Columna

Efecto Compostela

Resulta artificial, injustificada y a destiempo, la actual polémica con relación a la Cidade da Cultura(CdC). Del total mutismo se pasó a la verborrea más pueril. La última andanada en torno al proyecto de la Cidade da Cultura sugiere convertirlo en edificios para funcionarios. "Más funcionarios, que gallegos": podría ser la consigna (si seguimos la intuición del arquitecto Manuel Gallego en unas declaraciones). Sería casi como una metáfora kafkiana de la sociedad administrada. Un monumento al horror burocrático. Una espiral de ocurrencias donde se mezclan datos (presuntamente "objetivos") fus...

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Resulta artificial, injustificada y a destiempo, la actual polémica con relación a la Cidade da Cultura(CdC). Del total mutismo se pasó a la verborrea más pueril. La última andanada en torno al proyecto de la Cidade da Cultura sugiere convertirlo en edificios para funcionarios. "Más funcionarios, que gallegos": podría ser la consigna (si seguimos la intuición del arquitecto Manuel Gallego en unas declaraciones). Sería casi como una metáfora kafkiana de la sociedad administrada. Un monumento al horror burocrático. Una espiral de ocurrencias donde se mezclan datos (presuntamente "objetivos") fusionados con la demagogia más absurda. Episodios de incontinencia verbal (y escrita) realmente llamativos.

En la Cidade da Cultura ganó el proyecto arquitectónico más caro e impreciso; se primó la espectacularidad y el apellido

Uno de los más sorprendentes argumentos que se emitieron no hace mucho señala que Galicia dispone de cientos de museos. Creo recordar que se hablaba de cerca de 500. No se necesita por lo tanto más espacio para infraestructura de uso cultural en artes plásticas. Eso pudimos leer no hace mucho, en una exuberante y surrealista estadística de periodismo-ficción. Lo cierto es que los dos centros de referencia en materia de arte contemporáneo, el CGAC de Santiago y el MARCO de Vigo, no disponen de un solo metro destinado a colección permanente. La razón es clara: el espacio llega para realizar dos exposiciones temporales simultáneas, el resto lo ocupan almacén, despachos y una pequeña biblioteca, además de cafetería y librería.

Introducir criterios de racionalidad en este debate no parece sencillo. La propuesta presentada hace algo más de un año por el patronato del Museo do Pobo Galego (firmada por su presidente Isaac Díaz Pardo y otros dos representantes) es muy esclarecedora y ofrece un diagnóstico muy adecuado de la situación. Este documento señala ya en el principio: "Resulta cuando menos sorprendente que Galicia no cuente a estas alturas con un verdadero Museo de Arte Contemporáneo que recoja de un modo sistemático la muy rica producción artística propia". Hablan más adelante de dotar de sentido el llamado Fondo Cultural Galego, previsto en el artículo 32 del Estatuto de Autonomía y que se quedó en pura retórica legal. Con relación a los usos, aportan ideas muy sensatas y argumentadas con lucidez. Con reflexiones teóricas y otros detallados capítulos de tipo económico.

El informe está lleno de matizaciones y reservas, pero tiene un talante optimista y con proyección de futuro del país. Sugieren la creación de una Escola Superior Europea de Xestión Cultural y otras posibles vías de financiación. Establecen nuevos usos para espacios sobredimensionados. Este informe fue emitido a petición de la Xunta y sugiere la rentabilidad de uso de determinadas infraestructuras. Se trata de un documento hecho con rigor, al que se incorporan otras propuestas realizadas en el mismo tiempo para la redefinición y mejora del proyecto.

Para enderezar el rumbo en la CdC hay que superar errores de partida. Una decisión (teledirigida políticamente) produce un determinado fallo en el concurso: gana el proyecto arquitectónico más caro e impreciso. Primaron la espectacularidad y que el arquitecto ganador tuviera exótica sonoridad en el apellido. El libro de Joseba Zulaika Crónica de una seducción narra con pelos y señales la operación Guggenheim. Aquí se pecó de mimetismo, pero sin el decisivo intangible simbólico de la imagen de marca. Aparecía casi como único activo potencial el futuro conjunto de edificios. En aquel tiempo se expresaba con lucidez otro arquitecto gallego: "Cuando se habla de efecto Guggenheim no hay que olvidar -algo así decía César Portela- que el efecto Compostela lleva siglos funcionando".

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Podríamos decir que culturalmente los efectos decisivos son siempre palimpsestos vitales. Donde los distintos sedimentos están vivos. Sobre el efecto Compostela se pueden crear otras iniciativas. Imaginación gallega hacia el futuro. Energía creativa. Reflexión sobre la modernidad. Diálogo intercultural. Proceso de sinergias. Una defensa activa del idioma en busca del encuentro universal con lenguas hermanas. ¿Por qué no incorporar en su momento el Instituto Castelao o Rosalía a este conjunto? Propiciando una interrelación entre arte e idioma, memoria y porvenir, en una mirada a lo lejos. Expresiones como: patrimonio contemporáneo, procesos abiertos, sinergias culturales. Propuestas de altura para el turismo cultural. Asumiendo el reto a una demanda de identidad en el contexto global. Lástima que el fallo del concurso nos privara de ver materializadas en el monte Gaiás las obras presentadas por el equipo de César Portela o el de Manuel Gallego. Ambos proyectos eran estupendos (también había una interesante propuesta del equipo de Navarro Baldeweg). El guión preestablecido pedía un nombre extranjero y barroca deconstrucción. Conviene ahora inventar consignas alternativas, de resistencia al determinismo burocrático. Reverdecer el efecto Compostela hasta que la estrella Galicia brille con luz propia.

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