170 euros al mes por pescar entre piratas

"Cuando los vimos entrar a todos en el comedor, les preguntamos: '¿Nos vais a matar?'. Dijeron que no, que nos liberarían al caer el sol. Luego esperamos 45 minutos, y cuando salimos, ya no estaban", recordaba ayer Gueto Nounce, natural de Seychelles, sólo tres días después de la liberación, y un día antes de volver al trabajo.

No va a descansar, ni quiere tiempo para olvidar lo ocurrido. Necesita ahorrar. "Me pagan 170 euros al mes. No es mucho, pero gasto poco, porque apenas estoy en casa, y quiero comprarme una. Aquí son muy caras, unos 35.000 euros", explica desde la modesta viviend...

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"Cuando los vimos entrar a todos en el comedor, les preguntamos: '¿Nos vais a matar?'. Dijeron que no, que nos liberarían al caer el sol. Luego esperamos 45 minutos, y cuando salimos, ya no estaban", recordaba ayer Gueto Nounce, natural de Seychelles, sólo tres días después de la liberación, y un día antes de volver al trabajo.

No va a descansar, ni quiere tiempo para olvidar lo ocurrido. Necesita ahorrar. "Me pagan 170 euros al mes. No es mucho, pero gasto poco, porque apenas estoy en casa, y quiero comprarme una. Aquí son muy caras, unos 35.000 euros", explica desde la modesta vivienda que comparte con otros 11 familiares en Victoria. El sueldo normal de un marinero español es de 1.200 euros fijos y un variable que depende del volumen de pesca. En un mes bueno, pueden llegar a los 2.000. "Cuando nos apresaron, la pesca no iba muy bien", añade Gueto.

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En cuanto el barco vuelva a ser el que era antes del paso de los piratas -"se lo llevaron todo, la tele, el teléfono... por las noches, hasta venían a los camarotes mientras dormíamos a robarnos cosas", recuerda-, Gueto saldrá de nuevo a pescar. Parece que no tenga miedo a los piratas que durante una semana se pasearon por el Playa de Bakio "armados con rifles AK-47 y lanzagranadas". "Si no hubieran ido tan armados, habríamos podido con ellos. Eran muy, muy delgados. Y en inglés nos explicaron que sólo tenían hambre, que buscaban comida y que aquello no tenía nada que ver con nosotros", explica.

El sentido práctico que le lleva hoy a volver a trabajar como si nada hubiese ocurrido no es capaz de enterrar todo lo demás. "No fueron violentos con nosotros, pero el trato fue humillante. El peor momento, me lo guardo aquí", dice señalando al corazón. "Prefiero no hablar de eso", ruega con una sonrisa.

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