OPINIÓN

Intervención masiva

¡Intervención, intervención!, piden los partidarios de la libertad económica mientras los beneficios suben, ante las consecuencias cada vez más despiadadas de la crisis financiera derivada de las hipotecas locas. Se han olvidado de su teoría del riesgo moral (moral hazard), consistente en que si los bancos o empresas saben que son rescatadas de sus problemas con dinero público, no se conducirán con la prudencia requerida. Ergo, que cada palo aguante su vela.

En EE UU, la patria del liberalismo económico (acompañado casi siempre de ultraconservadurismo político y social), se suceden las ...

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¡Intervención, intervención!, piden los partidarios de la libertad económica mientras los beneficios suben, ante las consecuencias cada vez más despiadadas de la crisis financiera derivada de las hipotecas locas. Se han olvidado de su teoría del riesgo moral (moral hazard), consistente en que si los bancos o empresas saben que son rescatadas de sus problemas con dinero público, no se conducirán con la prudencia requerida. Ergo, que cada palo aguante su vela.

En EE UU, la patria del liberalismo económico (acompañado casi siempre de ultraconservadurismo político y social), se suceden las intervenciones sin complejos para paliar los problemas de las entidades hipotecarias y sus clientes más afectados, intentando, además, que no contagien a la economía real ante el temor de una próxima recesión. Hace unos días, el Departamento del Tesoro ha negociado con los bancos hipotecarios un plan de salvamento de las familias afectadas por las subprime, para congelar durante cinco años los tipos de interés variables de los propietarios que compraron sus viviendas entre enero de 2005 y julio de 2007. ¿Se imaginan el debate que se hubiera organizado en la proteccionista España si el Ministerio de Hacienda hubiera postulado un acuerdo similar?

Luego vino la bajada del precio del dinero por parte de la Reserva Federal (Fed), y unos días después, la concertación de los cinco grandes bancos centrales del mundo (Fed, Central Europeo, Inglaterra, Canadá y Suiza) para inyectar liquidez y abrir una nueva ventanilla más blanda en sus condiciones, para que los bancos puedan maquillar sus cuentas de fin de año y facilitar inversión crediticia a las empresas. Mensajes de tranquilidad, inyecciones de liquidez,... para evitar el "colapso de confianza" (Krugman), consistente en que los jugadores en el mercado no se quieren prestar porque no están seguros de recuperar su dinero. Esta actuación de emergencia refresca, por ejemplo, la que practicaron sobre los tipos de cambio, en el año 1985, los miembros del G-5 (una de las primeras formaciones G), intentando evitar otro tipo de problemas.

Para llevar la paradoja lo más lejos posible, veamos otra cara de la crisis: dos de los bancos más poderosos y de más rancio abolengo, Citigroup y UBS, declaran miles de millones (de euros o de dólares) de pérdidas relacionadas con las hipotecas de alto riesgo. Para facilitar su deglución entran en el capital nuevos accionistas. ¿Privados? No, públicos. Fondos soberanos de países que se han hecho con inmensas reservas de divisas que hasta hace poco tiempo invertían en bonos del Tesoro y que desde hace poco compran todo tipo de empresas. En el caso del americano Citigroup, la Autoridad de Inversiones de Abu Dhabi, que se ha quedado con el 5% del banco; y en el caso del europeo UBS, un fondo del Gobierno de Singapur, con un 9%, y un inversor inidentificado de Oriente Próximo, con el 1,5%. Cosas veredes.

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