Editorial:

De nuevo el abismo

El golpe de mano de Hezbolá en Beirut sitúa a Líbano en puertas de otro enfrentamiento civil

La situación en Líbano se asoma de nuevo al espectro de la guerra civil o a otra intervención israelí. Los integristas chiíes de Hezbolá han ocupado después de tres días de batallas callejeras y decenas de muertos la mitad musulmana de la capital, cuyo aeropuerto mantienen bloqueado, y tienen de rodillas al agónico Gobierno proestadounidense y sus aliados locales. Son las inevitables y recurrentes consecuencias de un país atomizado y prácticamente sin Estado, sin presidente desde hace casi medio año y donde las milicias de un movimiento opositor a las órdenes de Irán y Siria ejercen el verdade...

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La situación en Líbano se asoma de nuevo al espectro de la guerra civil o a otra intervención israelí. Los integristas chiíes de Hezbolá han ocupado después de tres días de batallas callejeras y decenas de muertos la mitad musulmana de la capital, cuyo aeropuerto mantienen bloqueado, y tienen de rodillas al agónico Gobierno proestadounidense y sus aliados locales. Son las inevitables y recurrentes consecuencias de un país atomizado y prácticamente sin Estado, sin presidente desde hace casi medio año y donde las milicias de un movimiento opositor a las órdenes de Irán y Siria ejercen el verdadero poder y están mejor armadas y pertrechadas que el propio Ejército, una institución poco más que simbólica en un espacio carcomido por el fragmentarismo político y las obediencias religiosas.

El pretexto de la guerra entre Hezbolá y el Gobierno antisirio de Fuad Siniora, sostenido básicamente por Washington y Riad, ha sido el intento de meter en cintura a las milicias chiíes en el tema crucial de su poder militar, nudo gordiano de la crónica crisis libanesa. Nadie en el minúsculo país árabe ha sido capaz de desarmar a Hezbolá, y las resoluciones de Naciones Unidas en este sentido son papel mojado. Concretamente, se pretendía acabar con su red privada de comunicaciones, hasta ahora tácitamente aceptada y verdadero cerebro de su estrategia. Una red técnicamente al día, que incluye cámaras en el aeropuerto de Beirut y que permitió a los islamistas su formidable nivel de coordinación durante la invasión israelí de 2006, que significó un gran fiasco para el Estado judío. Pero el caldo de cultivo es muy anterior, pues arranca de la irresuelta crisis política que desde hace año y medio mantiene paralizado al país. Su origen fue la retirada de los ministros chiíes del Gobierno, al que Hezbolá no reconoce legitimidad, tras rechazarse su exigencia de poder de veto.

Arabia Saudí y Egipto intentan atajar la nueva explosión sangrienta -otro grave fracaso de Bush en la región- con la convocatoria urgente de una conferencia de ministros de Exteriores árabes. Pero Líbano -donde España mantiene desplegados más de un millar de soldados al servicio de la ONU- está destinado a pender de un hilo mientras siga siendo tierra de nadie donde poderosos vecinos sin escrúpulos dirimen sus planes hegemónicos y un lugar en el que milicias sectarias representan el verdadero poder militar.

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