Tribuna:JÓVENES Y VIVIENDA

Ni vagos ni pasotas

Es relativamente habitual escuchar a nuestros mayores afirmar que las personas jóvenes de hoy en día vivimos mejor que nunca y que la realidad es que somos unos vagos que queremos que se nos dé todo hecho. De la misma manera, también hay un sector importante del mundo adulto que acusa a las personas jóvenes de poco contestatarias, muy insertas en el "sistema" y poco preocupadas por los problemas sociales. No se trata, por mi parte, de entrar en un debate maximalista. En la realidad no existen apenas blancos y negros puros, sino que el mundo está lleno de grises que reflejan en su conjunto la d...

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Es relativamente habitual escuchar a nuestros mayores afirmar que las personas jóvenes de hoy en día vivimos mejor que nunca y que la realidad es que somos unos vagos que queremos que se nos dé todo hecho. De la misma manera, también hay un sector importante del mundo adulto que acusa a las personas jóvenes de poco contestatarias, muy insertas en el "sistema" y poco preocupadas por los problemas sociales. No se trata, por mi parte, de entrar en un debate maximalista. En la realidad no existen apenas blancos y negros puros, sino que el mundo está lleno de grises que reflejan en su conjunto la diversidad de opciones y modos de vida de las personas jóvenes. El ser joven no es reducible a una categoría sociológica. La persona joven se construye a sí misma desde sus opciones y capacidades dentro de un sistema socioeconómico que condiciona y limita el proceso.

Hay que conseguir que la vivienda sea un derecho alejado de la lógica del mercado

La vasca es una de las juventudes que menos y más tarde se emancipa en el conjunto de Europa. Esto se debe a dos elementos estructurales: la precarización de las condiciones laborales y la vulneración del derecho a la vivienda.

Desde el mundo adulto se nos contraargumenta diciendo que en su época las cosas tampoco eran fáciles, que tuvieron que trabajar mucho y, también, hipotecarse y apretarse el cinturón. Las condiciones sociales, culturales y económicas en las que las personas que hoy somos jóvenes desarrollamos nuestras vidas poco tienen que ver con las que sufrió la generación de quienes fueron jóvenes en los años setenta y ochenta del siglo pasado. De hecho, estos 30 años son el período histórico donde se han acumulado más cambios rápidos en la estructura profunda de la sociedad. Unas transformaciones que, empezando por la organización de los estados y del sistema productivo, han terminado por moldear un nuevo sistema de valores y de identidades personales. Juzgar la realidad desde categorías pensadas para otro momento histórico no puede llevarnos más que a la frustración.

Entre 2003 y 2007 las dificultades de acceso a la vivienda de la juventud vasca han seguido incrementándose. Pese a los programas y políticas puestas en marcha, la intervención ha sido insuficiente. De hecho, el precio de las viviendas libres en la comunidad autónoma se ha incrementado un 42,7% en estos cuatro años, mientras el aumento salarial percibido por las personas jóvenes ha sido sólo del 9,6%. El diferencial entre precios y salarios se ha seguido incrementando y se sitúa en el 81% el porcentaje de recursos económicos que una persona joven debería dedicar al pago de su vivienda. En este mismo periodo partíamos de un 34% de jóvenes de entre 18 y 35 que habían emprendido un proyecto de autonomía residencial. Esta tasa se ha incrementado hasta el 41%, en un tiempo en que las dificultades materiales se han recrudecido. ¿Se puede seguir acusando a la juventud vasca de no tener capacidad de sacrificio para construir sus proyectos de vida?

También desde el mundo adulto se ve a la juventud actual como muy poco contestataria e involucrada en la lucha por la transformación social. La gente joven que trabajamos y militamos en movimientos sociales, sindicales, políticos y culturales de todo tipo también estamos preocupados por esta situación. La generación anterior vivió momentos históricos muy importantes (lucha antifranquista, primeras confrontaciones democráticas, duras luchas sindicales, surgimiento de los nuevos movimientos sociales,...) donde no eran pocas las personas que vieron cerca el cambio de bases del sistema. Sin embargo, esa misma generación (y en ocasiones las mismas personas) ha tenido un papel determinante en la configuración del actual sistema. Durante 2006, por ejemplo, pudimos ver cómo la misma generación que en el 68 protagonizó una importante revolución cultural en el Estado francés fue la que lanzó a la policía a reprimir las manifestaciones de las personas jóvenes en contra del contrato de primer empleo. El caso del Estado español es bastante parecido. Gentes y organizaciones que protagonizaron la resistencia antifranquista son quienes niegan y reprimen importantes manifestaciones y debates políticos (movimiento okupa, debate sobre la Monarquía...).

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Tratando de no caer en simplificaciones, creemos que no nos equivocamos mucho si decimos que desde la generación joven hay un alto grado de desconfianza hacia las instituciones creadas tras la transición y hacia las grandes organizaciones políticas y sindicales. Recelos derivados de ver cómo la mayor parte del mundo adulto ha abandonado las luchas y que la sociedad que nos han dejado supone, en muchas cosas, un paso atrás con respecto a la que había anteriormente. No se trata, no, de decir que todo tiempo pasado fue mejor ni de iniciar una guerra inter-generacional, sino de encontrar una explicación al hecho de que los movimientos más activos y novedosos se están generando fuera de las organizaciones tradicionales y muy alejados de sus modos de funcionamiento

El futuro del derecho a la vivienda en la comunidad autónoma nos lo estamos jugando en los próximos meses. En las semanas previas al verano se presentó el anteproyecto de ley de Vivienda y, tras las negociaciones en el tripartito, se remitirá al Parlamento en los próximos meses. Si algo nos enseña el pasado es que quienes controlan el juego nunca han regalado nada y que todos y cada uno de los avances sociales han sido ganados a pulso por la sociedad civil. Este es un momento que el conjunto de las organizaciones sociales y de las personas jóvenes no podemos desperdiciar. Es momento de crear sinergias, superar desconfianzas y encontrar modos de trabajo comunes que nos lleven a condicionar al máximo el debate político para que la vivienda sea reconocida como lo que siempre debió ser: a saber, un derecho alejado de la lógica del mercado.

Igor Mera Uriarte es responsable de Vivienda de Euskadiko Gazteriaren Kontseilua-Consejo de la Juventud de Euskadi.

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