Reportaje:

La guerra contra las palomas

El Ayuntamiento captura 10.000 de estas aves al año, pero todavía no las tiene censadas

Caetano Veloso le cantó una canción a una de ellas. Pero la gente no suele compartir el gusto del músico brasileño por esas aves. Son portadoras de enfermedades, sus heces corroen los edificios y la chapa de los coches, rompen las antenas de televisión, atascan los desagües y se reproducen exponencialmente. "Cucurrucucú, cantaba...".

Si uno teclea "palomas" y "Madrid" en Google, todos los resultados patrocinados que aparecen son de alguna empresa que se dedica al control de plagas. El aumento de estas aves y la toma de conciencia de muchos madrileños, que las consideran "ratas del aire"...

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Caetano Veloso le cantó una canción a una de ellas. Pero la gente no suele compartir el gusto del músico brasileño por esas aves. Son portadoras de enfermedades, sus heces corroen los edificios y la chapa de los coches, rompen las antenas de televisión, atascan los desagües y se reproducen exponencialmente. "Cucurrucucú, cantaba...".

Si uno teclea "palomas" y "Madrid" en Google, todos los resultados patrocinados que aparecen son de alguna empresa que se dedica al control de plagas. El aumento de estas aves y la toma de conciencia de muchos madrileños, que las consideran "ratas del aire", ha propiciado que muchas empresas, que antes se dedicaban exclusivamente a la exterminación de ratas o cucarachas, hagan el agosto ahora con la proliferación de la Columba livia. El Ayuntamiento lo considera "un problema" y captura unas 10.000 palomas al año, pero no da cifras de cuántas podría haber en todo Madrid. Los últimos datos que recopiló en 2004 se centran en Chamberí, el distrito con más densidad de estos animales: había 1.400 por kilómetro cuadrado. Madrid tiene una superficie de 605,8; que cada uno haga sus cuentas.

"Esta situación se debe a que no tienen predadores, pueden comer de todo y aprovechan todas las cavidades para anidar", explica Ana Íñigo, de la Sociedad Española de Ornitología (SOE). "Además, se reproducen durante cualquier estación y cada hembra pone dos huevos tres veces al año. Es una situación difícil de controlar", añade. Las crías alcanzan la madurez sexual a los seis meses y el proceso vuelve a multiplicarse.

La paloma predominante en Madrid es la Columba livia. "La situación comenzó a aumentar hace unos veinte años. Estas aves prefieren quedarse en la ciudad porque viven mejor. Les resulta más fácil encontrar alimento y no viven amenazadas", explica José María Cámara, responsable de la unidad técnica de control de vectores del Ayuntamiento. "Ahora mismo, la paloma ocupa el tercer o, a veces, segundo puesto en volumen de trabajo de la unidad, por debajo de las ratas y de las cucarachas", señala.

En la época de primavera-verano, el Ayuntamiento realiza varias capturas con redes. "Se pueden coger unas 200 cada vez. Luego, el mismo día, se transportan a unos palomares de la costa de Levante", explica Cámara. El Consistorio asegura que sólo se sacrifica el 1% de los ejemplares apresados, y que se hace para analizarlos. "El control de las enfermedades que portan es fundamental", apunta.

"Tienen muchísimos parásitos y virus que, aunque sea indirectamente, pueden afectar a los humanos. Son organismos reservorios de enfermedades víricas como la salmonelosis o la psitacosis, y pueden anidar en cualquier cavidad de la ciudad", explican en la SOE. Además, tienen una capacidad de medrar y adaptarse al medio del hombre sorprendente.

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La ordenanza municipal prohíbe alimentar a estas aves con sanciones que pueden alcanzar los 300 euros. En la página www.madridsalud.es, el Consistorio aporta una guía para combatir el problema de una manera pacífica bajo el título "Hágalo usted mismo". "Para mí el problema no es la cantidad de palomas, sino el control que se realice de los nidos y de la disponibilidad de alimentos", explica Cámara, que descarta medidas como la esterilización o el exterminio con veneno.

"La manera en que se controla no es la adecuada. Si sólo se hace seis meses al año, es el cuento de nunca acabar", critica Óscar González, de la empresa de control de aves Monumenta, que trabaja para 10 ayuntamientos de la Comunidad de Madrid y para particulares. "Se reproducen muy rápido y las capturas deberían hacerse de una manera continuada durante todo el año", añade.

El mobiliario urbano y el patrimonio arquitectónico de la ciudad también sufre a las palomas. Sus heces, que pueden llegar a 15 kilogramos al año, son corrosivas y a veces contienen semillas que germinan en la piedra de las fachadas de edificios protegidos, dañándolos gravemente. La empresa Rentokil ha instalado sistemas disuasorios en edificios como el Casón del Buen Retiro o el Palacio de Oriente. "Cualquier elemento ornamental atrae a las palomas. Para evitarlo, instalamos redes, púas o cables de acero para que no puedan posarse", explica Jacinto Díaz, que cuenta con 15 años de experiencia en el sector. "Lo que no sirve de nada son las bolsas de agua o CD que la gente cuelga de sus balcones. Las palomas son de ideas fijas; si les gusta el sitio, se acostumbran al reflejo", advierte.

Un mayor sin hogar da de comer a las palomas en la plaza de Soledad Torres Acosta.LUIS MAGÁN

Barcelona sí las mata

Barcelona es una de las ciudades más afectadas por las palomas. El departamento de Salud Pública de la Ciudad Condal, a diferencia de su homólogo madrileño, sí lo considera "una plaga". El último censo del que disponen, de finales de los años noventa, los cifra en 185.000 ejemplares. "Pero han aumentado, seguro", explica un portavoz de Salud Pública. El Ayuntamiento de la capital catalana captura 25.000 de estas aves anualmente.

"Lo hacemos en dos veces: antes de que críen las palomas, en la primavera, y en septiembre", explica Joan Feixa, de la empresa Colomba Control, que trabaja para el Consistorio catalán. Esta empresa utiliza una máquina de aire comprimido que dispara una red y caza cada vez hasta 500 ejemplares.

A diferencia de Madrid, que asegura que no sacrifica a las palomas y que las manda en un extraño viaje a la costa levantina, en Barcelona todas las palomas se matan con CO2. "Tardan en morir de dos segundos a tres. Luego, la empresa de residuos autorizada las pone en bolsas y se las lleva a una incineradora", aclara Feixa.

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