Análisis:Sopa de letras | Gastronomía

La falsa ética

Nunca hasta ahora un libro con pretensiones de ensayo gastronómico había desatado una polémica semejante. Ni tampoco había desencadenado un culebrón gastromediático de parecido alcance. El nuevo título del cocinero-empresario Santi Santamaria, La cocina al desnudo, parece un ajuste de cuentas contra el mundo que lo rodea: una muestra de las frustraciones y resentimientos que ha acumulado durante años. Y también, un testimonio de su feroz egolatría, el peor de sus pecados.

Armado de un calculado cinismo arremete contra sus compañeros de profesión, se enfrenta a medios de comunicac...

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Nunca hasta ahora un libro con pretensiones de ensayo gastronómico había desatado una polémica semejante. Ni tampoco había desencadenado un culebrón gastromediático de parecido alcance. El nuevo título del cocinero-empresario Santi Santamaria, La cocina al desnudo, parece un ajuste de cuentas contra el mundo que lo rodea: una muestra de las frustraciones y resentimientos que ha acumulado durante años. Y también, un testimonio de su feroz egolatría, el peor de sus pecados.

Armado de un calculado cinismo arremete contra sus compañeros de profesión, se enfrenta a medios de comunicación y periodistas, denuncia la industria alimentaria y -fundamentalmente-, argumenta contra Ferran Adrià y la cocina de vanguardia, objetivo prioritario de sus envidiosos dardos. Habla de la posición social de los cocineros, de tecnologías y de modas, jugando a una moralina barata para mayor gloria de sí mismo. En el fondo, un enfermizo ejercicio de autobombo, escrito en un tono mesiánico, mezcla de victimismo y demagogia populista.

Arrastrado por una ira encubierta, alterna asertos ciertos con medias verdades, la peor de las mentiras en el código deontológico. No es extraño que este documento-denuncia, se convierta en un mediocre pasquín repleto de contradicciones que lo dejan al descubierto. Arremete Santamaria contra el empleo de emulsionantes vegetales cuando él mismo los utiliza; responsabiliza del sobrepeso a la mala alimentación, y su silueta corresponde a la de un obeso mórbido; ensalza a los profesionales que están al pie de sus cocinas, mientras los testimonios de sus ausencias de Can Fabes son notables; asegura que cocinar es un acto de humildad, cuando la vanidad le devora.

En el prólogo, Lorenzo Díaz afirma que con él llegó el escándalo. Lástima que también hayan irrumpido la amargura y una falsa ética en la cocina.

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