Cruce cultural en la agricultura onubense

Una mañana, los agricultores de Huelva se despertaron dándose cuenta de que, o tomaban la iniciativa, o sus explotaciones freseras y citrícolas se iban al garete por la falta de jornaleros. Los peones onubenses, gaditanos y sevillanos, que tradicionalmente cubrían los puestos de trabajo, se marchaban a otros sectores más rentables, como la construcción o la hostelería. Los agricultores se embarcaron entonces en una aventura que todavía continúa: la contratación en terceros países de los peones que requerían.

Hace unos ocho años se empezó contratando mujeres polacas que salvaron los cult...

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Una mañana, los agricultores de Huelva se despertaron dándose cuenta de que, o tomaban la iniciativa, o sus explotaciones freseras y citrícolas se iban al garete por la falta de jornaleros. Los peones onubenses, gaditanos y sevillanos, que tradicionalmente cubrían los puestos de trabajo, se marchaban a otros sectores más rentables, como la construcción o la hostelería. Los agricultores se embarcaron entonces en una aventura que todavía continúa: la contratación en terceros países de los peones que requerían.

Hace unos ocho años se empezó contratando mujeres polacas que salvaron los cultivos. La experiencia de migración ordenada se repitió con rumanas y búlgaras. Y desde el año pasado, con marroquíes (que actualmente son el contingente mayoritario) y ucranias. Todas ellas deben cumplir su contrato en España y regresar a su país. Sólo así pueden repetir al año siguiente.

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No obstante, los freseros siguen buscando nuevos pozos de trabajadores. La experiencia piloto filipina no es la única. Este año, un grupo de emisarios viajó por primera vez a Senegal para contratar a 750 mujeres que ya están en los campos.

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