Reportaje:

La aventura de la Sala Studio

Una exposición rinde homenaje a la galería que acercó al Bilbao de la posguerra el arte contemporáneo

En el Bilbao triste y oscuro de la posguerra una pequeña galería acercó el arte contemporáneo a una sociedad que vivía entre las cartillas de racionamiento, la censura previa y la parálisis cultural de la dictadura franquista. La Sala Studio fue puesta en marcha en el Casco Viejo por seis jóvenes de la burguesía bilbaína, seis señoritos inquietos e interesados por las corrientes renovadoras del arte del siglo XX. Sólo funcionó cuatro años, pero en ese tiempo organizó cerca de 60 exposiciones, editó catálogos que destacaron en la penuria de la época, y en torno a sus muestras se organizaron act...

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En el Bilbao triste y oscuro de la posguerra una pequeña galería acercó el arte contemporáneo a una sociedad que vivía entre las cartillas de racionamiento, la censura previa y la parálisis cultural de la dictadura franquista. La Sala Studio fue puesta en marcha en el Casco Viejo por seis jóvenes de la burguesía bilbaína, seis señoritos inquietos e interesados por las corrientes renovadoras del arte del siglo XX. Sólo funcionó cuatro años, pero en ese tiempo organizó cerca de 60 exposiciones, editó catálogos que destacaron en la penuria de la época, y en torno a sus muestras se organizaron actividades musicales, teatrales y conferencias.

Los socios de la Sala Studio hasta llegaron a producir una película, Guante negro, de la que no queda más rastro que los guiones.

El Museo de Bellas Artes de Bilbao dedica ahora un homenaje a sus socios fundadores con la exposición Sala Studio (1948-1952). Una aventura artística en el Bilbao de la posguerra. Recoge piezas de los artistas que expusieron en la sala, tanto creadores locales como representantes de la modernidad española. "No fue una sala comercial y eso acabó con ella", apuntó ayer la comisaria de la exposición, la profesora de Historia del Arte de la Universidad del País Vasco Adelina Moya.

En el origen de la Sala Studio estuvo Guillermo Wakonigg (1914-2000), quien logró sumar al proyecto a Antonio Bilbao Aristegui (1917-1998) y Javier Llaguno (1921-1979). Pronto se les unieron los hermanos Manuel (1917-2008) y José Ramón de la Rica (1919) y Francisco Barandiarán (1918-1978). "Willi [Guillermo Wakonnig] me dijo: 'Ramón dame 7.000 pesetas, pero dalas por pérdidas". Así lo recordaba ayer De la Rica, único socio de la Sala Studio que ha sobrevivido para ver el homenaje, el dudoso negocio que pusieron en marcha estos "aficionados al arte", "hartos" de ver a los mismos artistas. Pretendían vender, pero no lo consiguieron. No ganaron dinero, pero muchas veces cobraron a los artistas con obras y enriquecieron sus colecciones. "También lo pasamos bien", concluye De la Rica su balance.

La exposición agrupa en su primera sala a los maestros que expusieron en Sala Studio: Pablo Picasso, Daniel Vázquez Díaz y José Gutiérrez Solana. El recorrido pasa después por los autores con los que la galería contactó por influencia del crítico Eugenio D'Ors, la Escuela de Madrid, el grupo Pórtico de Zaragoza o el Salón de Octubre, de Barcelona. Entre los representantes vascos, destaca la presencia de Jorge Oteiza, quien expuso en la sala en tres ocasiones e impartió varias conferencias. Eran los tiempos en que Oteiza fundía sus cerámicas en la fábrica de Antonio Bibao.

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