Ingrid Betancourt... vive
Leo en su diario fragmentos de una larga carta dirigida por Ingrid Betancourt a su madre [Aquí vivimos muertos, EL PAÍS, domingo 2 de diciembre], y de golpe todo parece ser nimio y estúpido frente al dolor de una mujer inteligente y hermosa que parece darse perfecta cuenta de que el cruel cautiverio la ha ido demacrando externa e internamente.
En sus palabras se trasluce vagamente la derrota del ser que ya no parece guardar esperanza de nada, de la persona que se ha resignado tristemente a su suerte. Sólo una Biblia y algunos recuerdos desvanecidos parecen salvaguardar esa que fu...
Leo en su diario fragmentos de una larga carta dirigida por Ingrid Betancourt a su madre [Aquí vivimos muertos, EL PAÍS, domingo 2 de diciembre], y de golpe todo parece ser nimio y estúpido frente al dolor de una mujer inteligente y hermosa que parece darse perfecta cuenta de que el cruel cautiverio la ha ido demacrando externa e internamente.
En sus palabras se trasluce vagamente la derrota del ser que ya no parece guardar esperanza de nada, de la persona que se ha resignado tristemente a su suerte. Sólo una Biblia y algunos recuerdos desvanecidos parecen salvaguardar esa que fue y que sus captores de las FARC se empecinan vilmente en destruir.
Nada mejor que leer esta carta para hacerse una idea del delirio y del martirio que ha de sufrir un ser humano en semejantes circunstancias. Y uno palidece y se aterroriza al recordar que son otros seres humanos los que perpetran semejante iniquidad.
Gracias, Ingrid, por estas tus hermosas palabras, allá donde quiera que estés. Y vive, Ingrid, vive, porque tu cuerpo y tu mente guardan recuerdo de aquella que fuiste y que muy pronto volverá a ser.