"La reforma constante" impide responder al cambio social, afirma el rector Tomás

El catedrático dice que 8 años después de Bolonia no hay rastro de coordinación europea

El rector de la Universitat de València, Francisco Tomás, dio ayer su visión personal del estado general de la universidad. En una conferencia larga y con su habitual tono moderado, el rector puso, sin embargo, el dedo en la llaga de muchos de los problemas que afronta el mundo académico: la encadenación de reformas y la rigidez normativa, que dificultan la adaptación de las facultades a la realidad; el escaso éxito de la convergencia europea; la tendencia a relegar la investigación a favor de la innovación, y el riesgo de que la autonomía universitaria se limite a proponer.

Francisco T...

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El rector de la Universitat de València, Francisco Tomás, dio ayer su visión personal del estado general de la universidad. En una conferencia larga y con su habitual tono moderado, el rector puso, sin embargo, el dedo en la llaga de muchos de los problemas que afronta el mundo académico: la encadenación de reformas y la rigidez normativa, que dificultan la adaptación de las facultades a la realidad; el escaso éxito de la convergencia europea; la tendencia a relegar la investigación a favor de la innovación, y el riesgo de que la autonomía universitaria se limite a proponer.

El dirigente académico avisa del riesgo de que se den nuevas carreras por criterios políticos

Francisco Tomás, en un acto organizado por la Societat d'Amics del País, lamentó el exceso de leyes que se han sucedido en los últimos tiempos. La Ley Orgánica de Universidades, (LOU) reformada recientemente, retocó la norma anterior, aprobada a principios de los años ochenta. Ninguna de las tres ha servido para cambiar a fondo la estructura académica, que encuentra problemas para responder a las demandas de una sociedad que cambia a toda velocidad.

Los cambios legales, además, se realizan a ritmos casi geológicos. Como ejemplo puso la declaración de Bolonia, aprobada en 1999, que debía poner en marcha un proceso de armonización de la enseñanza superior europea que culminase en el año 2010. Por si el plazo no era bastante largo, afirmó, hoy, la coordinación entre los países implicados "brilla por su ausencia". El enunciado de la declaración de Bolonia se complicó con conceptos, reuniones y grupos de trabajo. La consecuencia es que se ha gastado más energía en definir los medios que en alcanzar los objetivos.

La reforma de la LOU debía tener como finalidad ampliar la capacidad de maniobra de las universidades a la hora de proponer títulos. El Gobierno dejaba de imponer un catálogo de títulos, y eran las facultades las encargadas de diseñarlos teniendo como referente las demandas de la sociedad. El rector repasó, sin embargo, los nuevos parámetros que se exigirán para defender la solicitud: Estimar el personal que será necesario para ponerlos en marcha e indicar cómo se financiará; calcular razonadamente el número de estudiantes que tendrá la carrera y prever qué grado de inserción laboral tendrán los graduados al año o dos años de terminar la carrera... Antes se ponía el acento en los contenidos y ahora parecen ponerse en cualquier cosa menos en ese aspecto, dio a entender Tomás.

Las universidades no obtendrán directamente las nuevas carreras cumpliendo con los requisitos. Será la administración autonómica, porque así lo establecen la LOU y la ley aprobada la Generalitat quien tenga la última palabra. Con el riesgo de que la decisión no se base en criterios académicos, sino en criterios "políticos".

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La capacidad de proponer títulos con total libertad que luego puedan ser efectivamente aprobados, hizo notar el catedrático de Química Física, plantea una nueva dificultad a la pretensión de coordinar el sistema, sobre todo a escala europea.

Francisco Tomás envió también algunos mensajes hacia adentro. La comunidad académica, afirmó, debe responder, porque así lo marca la ley, a las cuatro funciones que tiene encomendadas: enseñanza, investigación, transferencia de conocimientos y motor de desarrollo social. Debe hacerlo, además, con una financiación basada casi exclusivamente en la primera. Pero debe hacerlo, dijo. A pesar de que algunos universitarios crean, con una mentalidad que calificó de "desfasada en el tiempo", que su obligación se limita sólo a investigar. El rector lamentó en todo caso la tendencia actual a relegar la ciencia básica en favor de la innovación.

No resulta "justo", opinó pedir a la universidad que cumpla bien las cuatro funciones con la financiación actual; igual que es injusto pedir competencia con las universidades -luchar, por ejemplo, por los alumnos- cuando éstas se encuentran en una situación "asimétrica", algunas con rígidas estructuras funcionariales y otras no. "No competiremos", dijo, "pero lo haremos bien. Y eso nos situará en una buena situación de salida".

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