Columna

Cidade da Cultura: errores y enseñanzas

El actual debate sobre la Cidade da Cultura (CDC) pone de manifiesto tres realidades. En primer lugar, el cambio de gobierno en Galicia ha coincidido con un nuevo escenario público, donde se discute y opina de forma más transparente y libre. Sólo desde este punto de partida se puede entender que hayamos esperado seis años para discutir en serio sobre un proyecto que se puso en marcha en 1999. En segundo lugar, los gallegos contamos ya con un amplio autogobierno, que nos permite acertar o equivocarnos en asuntos relevantes cualitativa y cuantitativamente. En los primeros años ochenta, el bienes...

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El actual debate sobre la Cidade da Cultura (CDC) pone de manifiesto tres realidades. En primer lugar, el cambio de gobierno en Galicia ha coincidido con un nuevo escenario público, donde se discute y opina de forma más transparente y libre. Sólo desde este punto de partida se puede entender que hayamos esperado seis años para discutir en serio sobre un proyecto que se puso en marcha en 1999. En segundo lugar, los gallegos contamos ya con un amplio autogobierno, que nos permite acertar o equivocarnos en asuntos relevantes cualitativa y cuantitativamente. En los primeros años ochenta, el bienestar de los gallegos dependía escasamente de que el equipo de gobierno de la Xunta fuera más o menos capaz. Desde principios de los años noventa y de forma creciente, es muy importante quiénes suben a los coches oficiales. Porque manejan miles de millones de euros y tiene en sus manos servicios y políticas públicas fundamentales. Finalmente, la gestión pública no puede basarse en decisiones arbitrarias, al capricho de intuiciones y veleidades. Existen instrumentos técnicos que permiten evaluar ex ante los costes y beneficios de los proyectos de inversión. Una administración que sepa y quiera utilizarlos, puede evitar despilfarros y gastos innecesarios.

Dicho todo lo anterior, y en lo que concierne a la CDC, hay que tener claro que se trata de un proyecto de inversión en sus últimas fases de ejecución, con un margen mínimo para modificaciones. Discutir ahora sobre si el proyecto era oportuno o no es, en el mejor de los casos, una forma de pasar el rato. La mayor parte del gasto que se refiere a la construcción ha sido ejecutado o está comprometido.

El que debiera preocuparnos hacia el futuro es el gasto de funcionamiento y su cobertura. Lo que inevitablemente nos debería llevar a pensar en la mejor estrategia para maximizar ingresos y patrocinios privados. Y en esa estrategia deberían incorporarse varias reflexiones.

Al atractivo de la CDC como continente debe unírsele una programación y contenidos que, sin ser excesivamente costosos, tengan un nivel razonable. Porque se trata de convertir la CDC en referencia fundamental de la programación cultural del noroeste peninsular. Las conexiones ferroviarias en marcha, en el interior de Galicia, con Portugal y con la meseta son un activo muy relevante para potenciar la accesibilidad a la CDC.

Igual que la nueva terminal de pasajeros del aeropuerto de Santiago. Ahora necesitamos un equipo gerencial de primer nivel, que sepa combinar arte y economía; y que se ponga a trabajar ya.

En segundo lugar, es necesario construir un discurso y una imagen de la CDC positivos, que permitan que sea reconocida y bien valorada en el actual mercado del turismo cultural. Desde luego, a ello no ayuda el escándalo y el ruido de los últimos meses. Bueno es que se depuren responsabilidades y se juzguen conductas ilícitas. Pero ese proceso no debería emponzoñar el proyecto cultural, ahuyentando patrocinios y visitantes potenciales.

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En tercer lugar y aunque se trate de un asunto que transcurre en paralelo, no hay que olvidar que una parte significativa de lo que se está construyendo en el monte Gaiás ha sido financiado con dinero que viene de otras comunidades autónomas, por la vía de un fondo de suficiencia que nutre especialmente a las comunidades con menos capacidad fiscal.

¿Nos hemos parado a pensar en qué pueden opinar catalanes o madrileños de haber contribuido con sus impuestos a financiar un proyecto del que los propios gallegos parece que renegamos? ¿Con qué cara vamos a ir a negociar al Consejo de Política Fiscal y Financiera mejoras en la financiación autonómica al tiempo que aireamos con garbo nuestra irresponsabilidad en la gestión de los recursos? Porque la realidad es que en todas partes se han levantado costosas infraestructuras con una rentabilidad social poco evidente. Pero parece que sólo en Galicia nos empeñamos en decirlo a voces, para que nos escuchen los vecinos. http://webs.uvigo.es/slagop

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