchos analistas y diplomáticos teman que, como sucedió en 2006, los dirigentes iraníes sólo estén tratando de ganar tiempo.

Para ellos, la voluntad negociadora de Irán es una mera pantalla. Pero Solana parece dispuesto a concederles el beneficio de la duda. "Hay que intentarlo", insiste la portavoz del representante de la diplomacia europea. "Nuestro objetivo es lanzar el proceso, con un periodo reducido de creación de confianza, para poder empezar la negociación en el marco de lo que exige la ONU". La alternativa es dejar que los tambores de guerra suenen de verdad.

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