EE UU: la calma antes de la tempestad

No todo el debate sobre el estado de la Unión, en EE UU, fue Irak o la energía. Otra parte tuvo que ver con la situación económica. Muchos republicanos pensaban que Bush tendría que haber centrado su discurso en la coyuntura para hacer más visible lo que de bueno han tenido sus seis años en la Casa Blanca: el PIB continúa aumentando (41 meses seguidos de crecimiento), la inflación es baja (2,5% al finalizar 2006) y hay pleno empleo (creación de 7,2 millones de puestos de trabajo).

Situación envidiable, aunque si se desagregan estas cifras, aparecen los primeros problemas. Por ejemplo, c...

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No todo el debate sobre el estado de la Unión, en EE UU, fue Irak o la energía. Otra parte tuvo que ver con la situación económica. Muchos republicanos pensaban que Bush tendría que haber centrado su discurso en la coyuntura para hacer más visible lo que de bueno han tenido sus seis años en la Casa Blanca: el PIB continúa aumentando (41 meses seguidos de crecimiento), la inflación es baja (2,5% al finalizar 2006) y hay pleno empleo (creación de 7,2 millones de puestos de trabajo).

Situación envidiable, aunque si se desagregan estas cifras, aparecen los primeros problemas. Por ejemplo, con el déficit público: para conseguir hacer crecer a la economía, Bush dilapidó el enorme superávit que Clinton le había dejado de herencia y lo convirtió en un gigantesco déficit que en algunos momentos hubiera expulsado a EE UU del Pacto de Estabilidad y Crecimiento europeo, si hubiera formado parte de él. Ahora, el déficit ha empezado a doblegarse (aunque en sus cifras no se incorpora la mayor parte de los gastos de la invasión de Irak, lo que indica una contabilidad bastante heterodoxa): según la Oficina de Presupuestos del Congreso (CBO), el déficit del año fiscal en curso alcanzará 172.000 millones de dólares, frente a los 248.000 millones del pasado ejercicio, lo que supone un descenso del 30%. La CBO entiende que EE UU podrá volver al superávit presupuestario en el año 2012 siempre que los actuales recortes fiscales, que vencen en el año 2010, no se hagan permanentes. Pero ello confronta este diagnóstico con los deseos de Bush, que pretende hacer definitiva la reducción de impuestos a las capas más pudientes de la nación, independientemente de la coyuntura.

En cuanto al crecimiento económico, todos los análisis coinciden en que ha sido visible sólo para la parte más alta de la población (alrededor de un 10%), mientras que las clases medias y bajas no han incrementado su renta per cápita disponible. En la réplica del debate sobre la Unión, el senador demócrata James Webb, veterano de Vietnam, relativizó la bonanza económica: la horquilla de salarios es cada vez mayor. "Cuando me gradué en la Universidad", dijo Webb, "los presidentes de empresas ganaban 20 veces el sueldo de un trabajador, y hoy ingresan 400 veces más".

Pese a las alusiones a la mejora de la sanidad, las palabras de Bush no son creíbles: 47 millones de ciudadanos siguen sin disponer de seguro médico. En el programa del presidente republicano figuraba la privatización de la Seguridad Social. Una de las primeras medidas de los demócratas, con su mayoría en ambas cámaras, ha sido un juramento para evitar que la Administración de Bush haga nuevos intentos de privatización de las pensiones. Sin embargo, los republicanos pueden tener un aliado en este asunto. Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal (Fed), acudió hace unos días al Senado y advirtió de la posibilidad de una grave crisis fiscal si no se hace frente a los altos costes que en dos décadas supondrán las pensiones y la sanidad, ante la jubilación de los trabajadores del baby boom. Según Bernanke, el gasto en pensiones, mayores de edad y pobres de solemnidad puede pasar de un 8,5% a un 15% del PIB de aquí al año 2030. "Podemos estar experimentando la calma antes de la tempestad", dijo el presidente de la Fed. Primero se bajan los impuestos a los acomodados y luego se alarma a los ciudadanos diciendo que no se pueden pagar las pensiones de todos.

Al revés que Bernanke, el gobernador republicano por California, Arnold Schwarzenegger, entraba en el debate con identidad propia y, sin tener en cuenta la opinión de sus colegas republicanos y neocons, propone "un seguro médico para todos los californianos" (seis millones de ellos, uno de cada cinco, están desprovistos del mismo), ofreciendo su Estado como un modelo para los demás. De conseguirlo, se trataría de la mayor revolución sanitaria acometida desde el new deal de Roosevelt. Lo que en la década de los noventa intentó a nivel federal, sin éxito, Hillary Clinton. En EE UU, muchas veces las etiquetas no valen para identificar la política que se practica. Por ello son envidiables.

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