Reportaje:

"¡Ayúdenos, señor presidente!"

La visita de Ahmadineyad a Isfahán desata las peticiones de sus habitantes

Varios miles de personas esperan la llegada de Mahmud Ahmadineyad en la plaza del Imam Jomeini de Isfahán. Hay mutilados de guerra, veteranos, funcionarios, estudiantes y curiosos. Pero son las mujeres, cuyo aguante bajo los chadores negros impresiona al sol de primera hora de la tarde, quienes se muestran más enardecidas. Tratan de llegar al presidente para entregarle sus mensajes. Los Pasdarán (Guardias de la Revolución) observan impotentes cómo su empuje está a punto de derribar las barreras de contención.

Akram ha logrado colarse entre dos guardias. "No tengo nada, seguro que...

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Varios miles de personas esperan la llegada de Mahmud Ahmadineyad en la plaza del Imam Jomeini de Isfahán. Hay mutilados de guerra, veteranos, funcionarios, estudiantes y curiosos. Pero son las mujeres, cuyo aguante bajo los chadores negros impresiona al sol de primera hora de la tarde, quienes se muestran más enardecidas. Tratan de llegar al presidente para entregarle sus mensajes. Los Pasdarán (Guardias de la Revolución) observan impotentes cómo su empuje está a punto de derribar las barreras de contención.

Akram ha logrado colarse entre dos guardias. "No tengo nada, seguro que me va a ayudar, pero no me dejan llegar a él", dice mientras uno de los uniformados la devuelve tras la valla.

En el estrado, el ministro de los eslóganes entretiene a los asistentes con consignas patrióticas y religiosas. Nadie presta atención. Pero cuando aparece el presidente, el lugar retumba al ritmo de "¡Ahmadineyad! ¡Ahmadineyad!". El calor es sofocante. Los voluntarios de la Media Luna Roja ya se han llevado a una decena de mujeres en camilla. Sus chadores siguen envolviéndolas en posición horizontal. "Queridos míos", empieza Ahmadineyad con entonación potente. De repente, ante la multitud, el presidente se crece y su figura menuda hace enseguida sombra a quienes le han precedido.

Los Pasdarán no dan abasto a contener a las mujeres. "¿Quién es Ahmadineyad?", pregunta una de las que trata de acercarse al presidente. Mientras un par de guardias intenta devolverla a su sitio, otros reciben instrucciones de formar una barrera humana alrededor del estrado. El ambiente, que recuerda al de un concierto de rock, dice tanto de la popularidad del político como de la desesperación de muchos iraníes que ven en él su última esperanza para salir de la miseria.

"Señor presidente: en nombre de mi padre, de mi madre, de mis hermanas y en el mío propio, Kurosh Afshari, le rogamos por esta carta que tenga en cuenta que estamos pasando una situación muy difícil. Le pedimos una ayuda para poder subsistir", solicita una mujer de 50 años, que aún tiene a dos de sus siete hijas sin casar "por falta de medios para la dote".

Varios funcionarios provistos de unas bolsas azul marino empiezan a recoger las peticiones de las mujeres. Enseguida hay varias llenas. Pero muchas no se fían e insisten en entregárselas directamente al presidente. Zahra Naghdi, una viuda de 50 años, no es la primera vez que lo intenta. "Pasé una semana entera frente a la casa del señor Ahmadineyad en Teherán para entregarle una carta pidiéndole ayuda para mi hijo, pero no lo conseguí", declara. El joven, de 27 años, murió hace unos meses de cáncer de estómago. Era el único jornal de la familia desde la muerte del padre hace 16 años. "Mi nieto y mi nuera viven conmigo, mi hijo pequeño, una hija divorciada y su niño, pero el propietario de la casa nos ha echado porque no podemos pagar el alquiler", ha escrito Zahra en su nuevo mensaje al presidente.

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En el estrado, Ahmadineyad está despidiéndose. De aquí se trasladará a otra de las 21 localidades de Isfahán que tiene previsto visitar en los próximos días. En cada una de ellas se repetirá el mismo ritual.

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