Reportaje:DÍAS DE CARNAVAL | Domingo

Markitos, culpable de los males de Zalduondo

El popular personaje volverá a arder en la hoguera tras su juicio público

Buena prueba de la trascendencia que cuenta Markitos, el protagonista del día de hoy en Zalduondo, la ofrece el hecho de que éste sea el primer carnaval que se recuperó en Álava, hace 33 años, cuando el dictador Franco agonizaba. Fue labor de los vecinos del pueblo, sí, pero también de tres etnógrafos (Blas Arratibel, Martiniano Martínez de Ordoñana y Joaquín Jiménez) que tenían datos fidedignos de su existencia antes de 1936 y que se empeñaron en recuperar este muñeco que asume todos los males y penurias que ha sufrido el pueblo durante el año anterior. El juicio a Markitos se desarrolla dura...

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Buena prueba de la trascendencia que cuenta Markitos, el protagonista del día de hoy en Zalduondo, la ofrece el hecho de que éste sea el primer carnaval que se recuperó en Álava, hace 33 años, cuando el dictador Franco agonizaba. Fue labor de los vecinos del pueblo, sí, pero también de tres etnógrafos (Blas Arratibel, Martiniano Martínez de Ordoñana y Joaquín Jiménez) que tenían datos fidedignos de su existencia antes de 1936 y que se empeñaron en recuperar este muñeco que asume todos los males y penurias que ha sufrido el pueblo durante el año anterior. El juicio a Markitos se desarrolla durante toda la jornada, con un ritual complejo que mantiene el interés de los zalduondotarras y de los cientos de visitantes que llegan al pueblo más pequeño de Álava.

Markitos en un día de tormento paga por los pecados colectivos

Todo comienza por la mañana, cuando los jóvenes de la localidad preparan en el palacio-museo de Lazarraga el muñeco al que visten con traje, corbata y txapela, y adornan con un collar de huevos cocidos pintados de colores y plumas. A eso del mediodía, la banda de música de Araia y la txaranga de Zalduondo se acercan hasta el palacio a esperar la salida de Markitos. La expectación se mantiene año tras año: nadie quiere perderse el juicio vespertino.

Y se sube a Markitos al burro, como si fuera un condenado a muerte medieval, para que protagonice un primer paseo por Zalduondo hasta que se le clava en un poste, que se conoce como lata, de unos seis metros de alto, donde meditará durante unas horas sobre su culpa. Como todo rito de purificación, el carnaval de Zalduondo necesita un sacrificio simbólico y Markitos conoce su suerte: la hoguera que expíe los pecados colectivos.

Así es. Después de la comida, con la alegría del estomago lleno, el vecindario se dispone al ajusticiamiento del protagonista de la fiesta. Acuden todos hasta la lata, bajan al muñeco y lo suben a un carro donde le sientan en una nasa y le vuelven a pasear por el pueblo, entre imprecaciones de los presentes. El paseo lo realiza, ahora, en compañía del juez que luego leerá el sermón que justifica la condena. Detrás del carro, llegan los personajes secundarios del carnaval de Zalduondo.

Uno de los más llamativos es la vieja y el viejo, peculiar superposición en un solo disfraz de una anciana que lleva a hombros a un corpulento hombre, que representa a sus padres, los únicos que lloran la mala suerte de Markitos. A escasos metros, el barrendero lleva un largo palo con una chaqueta desgarrada con la que asusta a la concurrencia. Con él, el cenicero, con una vistosa peluca, porta un cubo en la mano y esparce las cenizas del muñeco quemado el año anterior.

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La comitiva se completa con un par de gordísimas máscaras, embutidas en sacos rellenos de paja, que recuerdan a personajes del carnaval navarro, a quienes empuja un oso para que caigan al suelo. Hay también tres ovejas y los porreros, chicos y chicas cuya indumentaria se nutre de todos los trapos viejos de baúles y desvanes.

Llegan, por fin, al frontón, donde se celebrará el juicio a Markitos. Cada año, el juez es una persona diferente, vinculada de una u otra manera a Zalduondo, que ha preparado el discurso durante meses a partir de la historia cotidiana del pueblo. Tienen cabida los fallecidos o la sequía, pero también la gripe aviar o la subida de los precios. Aunque no falta un espacio para la reivindicación de los placeres. El primer discurso, de 1897, decía esto: "Sea por siempre alabado todo vino generoso; que sea puro y no esté bautizado; de las carnes, el carnero; de los pescados, el salmón; de las aves, la perdiz; y de los puercos, el jamón... El pecado dañó a la cabra, dañó al cochino, también dañó a este pollino, amado lechuguino. Qué gusto sería el mío en la presente ocasión, si tuviera la elocuencia del sabio Salomón...".

Después de la perorata, Markitos es ajusticiado. Antiguamente se le pegaba un tiro y un cartucho de dinamita acababa con él descuartizado. Ahora se le impregna con gasolina y se le da fuego. Junto a sus despojos, los porreros danzan y cantan. Su vida ha sido fugaz, como el carnaval..

Y también...

- Además de su famosa ola, Mundaka presume, con razón, de unos de los domingos de Carnaval más divertidos del País Vasco. El pasacalles de los atorras congregará este mediodía a miles de personas alrededor de una agrupación de unos 200 músicos y cantantes, dirigidos por Markel Anasagasti. "Aratuste zara, Aratuste, mundakarrentzat egun hobarik ez'" -Carnaval, Carnaval, para los mundakarras no hay un día mejor-, cantará como estribillo de más de 50 canciones la comitiva a lo largo del recorrido por las calles de la villa.

- Según la leyenda, la pulcra indumentaria de los atorras, constituida de falda, blusón y pantalones blancos, así como una funda de almohada por la cabeza y un pañuelo rojo fue utilizada por primera vez por el conde Anton Erreka.

- Este personaje, un día que llegó a su casa con unas copas de más, se vistió las enaguas de su mujer sin darse cuenta y salió a la calle huyendo de los escobazos de la enojada esposa. Los vecinos creyeron que se trataba de una genialidad más de la primera autoridad local y se dispusieron a celebrar una romería.

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