Editorial:

Agua de Marte

Las evidencias recién presentadas por la NASA no son las primeras de la presencia de agua en Marte. Los científicos ya habían deducido que el planeta rojo albergó hielo y vapor de agua bajo su superficie en un pasado no muy lejano, y también habían detectado lo que parecía agua helada en sus polos. Lo que hace peculiar las últimas fotos enviadas por la Mars Global Surveyor -una especie de regalo de despedida de esta nave que ha trabajado siete años más de lo previsto por sus diseñadores- es que el agua parece fluir, y por unos barrancos por los que no fluía en 1999, cuando la misma nave...

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Las evidencias recién presentadas por la NASA no son las primeras de la presencia de agua en Marte. Los científicos ya habían deducido que el planeta rojo albergó hielo y vapor de agua bajo su superficie en un pasado no muy lejano, y también habían detectado lo que parecía agua helada en sus polos. Lo que hace peculiar las últimas fotos enviadas por la Mars Global Surveyor -una especie de regalo de despedida de esta nave que ha trabajado siete años más de lo previsto por sus diseñadores- es que el agua parece fluir, y por unos barrancos por los que no fluía en 1999, cuando la misma nave tomó sus primeras imágenes de esa zona poco después de entrar en la órbita marciana. Las razones que llevan a los expertos a pensar que esos chorros son de agua son su brillo, su color y su trazado. Vienen a ser las mismas razones que convencerían a cualquier profano que mire las fotos: son de agua porque lo parecen.

El sueño de viajar a otros mundos es tan viejo como la misma ciencia astronómica. Fue Kepler, uno de los padres fundadores de la física, el primer escritor que imaginó un viaje a la Luna, en una novela llamada precisamente El sueño. Entra de lleno en lo concebible que el Homo sapiens acabe causando su propia extinción antes de abandonar su planeta natal: nuestra probabilidad de escapar a ese provinciano destino no pasa del 50%, según los sombríos cálculos del Astrónomo Real de Gran Bretaña, Martin Rees.

Pero si la Humanidad demuestra la sensatez suficiente como para caer en la otra casilla del 50%, su destino casi inevitable será propagarse por otros planetas, y su primera colonia no puede ser otra que Marte, el vecino más próximo. En siglos pasados, los excesos de la imaginación hicieron ver en el planeta rojo rostros fantasmagóricos o canales gigantescos abandonados por alguna civilización. La exploración espacial moderna ha destrozado por completo cualquier ensoñación de ese tipo. Pero si llega el día de hacer las maletas, lo que ha encontrado la nave americana en su último servicio puede resultar infinitamente más valioso que todo aquello.

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