Cartas al director

Max Planck y los nazis

En el interesante artículo de José Manuel Sánchez Ron analiza la figura histórica de Max Planck, poniéndola en el contexto de los turbulentos tiempos que le tocó vivir, y de forma particular, en los años que dirigió el Instituto Kaiser Wilhelm (KWG) y la Academia Prusiana de Ciencias (como secretario de Física y Matemáticas) bajo el régimen nazi. Temo que tengo que discrepar de la valoración que hace mi admirado Sánchez Ron de la actuación de Planck durante esos años. Caben, en primer lugar, algunas precisiones.

Planck ya tenía ambos puestos por derecho propio cuando los nazis llegaron ...

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En el interesante artículo de José Manuel Sánchez Ron analiza la figura histórica de Max Planck, poniéndola en el contexto de los turbulentos tiempos que le tocó vivir, y de forma particular, en los años que dirigió el Instituto Kaiser Wilhelm (KWG) y la Academia Prusiana de Ciencias (como secretario de Física y Matemáticas) bajo el régimen nazi. Temo que tengo que discrepar de la valoración que hace mi admirado Sánchez Ron de la actuación de Planck durante esos años. Caben, en primer lugar, algunas precisiones.

Planck ya tenía ambos puestos por derecho propio cuando los nazis llegaron al poder. En la Academia Prusiana de Ciencias, desde 1912. En el KWG desde 1930. No le debía nada al régimen nazi. En 1933, como bien señala Sánchez Ron, se enfrentó abiertamente a Adolf Hitler para evitar la purga de científicos judíos, un acto de enorme valor.

Según comenta el propio Sánchez Ron, "La entrevista terminó con Hitler vociferando". Para entonces, Planck tenía 74 años y mucho que perder. Sánchez Ron reprueba que Planck no se haya rebelado. Uno se pregunta cómo un anciano profesor de Física podía rebelarse contra el régimen. Es verdad que Otto Hahn le sugirió que se firmara un manifiesto público y que Planck se negó, considerándolo inútil y contraproducente. Y también es verdad que Planck siguió en su puesto, pero también que usó éste para ayudar en lo que podía a sus colegas judíos. Entre otras cosas, permitió que algunos de ellos trabajaran secretamente para el KWG. Su política fue de no confrontación, seguramente esperando tiempos mejores. También, como comenta Sánchez Ron, lanzó un desafío abierto al régimen al honrar en 1935 al judío Fritz Haber, muerto en el exilio. Otro acto de gran valor.

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Planck fue atacado, junto con Sommerfeld y Heisenberg, por los mediocres propagadores de la "Ciencia Aria", debido a que seguía enseñando a Einstein. Otro acto de rebeldía. Le llamaron "judío blanco"; la Oficina de Ciencia de los nazis indagó en su pasado, a fin de determinar su pureza de raza. El régimen maniobró para que no renovara su mandato al frente de la KWG (1936). Finalmente, Planck dimitió de su puesto en la Academia Prusiana en 1938, en protesta por la pérdida de autonomía de la misma. Todo ello antes de la guerra, que sorprendió a Planck ya octogenario.

Planck no fue un colaboracionista. Despreciaba a los nazis y éstos sospechaban de él; de ninguna forma medró bajo ellos, e intentó oponérseles con las pocas armas de las que disponía. Comparada su actuación con otras tal vez más problemáticas, como la del gran director Wilhelm Furtwängler, o con algunas decididamente lamentables, como las de Karajan o el propio Heisenberg (este último colaborador del proyecto atómico nazi), la figura de Planck se enaltece y engrandece. Permítasenos, pues, admirar al físico y al hombre, y recordar con admiración sus buenas acciones, que no fueron pocas.

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