Análisis:Verbo sur | PANORAMA

El hombre que quería escribir una novela mala

EL EXILIO que alejó de Cuba a Lorenzo García Vega (Jagüey Grande, 1926), lo hizo cruzar por Madrid, Caracas y Nueva York hasta llegar a Playa Albina, que es como él llama a Miami. En esa geografía personal, Cuba ha pasado a nombrarse La Atlántida, y existe (puesto que las ciudades tienen cuerpo astral) una ciudad llamada Vilis, que es el cuerpo astral de Playa Albina. Abundan en Vilis los poetas surrealistas -Antilom Pertierra, Brígido Santana- junto a las poetas -Emelinda Yturriaga, Priciliana Manduley- demasiado sensibles. Allí los viejos se hacen alquimistas, una sociedad de Impotentes Anón...

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EL EXILIO que alejó de Cuba a Lorenzo García Vega (Jagüey Grande, 1926), lo hizo cruzar por Madrid, Caracas y Nueva York hasta llegar a Playa Albina, que es como él llama a Miami. En esa geografía personal, Cuba ha pasado a nombrarse La Atlántida, y existe (puesto que las ciudades tienen cuerpo astral) una ciudad llamada Vilis, que es el cuerpo astral de Playa Albina. Abundan en Vilis los poetas surrealistas -Antilom Pertierra, Brígido Santana- junto a las poetas -Emelinda Yturriaga, Priciliana Manduley- demasiado sensibles. Allí los viejos se hacen alquimistas, una sociedad de Impotentes Anónimos es presidida por un coronel, y una y otra vez se vuelve sobre el estudio de Lady Lucinda Worsthorne (más conocida como Lucinda Lambton) dedicado a los retretes: Temples of Convenience and Chambers of Delight.

A propósito del escritor cubano Lorenzo García Vega

Un orinólogo ex jesuita lleva en Vilis un diario, y también lleva el suyo Tato Káyorly, mulato húngaro que construye cajitas a la manera de Joseph Cornell y está llamado a fallecer en un asilo de Sweetwater, enclave fundado por unos enanos rusos.

Jacques Maritain ha intentado alguna vez dinamitar (literalmente hablando) la Escuela de Filosofía de Vilis. Allí saben de la existencia de un adolescente que come, en China, papitas fritas (es el efecto mariposa formulado de nuevo: "El adolescente saca las papitas de una bolsa plástica"), y un historiador local, auxiliado por 58 profesores, ha compuesto un Collage onírico, histórico, jurídico, y poético de la Ciudad Vilis a la manera de un zuihitsu, el género literario más favorecido entre esa gente: una compilación de observaciones y anécdotas, descripciones de curiosidades y de sentimientos, "sólo por casualidad con relación entre sí".

Podría afirmarse que la casi veintena de libros publicados por Lorenzo García Vega pertenece a dicho género, cuyos ejemplos más conocidos son El libro de la almohada de Sei Shonagon y Ocurrencias de un ocioso de Kenko Yoshida. Obsesionado por escribir una novela a la cual nunca arriba, dudoso de su condición de escritor hasta el punto de considerarse "no-escritor" y acusarse de chapucero ("la chapucería que hago es lo único que sé hacer"), él escribe principalmente acerca de la imposibilidad de sus libros, logra que todo dependa de la casualidad que relaciona entre sí unos fragmentos, y cifra sus esperanzas en rincón mucho más fantástico que Vilis, al que llama "el lugar donde los textos se confunden".

Perteneciente al consejo de redacción de la revista Orígenes (1944-1956) y cercano en su juventud a José Lezama Lima (García Vega presume de haber sido el único otro lector de toda la biblioteca lezamiana), no hay que buscar en sus páginas influencias de aquél. Rarísimo dentro de la literatura cubana, Lorenzo García Vega podría pasar por autor argentino y quedar próximo a Macedonio Fernández, Witold Gombrowicz, Roberto Arlt, J. R. Wilcock y César Aira. No es fortuito entonces que sus últimos libros hayan aparecido en Buenos Aires y que, en el prólogo a Cuerdas para Aleister (Tsé-Tsé, 2005), Rafael Cippolini apunte: "Digo Lorenzo del mismo modo en que decimos Macedonio: ya está claro a quién me refiero -hace años que hicimos de él nuestro abracadabra-".

Buscador de "la disciplina del inmaduro", García Vega ha contado los entresijos de su relación con Lezama Lima y demás escritores del grupo origenista en el mítico y agotado Los años de Orígenes (Monteávila, Caracas, 1979). Emprendió la construcción de unas memorias en forma de laberinto: El oficio de perder (Renacimiento, Sevilla, 2005), único título suyo publicado en España. Y, a los 81 años, inmaduro todavía, anuncia la aparición de su novela Devastación en el Hotel San Luis.

"Por supuesto, lo que yo quiero es escribir una novela mala", puede leerse en un adelanto de ésta. "Una novela mala, ni más ni menos".

Antonio José Ponte (Matanzas, Cuba, 1964) es autor de la novela La fiesta vigilada (Anagrama).

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