Elecciones presidenciales en Francia

Ségolène Royal no acorta distancias

El líder conservador Nicolas Sarkozy mantiene su ventaja tras el debate - La candidata socialista estuvo firme en temas sociales, pero flaqueó en el terreno económico

Quedaba una sola bala televisiva en el revólver de Ségolène Royal, para compensar los casi cinco puntos de ventaja que le lleva Nicolas Sarkozy. Y el disparo electoral de la socialista acertó en el cuerpo del adversario, pero no en sus puntos vitales. De modo que la campaña presidencial concluye como empezó, con un choque de proyectos: volver a poner en marcha el "ascensor social", confiándolo todo a la negociación social, reforzando el sistema asistencial y tranquilizando a las clases medias, como propone Royal; o bien una visión más liberal, menos impuestos-menos Estado, que convierta a los ...

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Quedaba una sola bala televisiva en el revólver de Ségolène Royal, para compensar los casi cinco puntos de ventaja que le lleva Nicolas Sarkozy. Y el disparo electoral de la socialista acertó en el cuerpo del adversario, pero no en sus puntos vitales. De modo que la campaña presidencial concluye como empezó, con un choque de proyectos: volver a poner en marcha el "ascensor social", confiándolo todo a la negociación social, reforzando el sistema asistencial y tranquilizando a las clases medias, como propone Royal; o bien una visión más liberal, menos impuestos-menos Estado, que convierta a los franceses en propietarios de sus viviendas "como los españoles", precisó Sarkozy.

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Un sondeo de urgencia da cuenta de la victoria del líder derechista en el debate televisado del miércoles. El 53% le considera "más convincente" que a Royal (31%). Otros analistas se inclinan por la idea del empate, en todo caso insuficiente para equilibrar la ventaja de Sarkozy.

"La izquierda ha vivido los últimos días de campaña con pasión y angustia", cuenta un destacado militante socialista. "Se piensa que ya no es posible ganar, pero hay que luchar hasta el último momento por el honor y para tener la oportunidad de pensar de nuevo el Partido Socialista". Mayor confianza se respira en la parisiense calle de Solferino, sede del cuartel general de la candidata: "Si los franceses se acuerdan de lo que ella les ha dicho, el domingo por la noche iremos a la Bastilla", dicen, en referencia al lugar simbólico de París donde se celebran las grandes concentraciones republicanas.

Ségolène Royal intentó responsabilizar a su oponente del balance del último quinquenio en el Gobierno. Pero Sarkozy es un genio político: ha dramatizado de tal modo su enfrentamiento con el presidente saliente, Jacques Chirac, que en la opinión pública se ha instalado la idea de que él es un líder nuevo, limpio de polvo y paja. Por eso las críticas de Royal le hieren, sin llegar a afectarle de verdad. Ninguna duda entre sus partidarios: "Para ganar, la izquierda necesitaría un billete de ida y vuelta a Lourdes", ironiza uno de ellos. El propio Sarkozy atribuye a un "secreto de fabricación" el hecho de haber aparecido muy sereno, dando así la vuelta a la idea de "la fiera Sarkozy", dominante en la campaña.

La candidata socialista estuvo más firme en los temas de sociedad: por ejemplo, cuando acusó a Sarkozy de "inmoral", porque el Gobierno del que ha formado parte ha retirado algunas ayudas a la escolarización de minusválidos. Pero el enfrentamiento sobre la jornada de las 35 horas, el modo de garantizar las pensiones o el tamaño del Estado evidenciaron más claramente el choque de proyectos. Los dos coinciden en que la deuda pública es demasiado pesada (66% del PIB), pero divergen en las soluciones. Sarkozy dejará sin cubrir una de cada dos plazas de funcionarios, a medida que se jubilen; Royal quiere mantener los cinco millones de empleados públicos, alegando que los inversores extranjeros aprecian "la calidad del servicio público" francés, y prefiere, en cambio, gravar los beneficios bursátiles.

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Sí a la VI República, sostiene Royal; de ninguna manera, protesta Sarkozy. Y los alfilerazos sobre Turquía -fuera de la UE, para Sarkozy; ya lo veremos, corrige Royal- no son los únicos en política exterior. La socialista anuncia un boicoteo a los Juegos Olímpicos de Pekín, para presionar a China por oponerse a los pasillos de ayuda humanitaria en Darfour, mientras Sarkozy le echa encima a los jóvenes -"¡Señora, los Juegos Olímpicos son esperados por toda la juventud!"-, antes de acusarla de incoherencia: "¿Y por qué usted misma no boicoteó su viaje a China?", en referencia a uno de los países visitados por Royal durante la campaña electoral.

Todo depende ahora de los electores centristas; cuántos de ellos se inclinarán por cada candidato en la segunda vuelta, porque los de ultraderecha votarán en masa por Sarkozy. Argumentos no faltan: algo más de 20 millones de espectadores contemplaron el debate, uno de cada tres franceses, la audiencia que corresponde a los grandes acontecimientos deportivos.

El combate verbal fue electrizante, sin insultos ni descalificaciones personales, del que ninguno de los dos adversarios salió KO. Para ciertos comentaristas, los únicos perdedores fueron Patrick Poivre d'Arvor y Arlette Chabot, los periodistas que actuaron como moderadores, porque "no sirvieron para nada": se limitaron a recordar el tiempo transcurrido o sugerir algún tema insuficientemente tratado. Periodistas de gran experiencia, por cierto: el primero de ellos lleva 20 años como conductor del principal telediario de la cadena privada TF1, mientras Chabot es la directora de informativos de la televisión pública.

El debate francés se produjo entre los verdaderos candidatos y no entre sus testaferros periodísticos. Ésa fue la gran diferencia.

Ségolène Royal, izquierda, antes del comienzo del debate televisivo que el miércoles le enfrentó con Nicolas Sarkozy, derecha. En el medio, los moderadores Arlette Chabot y Patrick Poivre d'Arvor.AP
EL PAÍS

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